Entrevista a la compositora, cantante y guitarrista Laura Ros. Ella es ecléctica como sus orígenes: su abuelo fue pianista de jazz, su madre es fan de Pink Floyd, pero tuvo una de las peñas más populares de los noventa en Buenos Aires, y su papá es el referente icónico del chamamé (Antonio Tarragó Ros). Laura o “Buri” hace un tiempo que pasó de hacer (durante años) sus propias composiciones y discos, a emprender el viaje sin retorno que significó descubrir el universo insondable de Joni Mitchell.
Por Natalia Cardillo.
Compositora, cantante, guitarrista. Música talentosa. Ella es ecléctica como sus orígenes: su abuelo fue pianista de jazz, su madre es fan de Pink Floyd, pero tuvo una de las peñas más populares de los noventa en Buenos Aires, y su papá es el referente icónico del chamamé (Antonio Tarragó Ros). Laura o “Buri” hace un tiempo que pasó de hacer (durante años) sus propias composiciones y discos, a emprender el viaje sin retorno que significó descubrir el universo insondable de Joni Mitchell. En una charla donde no faltaron risas, historia, música y palabras, nos cuenta sobre el próximo concierto vía streaming que dará en agosto.
¿Por qué Buri?
Buri… Mi viejo le pone apodos a todos, a todas, todes y a todos los objetos. Todos tenemos apodos. Y yo soy “Buri” porque cuando era chiquita era muy llorona (no como ahora) y estaba todo el día haciendo “buu… buri… buriii…”, y quedó de tanto “buri, buri” la onomatopeya de mi llanto infantil (risas).
Y terminó siendo un disco.
Yo en realidad “soy Buri” y fui Laura cuando comencé a tocar, ahí usé mi nombre real. Es del 2009 ese disco, o sea, hace once años. Y le puse así al disco porque quería dejar asentada mi identidad. Después se me pasó.
Ahora, ¿te reconocés más en Laura?
Sí, es muy loco eso, finalmente me reconozco más en Laura. Quizá fue el hecho de salir de una etapa de la vida y entrar en otra. Son tantas cosas las que pasan en la vida que uno pierde la cuenta a nivel emocional, pero te acostumbrás también. De repente lo que es mi identidad privada y lo que es mi identidad pública están completamente separadas en un punto, y en otro son lo mismo. Conocí gente en todos los ámbitos de mi vida, y hoy son pocos los que me dicen “Buri”. Mucha gente nueva.
¿Tiene que ver esto también quizá con tu evolución artística?
Puede ser. Dejar la nena atrás. Siempre sentí a nivel musical que tenía una personalidad muy marcada porque siempre hice lo que quise con la música, lo que me pareció. Estuve a favor de todo, en contra de todo. En ese sentido fui muy independiente. Entonces, por ahí no tanto desde lo artístico pero sí desde lo personal, fue un poco cortar con la infancia.
¿Qué escuchabas en aquella niñez?
Uh… en mi casa se escuchaba de todo, porque además pensá que cuando yo era chiquita era el principio de los años ochenta, cuando había una explosión cultural importantísima y mi mamá estaba muy metida en todo eso. Mi papá también, porque estaba muy involucrado con León (Gieco), Mercedes (Sosa), toda esa época. Mi mamá era fanática de Pink Floyd, mi abuelo era pianista de jazz. Escuchaba de todo. Después elegía las cosas como los chicos. Amaba a una cantante que se llamaba Rosa León que cantaba “Se va enredando, enredando…”
“Volver a los 17”…
Sí… Y además me gustaba cantarla bien española (risas). La tengo grabada en el alma. Luego hubo un disco que concretamente elegí, tenía nueve años y fue “Parte de la religión” de Charly García. Cuando sos chico escuchás lo que te ofrecen y el niño cree que tiene autonomía escuchando música, pero no. Así que con esa seudo autonomía elegí ese primer disco, que me fascinaba. Y luego pasé por todas las tribus urbanas. Soy amiga de gente que sigue curtiendo esas cosas; desde Salón Pueyrredón hasta amigos del conservatorio López Buchardo, de todo.
Una linda mezcla. Y al momento de cruzarte con un disco de Charly García ¿qué te pasó? Porque entiendo que el folklore estaba muy arraigado en vos.
