Vibrantes conciertos de la Tonhalle Zúrich junto al debut en Argentina de Lisa Batiashvili.

Imagen de Vibrantes conciertos de la Tonhalle Zúrich junto al debut en Argentina de Lisa Batiashvili.

Fotografías: Liliana Morsia (Mozarteum Argentino)

Teatro Colón, 10 y 11 de Oct. 2016.

 

 

Apenas pasados diez días de sus fechas anteriores de temporada, el Mozarteum Argentino presentó en sus dos ciclos a la excelente Orquesta Tonhalle de Zúrich, dirigida por su titular, Lionel Bringuier. Fueron dos conciertos de una calidad musical notable, que sin duda van a quedar como uno de los momentos más significativos de este año.

 

A todo el mundo asombró, ya desde su salida al escenario, la corta edad del director francés Lionel Bringuier, que no sólo es quien la acompañaba en esta gira, sino que además desde hace un par de años es su Director Principal y Musical. La Tonhalle-Orchester Zürich parece estar actualmente entre las orquestas europeas de mayor nivel instrumental. Los pocos treinta años de vida de Bringuier, demostraron que son más que suficientes para tener tanto una visión vibrante del Concierto de Tchaikovsky, pero también para sumergirse en la profundidad y multiplicidad tímbrica de la Primera Sinfonía de Mahler, logrando muy acabadas versiones en ambos casos.

En el Concierto para violín y orquesta, Op.35 de Tchaikovsky, que se interpretó como primera parte en las dos fechas, la solista programada era Lisa Vatiashvili. Esta violinista georgiana  viene estableciéndose como una de las solistas más destacadas de su generación, y de hecho está por lanzarse un disco de Deutsche Grammophon donde Barenboim la dirige en esta misma obra. Su actuación en vivo fue desbordante, de un grado de proyección y brillantez notables, que por momentos hasta podía parecer algo apabullante, particularmente por cierta tendencia que se notó en la dirección a cargar la intensidad y velocidad de los finales. Pero junto con una agilidad notable, muy fluida y nada tensa, Batiashvili mostró un temperamento vivaz, que acompañaba corporalmente la expresión, estando muy compenetrada con la música y con absoluta integración con la orquesta. Además, y en contraste con esta capacidad expansiva, sus momentos intimistas mostraban una dulzura y una calidad sonora extraordinarias, logrando pianísimos íntegros con un nivel de expresividad mágico, por ejemplo hacia el final de la Canzonetta o en partes de la cadenza del Allegro moderato. Su notable nivel técnico no la lleva a tener un sonidovirtuosístico, y parte de su poder es lograr lo que hace con naturalidad.

Para mostrarla en su carácter cantabile y sutil, el bis que hizo, acompañada por las cuerdas de la orquesta, fue una versión del “Negro spiritual” basado en el Largo de la Novena Sinfonía de Dvo?ák.

 

 

El primero de los conciertos tuvo para la segunda parte el estreno argentino de una obra del húngaro Peter Eötvös. La composición, hecha para una orquesta vasca, tiene como particularidad más destacable el uso en la percusión de dos cajones, incluido uno grave, poco frecuente. La obra, llamada The gliding of the Eagle in the skies, es climática, muy apoyada en la percusión. Tras ella, la orquesta hizo una muy buena versión de la Sinfonía No. 6, Op.54 de Shostakovich. Esta atípica e intensa pieza de tres movimientos, permitió atestiguar completa a la orquesta en una obra de repertorio, ya que la visión del Tchaikovsky había sido centrada en la solista, con un rol muy moderado para los vientos, establecido así por la dirección. En la Sexta Sinfonía se pudo ver una sección de bronces muy prolija y compacta, y unas maderas de primer nivel, con excelente definición y muy seguras.

El bis de la primera noche fue la obertura de La italiana en Argel de Rossini, hecha con una maestría y conciencia estilísticas notables. Las cuerdas mostraron precisión, pero además un fraseo liviano y espumoso, que junto a la claridad de las maderas dotaron de enorme musicalidad la interpretación y le dieron cuerpo y coherencia al crescendo rossiniano.

En la segunda noche se escuchó una soberbia versión de la Sinfonía No. 1 de Mahler, en su versión más conocida, y no revisionista, de cuatro movimientos. La claridad conceptual con que fue encarada le dio una transparencia notable a la infinidad de timbres y juegos de aparición y disolución de motivos que esta extraordinaria partitura encierra. Todas las secciones mostraron un nivel instrumental de primer orden, las cuerdas con una presencia e integridad de fraseo que son una base espléndida para el resto. Los bronces, con toda la participación que tienen, desde las trompetas en interno del primer movimiento hasta el final, rindieron siempre de manera segura y eficaz. Pudo haber existido una mínima imprecisión de algún corno, pero en lo global fue insignificante. Aun en los momentos de orquesta a pleno, la resolución con que se escuchaba la línea de cada sección instrumental era sumamente acabada, rindiendo el contrapunto en toda su dimensión y multiplicidad. Realmente en todo se nota que la preparación orquestal de Lionel Bringuier es de una lucidez y entendimiento destacables, y si continúa trabajando así, no es desmedido suponer que se convierta en una de las batutas más reconocidas del mundo en los próximos años.

Para cerrar estos dos espléndidos conciertos, hicieron un bis del clarinetista -y compositor- de la orquesta Florian Walser. Una simpática obra de inspiración bucólica con temas populares suizos, que entre cencerros, alguna cita a Mahler y un par de melodías pegadizas en ostinato, terminó dejando a todo el público entusiasmado.

 

© Pablo A. Lucioni

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