Una noche estelar y emotiva para el cierre de temporada de la OFBA

Los violinistas Saravi y Vengerov tocando en el Teatro Colón

Ph. Arnaldo Colombaroli

La presencia del gran violinista ruso Maxim Vengerov se había confirmado como broche de oro para el cierre de la temporada 2023 de la Filarmónica. Más allá del atractivo de tener al astro del violín haciendo el impresionante Concierto de Sibelius, el evento también resultó la despedida de Pablo Saraví de la OFBA, institución a la cual estuvo muy relevantemente unido durante cuarenta años.

Orquesta Filarmónica, función de abono 20. Director: Elias Grandy, Violín: Maxim Vengerov.

Por Pablo A. Lucioni

 

Vengerov ya ha estado varias veces en nuestro país y ha dado tanto conciertos con orquesta como recitales acompañados con piano, alcanzando en todas sus presentaciones un nivel artístico notable. Se lo ha visto desde su juventud, cuando era una promesa del violín, y sin duda en todos estos años ha refinado su pasmosa calidad técnica, pero con ello profundizado su magia interpretativa.

El complejísimo Concierto para Violín en Re Menor de Jean Sibelius, considerado por intérpretes y estudiosos como una de las piezas cumbre en requerimientos técnicos y demandas interpretativas de todo el repertorio, se escuchó en una atrapante y lucida versión de Vengerov.  El legendario Stradivarius “Kreutzer” con el que toca, como merecido continuador de una tradición de grandes violinistas, en sus manos tiene un sonido corpóreo, denso y rico, que le dio presencia a las partes más líricas, como así también agilidad a los pasajes virtuosísticos y a las rápidas alternancias con harmónicos que Sibelius mantuvo en esta segunda versión, de 1905, de su único concierto para el instrumento. Vengerov es un gran conocedor de la obra, la cual ha tocado decenas de veces, inclusive siendo uno de los pocos intérpretes autorizados por la familia del autor para tocar la exótica, aún más demandante, primera versión de 1904. La Filarmónica, conducida por el muniqués Elías Grandy, un prometedor joven director, mostró un buen dominio sinfónico, en una versión respetuosa de la partitura, precisa y a tono con el solista.

Sumando al plato fuerte del programa, la noche del último sábado tomó el carácter de homenaje al gran violinista argentino Pablo Saraví, un respetadísimo intérprete en todos sus roles: como solista, músico de cámara y concertino de la OFBA. Sus cualidades, que trascienden lo puramente musical, y lo han convertido en un referente en el medio porteño, gran conocedor de los instrumentos de cuerdas, con notable capacidad pedagógica, un gran entendimiento estilístico y de las particularidades de la interpretación, pero además un líder corporativo indiscutido de la orquesta, antes, durante y después del concierto. Pablo supo ser, y seguirá siendo, aunque tristemente ya no desde un atril de la Filarmónica, un referente de la escena musical local. Su despedida de la institución fue en un espléndido bis junto a Vengerov, haciendo el primer movimiento del Concierto para dos violines de Bach. Una exquisitez entre ambos maestros, que acompañados por un grupo reducido de cuerdas de la orquesta, crearon una joya musical memorable. Saraví también recibió una distinción en el escenario de manos de Jorge Telerman, el director del Teatro, y una ovación del público, en un momento realmente emotivo.

Los violinistas Saravi y Vengerov saludando en el Teatro Colón
Ph. Arnaldo Colombaroli

La segunda parte del concierto, en una estructura de programación bastante atípica, tuvo primero una versión de contrastes magnificados de la Obertura Leonora de Beethoven, donde Grandy llevó a la orquesta a tempo, pero con momentos rápidos algo acelerados, en una versión atractiva, aunque probablemente no muy canónica.

La Suite del Pájaro de Fuego de Igor Stravinsky fue la obra de cierre. Se notó en general trabajada, Grandy es preciso en el podio en su despliegue gestual, y parece que en la preparación también es minucioso. La Filarmónica sonó bien, ajustada a las demandas de color y el neoclasicismo de la obra, aunque con algunas imprecisiones en la sección de bronces, por ejemplo, en la Danza Infernal.

Ya comenzado diciembre, con inminente cambio de gobierno en el ámbito nacional y una símil continuidad en el metropolitano, sigue sin respuesta la inevitable pregunta de cómo serán las cosas en 2024, y de qué manera podrán estructurarse y financiarse las temporadas sinfónica, lírica y de ballet del año próximo. En un contexto de restricciones económicas e imprevisibilidad fuerte, parece casi inevitable que el resultado artístico no esté condicionado. La excelencia y la ética al servicio del arte, como en el caso de Saraví, pueden sostener coyunturas adversas, pero no resolver mágicamente complejidades institucionales que vienen de hace tiempo y que ahora puede que queden más expuestas.

 

Pablo A. Lucioni

 

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