En realidad en el folklore me metí más a mis veintipico, yo no le daba mucha bolilla al folklore. Además cuando era chica aún vivía con mi papá, él estaba justamente haciendo toda esa movida de la renovación del género y tocaba con Mercedes (Sosa), Víctor Heredia, León (Gieco). Fue la época en que ellos tocaron con David Byrne. Un momento de apertura de mi papá, en el cual justamente no tocaba o escuchaba todo el día precisamente chamamé.
Claro, no eran los exponentes más conservadores del folklore; todo lo contrario.
Exactamente. De hecho, a mi papá lo habían declarado persona no grata en Corrientes por desestructurar el chamamé. Cuando se te haga el conservador en una nota hacele recordar esto (risas).
Ese género es algo cerrado.
Imaginate hace treinta años. Él fue un gran abrecaminos. Después de Antonio Tarragó Ros, pudo existir por ejemplo el Chango Spasiuk, porque antes no se podía hacer eso. El Chango es de Misiones, pero era lo mismo. No se podía hacer. Yo entré en festivales mucho más tarde. Venía del rock en realidad y de repente me encontré siendo barwoman de una peña que tenía mi mamá que se llamó La Flor; la armó con Omar Chabán y fue una peña revolucionaria en Buenos Aires, donde era “Die Schule”. Atendía la barra y era un bicho raro, porque tenía el pelo rapado de un lado, el resto todo alborotado, mi compañera usaba rastas y estaba toda tatuada de pies a cabeza, cosa que en esa época, año 1998, no existía. Para mí el folklore era una cosa con la que tenía una distancia que me llevaba a la gente mayor, no a mis cosas. Mi mamá me invita por el año 2003 a ver a Peteco Carabajal que estaba haciendo un espectáculo que se llamaba “El baile” en el que que estaba con Demi, su hermano. Y cuando los vi… tenían una actitud con la que me sentía muy identificada respecto a lo que veía siempre tan acartonado en ese género. Ya me habían gustado los Coplanacu porque tenían una llegada más juvenil. En esa época explotó La Sole y se difundía como “el folklore joven” y nada me sonaba más viejo que esa frase, un horror. Entonces escuchaba a Peteco y a su hermano y pensaba que quizá tenían más que ver conmigo, tenían una onda increíble y me enganché. Y lo que pasó cuando me enganché fue que al hacer mi primer disco “Del aire”, me di cuenta que esas músicas ya las conocía, evidentemente las sabía. Agarré una guitarra y no tenía que estar aprendiendo a rasguear, me salía.
Siempre digo que el arte se hereda.
Es que lo estás aprendiendo, lo tenés en tu casa. Yo veía a mi viejo mover los dedos, veía cómo tocaba, lo tengo grabado. Un día le dije, en medio de un berrinche que yo no sabía tocar chamamé. Él quería que yo toque la guitarra para una entrevista que le iban a hacer, y me dijo “Agarrá la guitarra y tocá”. Yo con fastidio le respondí “Bueno, ¿qué acordes son?”. Y toqué chamamé. Sabía cómo sonaba, sabía cómo debían ir los dedos, lo sabía.
Mi primer trabajo está super atravesado por eso, el segundo es pop, nada que ver con “Buri”. Mi tercer trabajo, que es el dvd que hicimos con Federico Gil Solá “Jueves”, tiene una cosa muy de los dos mundos, del rock y del folklore, muy fusionados. Y lo loco es que pareciera que yo traigo el folklore y él todo el rock, y en realidad es algo mucho más mezclado que eso. Después hice “Atar” mucho más folklórico que otros discos pero con mucho rock encima.
Es eléctrico.
Muy eléctrico. Y después tuve a Violeta, mi hija. El último tiempo, antes de que ella naciera, ya me sentía distanciada de lo que hacía, no sentía una conexión completa. Todo me resultaba muy cuesta arriba, estaba cansada del esfuerzo que implicaba meter treinta personas en un boliche (treinta personas, no cinco mil). Y me dije “¿Tengo realmente tantas ganas de tocar? No sé” y me permití decir “No tengo ganas ahora”.
Y en general cuando uno se libera así después todo fluye más, ¿no?
