Finalmente fue profeta en su tierra: Saioa Hernández en Madrid.

Imagen de Y finalmente fue profeta en su tierra. El debut de Saioa Hernández en Madrid.

PH: Javier del Real

 

Lo normal es que Saioa Hernández, nacida en Madrid, hubiese debutado en el teatro de ópera de su ciudad natal y en la que vive habitualmente, el Teatro Real, hace tiempo, cuando se vio claramente que empezaba una gran carrera internacional. Finalmente ese postergado debut se produjo la tarde del 25 de septiembre, con gran éxito en una audiencia muy reducida (65%).

Tengo para mí que con una sala medio llena y sobre todo con un paraíso lleno de butacas vacías, se pierde gran parte de la expectación, la emoción y el calor que hacen del triunfo en su debut de un cantante con un previsible gran futuro por delante una ocasión memorable en la historia del teatro de su ciudad natal.

Por Fernando Peregrín Gutiérrez.

Lo normal es que Saioa Hernández, nacida en Madrid, hubiese debutado en el teatro de ópera de su ciudad natal y en la que vive habitualmente, el Teatro Real, hace tiempo, cuando se vio claramente que empezaba una gran carrera internacional, algo que ya profetizó Montserrat Caballé. Si hubiese sido natural de Parma y vecina de esa ciudad, pongamos por caso, hubiese debutado en el Regio antes de triunfar en el Teatro allá Scala y en otros teatros líricos de importancia de Italia y Alemania.

En Madrid, no ha sido así. De hecho su debut estaba fijado para el año 2022 como “Abigaille”, papel con el que obtuvo recientemente un clamoroso triunfo precisamente en Parma. Mas por azares del destino su esperado debut se produjo en el Ballo in maschera que abre la presente temporada del Teatro Real. Pero fue accidentado. Su debut oficial estaba previsto en la función del día 20 de septiembre. Pero esa función se tuvo que cancelar con gran escándalo por la revuelta de unos espectadores que acusaron a la dirección del Teatro Real de no cumplir con ciertas reglas de aforo (75%)  y separación entre localidades establecidas para prevenir el posible contagio de los espectadores. Reglas, por otro lado, necesarias aunque ciertamente arbitrarias, pues no se basan en conocimientos más o menos aceptados por la comunidad científica internacional basados en la experiencia empírica, sino en intuiciones, como sucede en la mayoría de los teatros de ópera y salas de conciertos internacionales.

Finalmente ese postergado debut se produjo la tarde del 25 de septiembre, con gran éxito en una audiencia muy reducida (65%). Tengo para mí que con una sala medio llena y sobre todo con un paraíso lleno de butacas vacías, se pierde gran parte de la expectación, la emoción y el calor que hacen del triunfo en su debut de un cantante con un previsible gran futuro por delante una ocasión memorable en la historia del teatro de su ciudad natal.

Cierto que Saioa Hernández participó en el ensayo general del segundo reparto con público de menos de 35 años de edad; pero eso no puede considerarse su debut oficial.

Los espectadores que tuvieron ocasión de presenciar esa cuarta función de las 15 previstas para esta temporada, con el que se podía considerar segundo reparto, presenciaron una interpretación de “Amelia” a la altura de las grandes sopranos, pocas por otro lado, que han dejado huella en ese complejo rol, que requiere una notable paleta de colores, con preponderancia de los oscuros o dramáticos. Aunque la extensión vocal de “Amelia” no permita que reluzca totalmente el amplio rango de Saioa Hernández, la exigente tesitura del personaje requiere de una voz propiamente lírica que pueda abordar con facilidad y acierto los tintes dramáticos de los trágicos momentos por los que transcurre gran parte de este papel.

Tomo prestado de la simpática y estupenda soprano italiana Laura Giordano la definición que hizo de la cantante madrileña en una entrevista de televisión hecha con ocasión de la primera vez que Saioa Hernández participó en una Prima del Teatro allá Scala, la de la temporada 2018/19 (como “Odabella”, en Attila): “la Hernández no es una soprano, sino una cooperativa de sopranos”. Su timbre es muy personal, lo que permite seguir su canto en todos los conjuntos, incluso con el coro cantando a pleno pulmón. Saioa Hernández tiene una voz poderosa que emite con gran técnica, a la vez que es capaz de apianar conservando toda la riqueza de armónicos que caracterizan ese timbre suyo de gran personalidad.

Estuvo bien acompañada por una compañía de canto equilibrada y de calidad más que notable. Ramón Vargas (“Riccardo”) mejoró con el transcurso de la acción y dio digna réplica a una interpretación memorable de Saioa Hernández en el dúo de amor “Teco io sto”). George Petan (“Renato”) es un buen barítono, con agudos algo atenorados, que tuvo su mejor momento en su dúo con “Amelia” del tercer acto, uno de esos maravillosos dúos de soprano y barítono en los que Verdi alcanza sus mayores glorias.

Silvia Beltrami (“Ulrica”) es una mezzosoprano de buena línea de canto y poderoso registro medio, aunque ese breve papel requiere para destacar del registro grave y tenebroso de una contralto (o una mezzo capaz de abordar papeles de contralto).

La joven soprano catalana Elena Sancho Pereg compuso vocal y escénicamente al joven “Oscar”, un paje muy juvenil y desenvuelto. Es claramente una estupenda soprano ligera, de excelente técnica y suficiente coloratura para este simpático personaje.

Destacada intervención de los comprimarios Tomeu Bibiloni (“Silvano”), Daniel Giulianini (“Samuel”), Goderdzi Janelidze (“Tom”) y Jorge Rodríguez-Norton (“Juez”/”Sirviente”)

La puesta en escena es convencional dentro del estilo tradicional, aunque son innecesarias las alusiones al racismo, como no sea como homenaje a Marian Anderson que como “Ulrica” fue la primera cantante negra en aparecer en la escena de la MET de Nueva York. 

La escenografía es sucinta pero en general, de un cierto realismo esquemático hecho con buen gusto

La producción, original de La Fenice resulta algo pobre por la necesidad de adaptarla a las medidas sanitarias impuestas por la Covid 19. Tal vez por ello quedó muy deslucido el corto pero pomposo baile de máscaras con el que concluye la ópera (en esa escena Franco Zeffirelli se mostraba en toda su gloria y esplendor de escenógrafo kitsch y de desbordada suntuosidad, mas siempre con exquisito buen gusto)

El Maestro Nicola Luisotti, la orquesta y el coro (¡por fin se oyeron los bajos-barítonos!) tuvieron una noche de gloria y lograron la que para mí es la mejor música verdiana que se ha oído estos últimos años en el Teatro Real.

Como punto final quiero volver a repetir que, pese a no alcanzar la debida resonancia pues es difícil debutar con clamor en los tiempos del coranavirus, Saioa Hernández fue entusiásticamente recibida en la que debe ser su casa de ópera por excelencia.

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