PH: Máximo Parpagnoli.
El Ballet Estable del Teatro Colón presentó La Cenicienta, un ballet en tres actos con coreografía de Ben Stevenson, realizada en 1970 para el National Ballet of Washington. La música fue compuesta en 1945 por Sergéi Prokófiev; en esta oportunidad contó con la dirección musical del mexicano Jesús Medina.
Por Luz Lassalle – Carolina Lázzaro.
Una sala colmada de niños y niñas nos anticipa que el gran ballet de la noche es el preferido de la infancia. Y no es para menos, esta historia es, sin duda, uno de los clásicos universales de la literatura oral, llevada frecuentemente a las demás expresiones artísticas: teatro, danza, cine. La versión literaria elegida por el coreógrafo (Charles Perrault) es en todos los sentidos ATP (apta para todo público): fresca, graciosa e ingenua.
Durante la primera escena se presentan los miembros de la familia de la protagonista, Cenicienta (Macarena Giménez) quienes desarrollan este comienzo de historia con escasa danza y abundante pantomima. Las hermanastras (Paulo Marcilio y Julián Galván) resultaron las favoritas del público, que festejó cada uno de sus descuidos y tropiezos, respaldando la decisión, un tanto demodé, del coreógrafo de presentar lo travesti como sinónimo de lo grotesco. Cada detalle fue bien contado en esta obra de carácter infantil haciendo hincapié en una clara diferencia en la calidad de movimientos utilizados por los diferentes personajes. No faltaron para contar la trama los personajes secundarios como la modista y su asistente, al igual que el peluquero o el maestro de baile con el violinista; todos daban motivos para dejar en claro la torpeza de las hermanastras contrarrestando con las delicadas formas de Cenicienta. Una pantomima bien interpretada en tiempo musical y forma, que no dejaba dudas de los acontecimientos representados. La historia continúa como todos ya conocemos, en donde es el Hada Madrina que le da a Cenicienta un respiro a su amargada vida.
Un admirable intercambio de bastidores a la vista transforma el decorado para la segunda escena. Nos encontramos en la espesura de un mágico bosque es el momento en que la hadas bienhechoras van a convertir las bagatelas de Cenicienta en elementos de primera clase, adecuados para asistir al aristocrático baile. Cuatro solistas interpretarán el Hada de la Primavera (Emilia Peredo Aguirre) el Hada del Verano (Georgina Giovannoni) el Hada del Otoño (Laura Domingo) y el Hada del Invierno (Ludmila Galaverna) con hermosas y delicadas variaciones acompañadas por detalles escenotécnicos que ayudan a darle este toque mágico propio del particular momento del relato. No faltarán las libélulas, etéreas, saltarinas, que toman el timón y llevan a la protagonista por las cuatro diferentes estaciones. El acto concluye con las preciosas caracterizaciones de caballos y cocheros dotando de movimiento al simpático carruaje.
El segundo acto se desarrolla en el palacio real. Aparece aquí el protagónico masculino del cuento: el príncipe (Maximiliano Iglesias), que va a bailar con Cenicienta toda la noche, sin saber quién es; incluso su familia no la reconoce, con su nuevo y glamoroso -aunque efímero- aspecto. Destaca por su lucimiento el bufón (Jiva Velázquez) con una plasticidad inmejorable, su presentación con grandes spagats, saltos y giros ofrece a la vista del espectador un cuerpo que parece hecho de elástico. En el vals del cuerpo de baile, se destacan los cánones entrelazados, entretejidos por arabesques, pirouettes y levantadas de partenaire que denotan una gran coordinación y una excelente utilización de la particular música de Prokófiev; un deleite para el público. Como también el excelentísimo pas de deux interpretado por la pareja protagónica.
En este momento llega el momento crucial de la historia: finaliza el hechizo, y Cenicienta, vuelta de nuevo a sus harapientas ropas, en su atropellada huída pierde una de sus zapatillas de cristal.
Este zapato será el motivo del tercer acto: quien sea su dueña será la esposa del príncipe; oportunidad que no es pasada por alto por las hermanastras, que hacen hasta lo imposible por calzarse la joya, sin éxito; manteniendo siempre su papel, grotesco, cómico, exagerado. Hasta que finalmente Cenicienta manifiesta, ante el asombro de todos, ser la propietaria de las zapatillas. Este acto abre la puerta para la última escena, en donde la antigua cocina con todo el penar de la bella doncella desaparece para adentrarse nuevamente en ese bosque mágico, y poder ser parte de una nueva vida cargada de aceptación y amor.
DIRECTORA DEL BALLET ESTABLE DEL TEATRO COLÓN
Paloma Herrera
ELENCO
CENICIENTA
Macarena Giménez
PRINCIPE
Maximiliano Iglesias
HERMANASTRA MAYOR
Paulo Marcilio
HERMANASTRA MENOR
Julián Galván
PADRE
Matías De Santis
MADRASTA
Natalia Saraceno
BUFÓN
Jiva Velázquez