¡Sí! Totalmente. En un momento pensé en tantos años de trabajo, en lo que me costó construir un nombre. Después lo pensaba cinco minutos más y me decía “no me importa”. Cuando vino Violeta hacía tiempo que yo no estaba tocando, y comencé a conectar cantándole a ella sobre el disco de “Hits” de Joni Mitchell; ese compilado genial que lo hizo ella misma. Cantaba para cantarle a Violeta y descubrí que estaba cantando un montón, con el gusto de cantar. Un día dije “Este tema de Joni lo quiero sacar”. Era Help Me. Busqué un karaoke, porque no quería tocar la guitarra; llegué a ese nivel de resistencia. Luego agarré el tema “Coyote” y no lo podía cantar, no entendía lo que estaba pasando rítmicamente y me dije “voy a tener que tocarlo en la viola porque si no, no voy a entender”. Ahí recordé lo de las afinaciones distintas de Joni y dije “bueno… voy a afinar como afina ella” medio como diciendo ¡qué manía la de esta mujer! Busqué en su página donde están sus afinaciones, lo saqué con ayuda de un video de un show de ella en donde pude ver en un momento cómo ponía las manos, y cuando lo saqué empecé a entender finalmente lo que pasaba en esa canción. Es una especie de rap, que en lugar de tener estrofa estribillo – estrofa estribillo, tiene cuatro estrofas grandes, etc; entendí la estructura, y lo empecé a tocar fascinada. De repente me di cuenta que pasaba de una afinación a otra sin ningún problema. Estaba acostumbrada. En los asados era a la que llamaban para afinar las guitarras (risas).
Hoy hago shows en donde uso quince afinaciones distintas y las voy cambiando durante el concierto y a la gente le encanta eso porque pasa algo más allá.
Creo que la gente, en general, está tácitamente entrenada para escuchar más simple y comercialmente algo, y con esto no se puede de esos modos. Uno se ve obligado a ser más abierto, de cabeza, de corazón, de oído.
Así es. Mirá, por ejemplo – y comienza a probar distintas guitarras con sus diferentes afinaciones- este Mi te suena familiar y luego tomás esta guitarra afinada para Help Me y escuchá como suena al aire: totalmente diferente. Las posiciones son otras, no existen estas posiciones – y sigue tocando-. No sé, acordes mayores al aire, tocás tal cuerda y la convertís en una novena… es otro mundo.
Y ahí te diste cuenta de lo que tenías delante, con el mundo Joni Mitchell.
¡Claro! Yo sabía cómo era, había leído su biografía, estaba muy copada con el personaje además. Investigué luego lo que pasaba en sus guitarras y fui descubriendo a Joni Mitchell. De ahí el nombre de mi concierto actual “Descubriendo a Joni Mitchell”. Porque además siento que mucha gente flashea, gente incluso que le gusta lo que ella hace, al hacer este show que incluye toda esta complejidad… porque hay en el mundo montones de homenajes a Joni Mitchell, pero en ninguno se toca con las afinaciones originales. Y como tengo un rango de voz bastante amplio, puedo tocar temas de sus primeras épocas y de las más recientes. Hoy en día con dos octavas menos en la voz, ella hace unos discos también increíbles. Me pareció divertido desde ese lugar.
La gente que asiste a tus conciertos, ¿es un público también de culto?
Hay de todo. Se sumó gente que me conocía a mí y no a la obra de Mitchell, y se empezaron a copar con ella. Luego fans de Joni que a través de videos vieron lo que hago, y también me pasó que aparezca gente porque alguien le dijo. Es una figura de culto Joni Mitchell, claramente. Es una figurita muy difícil con la cual meterse. Quien me conoce sabe que jamás hablé de algo hecho por mí con un nivel máximo de orgullo, pero me siento ahí al ciento por ciento de lo que puedo hacer como cantante y como guitarrista; no quiere decir que ese cien con el tiempo no sea más, pero hoy me siento al cien.
Quizá aquel impasse, pre maternidad, te vino bien para redescubrirte como artista.
Tuve que parar la pelota porque no me estaba viendo en ese lugar. Además, por ejemplo, hablando de folklore o no folklore: si yo tenía trabajo era en el ámbito del folklore, pero siempre me sentí muy ajena. Nunca en mi vida vi un festival por la televisión, nunca en mi vida fui a Cosquín a ver y escuchar. Toqué en Cosquín, muchos años seguidos, y era como la figurita rara que ponían. Para mí yo no era rara. El otro día hablábamos con mi compañero, cuando finalmente nos pusimos a ver un festival por la televisión, y yo dije “¡claro, yo era un extraterrestre ahí y no me daba cuenta!”. Me sentía incómoda pero no me daba cuenta hasta qué punto eso no tenía nada que ver conmigo.
