PH: Liliana Morsia
Con una formación de 14 músicos, se presentó en el Teatro Colón La Venice Baroque Orchestra. Fundado hace 22 años por el clavecinista Andrea Marcon, este ensamble es reconocido como uno de los mejores intérpretes de la música de los siglos XVII y XVIII.
Por Sabrina Abalo.
Función: Martes 23 de abril 2019.
La joven agrupación cuenta ya con una notable trayectoria, reconocimientos de la crítica internacional y varios premios importantes como Diapasond’Or, Echo Award y Edison Award, entre otros.
El programa estuvo compuesto casi en su mayoría por obras maestras del gran compositor veneciano Antonio Vivaldi, en la primera parte se escuchó Sinfonía en Do mayor para cuerdas y bajo continuo de “L’Olimpiade”, Concierto a cuatro n.3 en Re mayor para cuerdas y bajo continuo de Baldassare Galuppi, Sinfonía en Sol mayor para cuerdas y bajo continuo de Benedetto Marcello, Concierto en Fa mayor para violín, cuerdas y bajo continuo, “Per la solennitá di San Lorenzo” y Concierto en Mi menor para violín, cuerdas y bajo continuo, estos últimos de Vivaldi.
Desde el comienzo, con los primeros y enérgicos compases de la sinfonía (recordemos que para la época “sinfonía” era una pieza orquestal que antecedía a una ópera), la orquesta tuvo una delicada performance, sonó muy correcta, respetando con exactitud la esencia de las obras barrocas. En la mitad de la primera parte se sumó al grupo el destacado violinista Giuliano Carmignola con un gran desenvolvimiento. Las obras presentan una importante demanda técnica y Carmignola demostró tener sólidas herramientas para atravesarlas con total soltura.
Coronando la segunda parte del programa la orquesta ofreció los 4 conciertos más conocidos y dramáticamente expresivos de la historia del barroco tardío: Las 4 estaciones de Antonio Vivaldi que fueron interpretadas con gran virtuosismo, donde el carismático violinista trevisano tocó ensamblado a este grupo con una destreza admirable y mostró tener un manejo muy profundo de las obras llevándolos a todos los integrantes a pasear por los constantes cambios climáticos, que justamente las estaciones sugieren. Bien plantado sobre el escenario, tocó con confianza, elegancia y una simpatía muy medida, creó un paraíso de musicalidad y demostró ante la sala que no se necesita demasiada solemnidad para tocar acertadamente partituras de esta envergadura.
Podría definirlo como el “encantador de públicos exigentes”, que cambió tempestivamente el aire del lugar por sensaciones auditivamente barrocas.
Un buen dato: los violines que toca Giuliano Carmignola son un Florenus Guidantus (Bolonia 1739) y un Pietro Guarneri (Venecia 1733).