Por Pablo A. Lucioni
Fotografías: Enrico Fantoni (Nuova Harmonia)
Teatro Colón, 28/5/2016.
En unas semanas con extraordinaria actividad, la temporada de Nuova Harmonia presentó a la Orquesta Sinfónica de Bamberg en el Teatro Colón. Con un programa algo atípico, que a una base beethoveniana mezclaba el Concierto para Piano de Gershwin, dieron una buena performance junto al pianista polaco Maciej Pikulski, a quien habíamos conocido el año pasado como acompañante de Christianne Stotijn.
Bamberg, que es una ciudad pequeña de Baviera, es la sede de la Competencia Mahler de dirección orquestal, y a poco de haber terminado el concurso de este año, la orquesta emprendió esta gira sudamericana. No siendo una de las grandes agrupaciones europeas, la Sinfónica de Bamberg tiene bastante actividad en festivales, ha realizado muchas giras, cuenta con una linda sala de conciertos, y sin ser deslumbrante, tiene un nivel interesante.
Jonathan Nott, quien la dirigió en esta presentación, es su director artístico hasta dentro de unos meses. Se nota que se conocen y que tienen un entendimiento pleno con la orquesta. El concierto empezó con una Obertura Egmont de Beethoven ordenada y prolija, tal vez con alguna sección un poco lánguida y sin duda nada fogosa en concepción general, pero absolutamente válida.
Luego la obra central fue el particular Concierto para Piano de Gershwin. Desde el comienzo se notaba una interpretación de tipo europeo, algo cuadrada en el sentido de los acentos por parte de esta orquesta, indudablemente muy acostumbrada al romanticismo y al gran repertorio. Es que sin duda es una obra compleja donde hay claras reminiscencias del jazz pero en un formato y estructura con toda la aspiración de clásico universal. Fue la primera obra de gran escala que Gershwin orquestó integralmente, y que tal vez no cuenta con todos los recursos compositivos que él mismo tendría después, pero aún desde cierta crudeza es atractiva. Es dándole vida a esta partitura que apareció un desbalance importante con el pianista Maciej Pikulski.
En líneas generales su labor fue buena, pero indudablemente su caudal sonoro no era amplio, y el director Nott, que tenía el claro centro de funcionamiento de la orquesta en sus buenas y expresivas cuerdas, no por ser invasivo pero sí por simplemente ser concreto, ensordecía regularmente al piano, que en varios pasajes del primer y tercer movimiento simplemente era inaudible. Sabemos que estas cosas pasan cuando una orquesta se presenta en auditorios que desconoce, y que aun lo que suena razonablemente bien en ensayo, con público puede ser peor. En ese sentido el trabajo fue exiguo, la labor del pianista terminó muy empañada. Se lo pudo escuchar mejor en su bis solo con unas Variaciones sobre Rigoletto.
La pieza más importante de la noche se anticipaba que sería la Sinfonía No. 6, la Pastoral de Beethoven, y efectivamente así fue. En este caso una pieza orquestal pura que indudablemente director e instrumentistas conocen en profundidad; sonó muy ordenada, clara, discursiva… Las cuerdas mostraron esa cualidad tantas veces envidiada de las orquesta alemanas: su amplísimo margen dinámico, y al mismo tiempo una musicalidad y belleza que no desaparecen con los pianísimos ni se desdibuja más allá del forte, y que bien usadas, ya de por sí pueden ser un extraordinario vehículo expresivo. Todo sonó expuesto, cristalino, puro y preciso.
Con unos atractivos bises de Mozart y Ligeti se cerró esta presentación que más allá de algún tema como el mencionado con el piano, fue buena y redonda.
© Pablo A. Lucioni