Ahí hacías tus temas.
Claro, tocaba mis canciones. Algo adaptadas algunas; no iba a hacer el blues. Hacía temas acordes a la situación por una cuestión de no faltarle el respeto a la gente que va allí.
Igualmente, ahora están intentando hacer esas melange…
Sí, pero yo trato de respetar a la gente que pagó una entrada para escuchar folklore. Vi unas cosas que… quizá es algo hermoso que yo no lo sé ver, pero no tiene nada que ver conmigo. Y de repente me digo que con razón me sentía rara. No es mi mundo. No iba a peñas, por ejemplo. Iba con Demi, el hermano de Peteco, porque me arrastraba y era divertido, pero iba de visitante, siempre. No sé, quizá el día de mañana me re copo y compongo una chacarera. Hoy en día estoy con una fobia por las cuerdas de nylon, me remite al folklore. Sé que es una etapa, pero me está pasando eso.
Siempre agradeciendo el recorrido igual.
Sí, re. Hoy escucho mis discos y están buenos. Uno con los años vuelve a escucharse y siempre piensa en mejorar algo, pero son cosas que nunca fueron hechas así nomás. Es digno lo hecho. Hay temas que me parecen muy buenos, otros mediocres, pero bueno, ahora estoy sumergida en este “ser intérprete”.
¿Cuánto hace que venís con este trabajo de descubrimiento de Joni Mitchell?
Un año, aproximadamente.
Parece más.
Es que pasaron muchas cosas en poco tiempo. En un mes en que Violeta comenzó el jardín de infantes, en lugar de ponerme horas ansiosa a pensar en ella, dije “¿y si me pongo a cantar?”. Y así fue. Fue una manera de lidiar con esa separación de la nena que estuvo buenísimo y me surgió cantar y tocar lo que tenía ganas. Y ahí fue cuando sucedió lo que te contaba antes con Help Me. Nos juntábamos con Federico, mi marido, a tocar, él con la batería y yo cantando, y él me decía “tenés que tocar la guitarra” y yo chillaba “no voy a tocar más la guitarra” (risas). Y mirame ahora. Viendo posiciones nuevas en la guitarra todos los días. Ahora también meto afinaciones mías para temas en piano de Mitchell. Estoy apasionada.
Quizá mañana surja a raíz de esto, otra cosa.
Tal vez. Hoy en día estoy muy copada con esto, me da mucho placer.
Las cosas cuando tienen que ser fluyen.
Totalmente, sí. Es eso, y además la vida no te da garantía de nada. El día de mañana quizá haya otra cosa. Hoy por hoy hago este show y la gente va. Antes tenía que estar haciendo meses de prensa. Ahora publico en redes y la gente va a los conciertos. Lo otro no era mi mundo tampoco; haciendo prensa en medios masivos me sentía forzada, expuesta, quizá suene exagerado, pero me sentía prostituída.
Era ser parte de una maquinaria de la que no querés ser parte.
Claro. Aunque no es todo lo mismo, he ido a lo de (Juan Alberto) Badía y fue maravilloso. Prefiero que pongan el disco que me maté masterizando horas (risas). Entré en un punto medio punk de cortar negociaciones. Me encanta que vaya gente a mis shows, tengo mi ego, el que no lo tiene no se sube al escenario. La última vez que hicimos show en Bebop se agotaron las entradas; en mi vida me había sucedido algo así. A veces no llegaba a cubrir gastos. Decidí disfrutar esto y si tocaba para diez personas, tocaba para diez personas… y se agotaban las entradas. No hay explicación. Las cosas suceden o no. O pasan y dejar de pasar. Me metí con una figura muy impresionante, muy rica, muy profunda y me metí de lleno con toda el alma.
Ahí está el punto.
Personas que aman a Joni y han venido, se fueron felices y eso me dice que lo estoy haciendo desde el lugar correcto. Podré cantar mejor, tocar mejor, lo que quieras, pero estoy conectada, de eso estoy segura. Se han aparecido en los conciertos Gloria Guerrero y Pipo Lernoud, dos tremendos referentes del periodismo musical y casi me muero porque estaban flasheados. Es gente que conoce muy bien esa obra y dije “no lo estoy haciendo tan mal”. Machi Ruffino vino y estaba copadísimo. Mensajes de voz que tengo guardados, son muy emocionantes. Es eso, es hacer las cosas con pasión. Yo siempre le metí mucha responsabilidad y a la vez me apasionaba, pero esto nunca me había pasado. Este nivel de conexión me traspasó. No veo la hora siempre de subir a tocar. Pasé de tocar para no perder técnica, a esperar a agarrar la guitarra, como una nena.
