Una performance extraordinaria.

Imagen de Una performance extraordinaria.

Por Pablo A. Lucioni

Fotografías: Arnaldo Colombaroli (Teatro Colón) 

Teatro Colón, función del miércoles 7/4/2016.

 

 

El segundo concierto de abono de la O.F.B.A. en principio no parecía gozar de particular atractivo. En programa había una obra china y el Concierto para oboe de Zimmermann junto a la Sinfonía No. 3, ni siquiera de las más conocidas de Prokofiev. Sin embargo, y trascendiendo inclusive a las obras, la performance de la orquesta comandada por el no muy conocido, pero extraordinariamente lúcido Zhang Guoyong, fue deslumbrante. 

 

Como obra de entrada el concierto ofreció la Suite China de Yuankai Bao, una composición que el mismo Guoyong ya ha dirigido internacionalmente, que claramente conoce, y que aparentemente es uno de esos trabajos que el gobierno chino utiliza como estandarte de difusión. Una obra llevadera, de clara impronta cinematográfica por cierta ampulosidad apoyada en su sugestión de imágenes y carácter programático. Igual es difícil que vaya a formar parte del gran repertorio, pero ya en esta suite, empezó a verse que la preparación que tenía la orquesta era de un grado de precisión, de refinamiento y entendimiento sonoro singulares.

 

La noche siguió con el Concierto para oboe y pequeña orquesta de Bernd Alois Zimmermann. Néstor Garrote, el solista de oboe de la O.F.B.A., se encargó de la parte principal desenvolviéndose bien en una composición que tiene algunas complejidades técnicas, sobre todo de agilidad, porque la obra en sí no da lugar a ningún despliegue expresivo ya que su espíritu narrativo y de desarrollo musical son mínimos. Una escritura muy apretada, de una agilidad tan reiterada como innecesaria con sobreabuso de trinos y otros recursos que poco aportan… La performance de Garrote fue buena pero para esta obra de escasa trascendencia, al punto que los moderados aplausos que no dieron ni lugar a un bis del solista, se leen fundamentalmente como una repercusión bajísima del Concierto.

 

Un apartado especial amerita la Sinfonía No. 3 que vino tras el intervalo. Si en las obras anteriores se había notado una buena preparación orquestal, en esta densa y no tan accesible composición de Prokofiev, la performance fue brillante, insólita inclusive. Zhang Guoyong se formó en Moscú, y es una suerte de especialista en repertorio ruso, pero lo que se escuchó el jueves pone en evidencia mucho más que un cabal conocimiento de la obra. La precisión, la exactitud, la unidad en fraseo, articulación, en sincronización de las entradas y ataques… todo fue inapelable, excepcional. Como decíamos, no sólo es alguien que conoce la obra, es un director con claridad y recursos extraordinarios para dar indicaciones precisas, exactas y necesariamente entendibles para cada grupo de instrumentos. Un concertador del más alto nivel que parece tener en claro cómo quiere que suene cada compás, que sabe indicar técnicamente a cada instrumento cómo eso se logra, y que además no baja sus expectativas si no lo alcanza en los primeros intentos de un ensayo: persiste. Con este tipo de trabajo claramente la Filarmónica responde y se catapulta a un nivel altísimo, demostrando su verdadera potencialidad. Cualquiera que haya asistido al Abono Tchaikovski que pre-inauguró, no hace mucho, esta temporada, y que la haya escuchado luego en este concierto, si no conoce las caras podría llegar a pensar que son dos orquestas distintas. Más allá de lo apretado y desmedido que pueda haber sido ese ciclo, si en vez de tocar todos los días es necesario esperar tres semanas entre conciertos preparados con rigor y dedicación para escuchar uno así, pocos tendrían dudas al respecto…

 

 

Prokofiev y su Tercera Sinfonía sonaron tan truculentos como el compositor quería, pero limpios, claros, discursivos. Los tuttis tenían su lógica, las secciones mostraban cada cuál su línea en los momentos complejos sin empastarse, los pianísimos tenían alma y fraseo, los ataques tenían la imponencia que la certeza y la exactitud brindan, los bronces sonaban íntegros y homogéneos, las cuerdas cantaban juntas… cuánto más amplia es la dimensión de una misma obra cuando tanto es tan puesto en evidencia por la visión que la concerta. Y sí, el protagonista fue el concertador, que trascendió el atractivo propio de algunas de estas obras. Realmente sería bueno que la O.F.B.A., e inclusive la temporada de ópera dado que es otra de sus especialidades, pasen a considerar con frecuencia a Zhang Guoyong, porque ha demostrado en la práctica, y en un concierto poco motivante en los papeles, que el fuego sagrado se puede transmitir, y cuando eso pasa, es mágico.

 

© Pablo A. Lucioni

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