Función de Gran Abono, martes 15/03 PH: PRENSA TEATRO COLÓN-ARNALDO COLOMBAROLI
El inicio de la temporada lírica siempre es un evento significativo. Sumada a la expectativa que regularmente tendría, se espera que 2022 marque la vuelta a una temporada “normal” tras dos años en que la pandemia frustró buena parte de las iniciativas artísticas. Además este arranque venía precedido por una serie de conflictos internos dentro del teatro, que al menos a nivel gestual, se esperó resolver con el reemplazo en la Dirección General.
Pablo A. Lucioni
También como gesto, esta temporada proponía un arranque con un título taquillero y muy frecuentado, La Bohème, con nada menos que nueve representaciones y dos elencos. La producción es la misma de 2018, firmada por Stefano Trespidi.
Más allá de los detalles de color de una función de Gran Abono, en los cuales aparte de la presencia de celebridades, María Victoria Alcaraz y Jorge Telerman no tuvieron inconveniente en sacarse fotos y ver el espectáculo juntos, buscando, tal vez como otro gesto, marcar diferencia con previas transiciones dentro del Primero Coliseo y con recuerdos obvios a nivel nacional.
El estreno funcionó bien en general. En el primer elenco de cantantes, fue el tenor Saimir Pirgu quien se destacó especialmente. Su Rodolfo tuvo voz fluida, amplia y vibrante en general. En el Acto II, aún con las grandes masas corales y la orquestación, su voz se imponía al conjunto. Fue mucho más convincente y substancial que el Alfredo que le escuchamos en 2017.
La Mimì de Veronica Cangemi funcionó en escena, pero no parece el rol ideal para que encare en una sala grande, que le impone una serie de exigencias que ya surgen del foso, por la orquestación, y la comprometen en zonas del registro. La Musetta de la italiana Giuliana Gianfaldoni, que ni bien aparece en el Acto II muestra una convencida actitud escénica, se caracteriza por una voz bonita y limpia, pero chica, a la cual le costó mucho transmitir lo expansivo del personaje.
El resto del cuarteto de bohemios fue rioplatense y efectivo en general: el Marcello de Alfonso Mujica fue creíble y elegantemente cantado, sólido en general;Fernando Radó estuvo bien como Colline, con una buena intervención en su aria del Acto IV y el músico Shaunard de Juan Font fue histriónico y bien cantado, tal vez con no demasiado caudal.
La dirección musical del francés Alain Guingal, un experimentado director de ópera, fue bien llevada, con una concertación efectiva, puede que no muy condescendiente para las voces chicas con sonoridad de la orquesta, pero es una realidad que si se sigue la partitura con la densidad que están escritas por Puccini la mayoría de las secciones, son necesarias todas voces importantes.
Trespidi, el actual director artístico de la Arena di Verona, propone con el diseño escenográfico de Enrique Bordolini, tres ámbitos escénicos de vistosa y prolija factura, respetuosos de las múltiples indicaciones que Giacosa, Illica y particularmente Puccini, hicieron constar en el libreto.
La puesta es tan convencional como en 2018 y no exenta de cantidad de convencionalismos, con marcaciones sólo generales; uso de recursos que por reiteración se vuelven cansadores, como que cada uno de los cuatro bohemios toda vez que toman la palabra se suban a un cajón o cualquier otro elemento.
El dinamismo que tiene la partitura en el Acto I (invierno con nieve y sin calefacción) y el comienzo del Acto IV es interpretado como que debe correrse de una punta a la otra de la buhardilla frenéticamente, tirar todo lo que se pueda de unos a otros, y hasta mover un piano vertical (algo que cualquiera que haya vivido la experiencia sabrá lo difícil que es) sólo para sentar unos pocos minutos a Benoît.
Es cierto que es frecuente ver estas cosas en muchas producciones, y que algunos entendimientos de la obra la consideran una comedia con una historia trágica detrás; pero hay teatralidad más fina y rica posible para la comedia, da pena la falta de esmero en lograr algo más que esquemático. Cosas similares ocurren en el Acto II en que todo es general y payasesco. Y en la puerta del Acto III, donde el libreto que dice “la nieve lo cubre todo” y que haya un cabaret se interpreta como mujeres expuestas largamente al frío con los hombros al aire ofreciéndose a cualquiera que pasa, y “guardias adormecidos junto a un brasero” es que se acuesten a dormir en el piso (donde estuvo nevando hasta recién) en la otra punta del brasero.
Como un todo, triunfaron el colorido, las escenas de conjunto y el poder de los momentos dramáticos, en una obra que, a pesar de lo reiterado, sigue despertando risas y haciendo caer alguna lágrima, estando tan viva como hace más de un siglo.