¿Grabaciones?
Estuve pensando en hacer un disco… tal vez. Fede quiere que grabe; él me empuja a todo, además de estar tocando conmigo. Hay temas que los hago tal cual, respeto cada arreglo, las afinaciones las respeto siempre, pero hay temas que tienen adaptaciones de piano a guitarra; Woodstock, My Old Man y otros. Pero quizá me vaya convenciendo de hacer un disco.
Desde vos, a nivel personal con todo esto incluso que te sucedió, y más allá de todo ¿qué crees que Joni Mitchell aportó en la música?
Uff… Ella aportó una complejidad en la melodía, tejida con otra complejidad en la letra que no se hizo antes y tampoco después. Ella dice que su gran influencia era Miles Davis, y claro, escuchás melodías de ella y es verdad: las formas de frasear, los silencios… Después otras cantautoras vienen más del mundo del folk, hay cosas hermosísimas. Soy fan de Susan Tedeschi, Bonnie Raitt, las amo, pero Joni traía esa cosita con el jazz que le permitió una vuelta de tuerca. Incluso en sus primeras canciones, que son mucho más simples melódicamente, pero todo tiene esa vueltita, eso distinto, eso que no hubiera hecho cualquiera. El hecho de experimentar con las afinaciones y que suene algo distinto viene de una mente que está buscando crear desde otro lugar. A nivel poesía, yo amo mucho y profundamente a Bob Dylan, pero para mí Joni tiene, poéticamente, las características de Dylan y además la complejidad musical que ninguno alcanzó.
Es un hecho histórico lo que hizo Joni Mitchell en la música y creo que influyó mucho más de lo que se sabe. Por eso el nombre de este concierto me parece más que apropiado, porque siempre descubriendo a Joni Mitchell te vas a sorprender con algo nuevo. Siempre hay más.
Y siempre va a haber alguien que la descubra por primera vez. Lamentablemente no está tan escuchada como debería.
Totalmente. Ni escuchada, ni entendido su valor como artista.
Sí, como artista en general. Ella, entre otras cosas, además es pintora.
Es insoportable (risas), es mucho.
Cinco canciones que más te gusten de Mitchell.
Uy… Es muy difícil. Va variando. Tema que me rompe, por ejemplo, Little Green. Después, Amelia, Coyote… Es imposible una elección. Shadows and light… Diez más, no sé. En un momento estaba muy flasheada con Circle Game, porque es una canción tan perfecta en todo que cierra el círculo justamente de todo. Musicalmente tiene que ver con esa descripción del círculo de la vida. Es un tema construido tan perfecto que es como una canción de cuna, pero no lo es.
Es la canción que le cantabas en aquel comienzo a Violeta, tu hija, ¿no?
Sí. Y el que más le gusta a ella ahora y se pone a bailar es obviamente Big Yellow Taxi (risas).
La niña que escucha Joni Mitchell.
Si, pobre Violeta, fue torturada todo este tiempo. Cuando quiero estudiar un tema y no puedo subir a trabajar, lo pongo en repeat a full.
En medio de todo esto, ¿cómo es trabajar con tu marido? Más todo el bagaje que ya trae por sí mismo Federico Gil Solá como músico.
Hemos logrado un equilibrio. En realidad el trabajo en este proyecto es muy mío. Él arma lo que va a tocar con la batería en base al trabajo que yo vengo haciendo. Alito (Spina) y Fede se acoplan un poco a eso. Fede la ama y me ama a mí (risas) y le encanta todo esto. Nos pasa en los shows que lo miro a él y lo veo con las lágrimas que le caen. Hay fotos de eso, no sabés lo que es.
¡Qué lindo eso!
Se conmueve mucho y desde ese lugar acompaña. Él sabe que tiene mucho que ver con que yo esté haciendo esto, lo que me produce, lo feliz que me hace. Acompaña y me deja hacer mis experimentos, investigar. Ua vez por semana nos juntamos a tocar. El resto de los días trabajo sola. Y él sigue muy a full con sus cosas que son mil. Y Alito, que es el bajista que está tocando en este proyecto, cuando le propusimos esto le encantó porque él decía que Mitchell era su asignatura pendiente. Además con Alito me pasa que canto el tema y siempre que levanto la vista está con los ojos cerrados volando con la canción y ahí digo “sí, sólo por eso, tocá conmigo para siempre” (risas). Porque es atención, atención con el cuerpo; lo entendió. Esto es para vibrar lo que se hace, para sentirlo y estamos los tres en esa misma sintonía. Con Fede somos pareja, obvio que a veces sucede que tenemos días y días, pero al momento de ensayar pasa todo.
El otro día leí que la música debe ser más fuerte que los problemas, y es tan cierto eso.
Absolutamente. Además cuando estás ejecutando tenés que conectar, porque si no, no funciona. Es un espacio sagrado, de disfrute, de conexión.
Veo que tenés una llegada a la página de Joni, ellos cuelgan tus cosas, tenés una cercanía con quienes organizan sus redes y de alguna manera con ella. Una vez escuché que Charly García se conformaría con ser el pianista de Joni Mitchell… ¿Vos te conformarías con ser su guitarrista?
Yo me conformaría con que me salude y me diga “cantás bastante bien” (risas). Fede vivió en Estados Unidos veinte años y uno de los productores con los que trabajó es muy amigo de Joni, Howard Stern, así que le escribió hace poco mandándole mi versión de Woodstock. Y la verdad me gustaría que a ella le llegue que “en el cono sur hay una piba que está haciendo esos temas con las afinaciones originales”, cosa que sé que ella valoraría, “y que hace adaptaciones con afinaciones alternativas, y canta, etc”. En algún momento le va a llegar algo. Y cuando me pidieron la transcripción de mi versión de Woodstock me morí. Fue una reafirmación mía, pero externa, de algo que yo sentía; yo sabía que estaba bueno, pero saber eso fue lo más. A partir de allí quedamos en contacto con Susan que está a cargo de las páginas oficiales. Ahora me aceptan hasta que les mande los datos de mis shows y los suben. Mis eventos ahora aparecen organizados por Laura Ros y “jonimitchell.com”, es muy loco.
¿Un álbum para recomendar?
Depende. Si sos un novato total en Joni y nunca la escuchaste yo te diría que son dos discos: “Court and spark” y “Hejira”. Porque en el primero que mencioné, ella tiene una voz que todavía conserva los agudos, pero no tiene esos agudos algo chillones de sus primeros discos que molestan a algunos, no a mí, pero pasa; y ahí ya tiene un color, unos graves que al principio no tenía. Ella odia su voz de los primeros discos; muy gracioso, no le gustaba como colocaba su voz en la nariz, etc. Y en Hejira tiene esa voz ya super profunda, con un color y un cuerpo increíbles, y ahí además ya está pasando a otra página a nivel musical. Después bueno, ahí sí, agarrá “Blue”, al cual hay que escuchar sí o sí. Hay temas de ese disco que hay que escuchar. No lo recomiendo primero porque, en su momento, cuando salió Blue, costó un poco su aceptación porque es un disco más difícil, es más profundo. Por ejemplo el tema My Old Man, que lo pasé a guitarra, lo amo, a mí me volvió loca. Después de escuchar ese disco cinco veces, paré en ese tema y dije “¿qué está haciendo acá esta mujer?”.
Al momento de elegir temas para el repertorio, ¿cuál es tu criterio?
Lo que necesite y sienta. A veces pienso en temas de los ochenta que pueden quedar buenos y selecciono uno. Abarco bastante de su discografía. Hay discos que aún me faltan abordar un poco. De Blue tuve que sacar, porque si no es el concierto de Blue (risas). Son aproximadamente dieciocho temas en el repertorio cubriendo siete u ocho discos.
¿Y tenés un concierto en agosto? ¿Qué habrá allí?
Es un repertorio más o menos como el que vengo haciendo, aunque agrego un tema siempre. Agrego y saco, lógicamente, y eso me cuesta un montón. Es una lucha. Para este show agregué dos temas. Uno lo vengo armando, y no te voy a decir cuál es, porque vengo super enchufada. Es una especie de tesis sobre Joni Mitchell (risas). Y después… la idea es que siempre se queden con ganas de más.
Descubriendo a Joni Mitchell
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Agosto 2020