Por Pablo A. Lucioni
Fotografías: Liliana Morsia (Mozarteum Argentino)
Teatro Colón, 30/5/2016.
Más allá de toda simpatía localista que puede, y seguramente merece despertar, cada vez que Nelson Goerner vuelve para presentarse en Argentina, sus recitales son de un nivel artístico excepcional. En dos conciertos que resultaron deslumbrantes repitió un atractivo programa para ambos Ciclos del Mozarteum.
Habiendo sido profeta en su tierra también, desde que Goerner vive en Suiza, y aun con un actividad internacional intensa, cada una de sus vueltas es un evento esperado, y termina siendo una ratificación de su profesionalismo, su regularidad notable por una calidad técnica e interpretativa que jamás parece estar afectada o fuera de su punto óptimo, y una sencillez y un carisma que no lo abandonan por más que siga escalando en significación y relevancia dentrodel ranking de los pianistas mundiales.
En esta ocasión el recital que brindó empezó con la Chacona en Sol mayor HWV435 de Händel, que como apertura ya era más que promisoria, y donde uno como espectador vuelve a recordar las distintas cualidades que lo hacen un pianista de excepción: una claridad absoluta, la precisión técnica, su musicalidad, y esa permanente puesta en evidencia de un trabajo enorme y detallado de las obras que no por eso lo vuelve cerebral o sobre-analítico.
El ciclo Davidsbündlertänze (Danzas de la liga de David) Op. 6 de Robert Schumann es una interesante serie de composiciones que no tiene tanta presencia en los programas de recital. Si hay algo que las caracteriza es su dialéctica contrastante entre dos heterónimos: Eusebio y Florestán. Goerner supo darle individualidad a los dos caracteres (más aplacado y lírico uno, y más sanguíneo y temperamental el otro), pero manteniendo una coherencia absoluta del ciclo, que en su desarrollo tuvo amplísimos matices, perfecta generación de atmósferas y tesitura según correspondía… Todo en su punto justo.
La segunda parte estuvo dedicada a Chopin, un autor con el que Goerner siempre ha tenido una importante afinidad, y del cual cada vez más es tenido como un referente mundial en interpretación. El demandante e intenso Scherzo No. 3 Op. 39 fue un gran ejemplo de autoridad frente al teclado, cubriendo con holgura sus exigencias y su carácter agotador para el pianista. También cabe destacar la resolución de la Polonesa Op.53 “Heroica”, otra obra de fuste que denotó hasta el final garra y plasticidad simultáneas, con una precisión que a pesar de ya estar terminando un no breve programa seguía manteniéndose ajustada y fresca.
Como la respuesta del público fue clara terminó la noche con bises de Scriabin y un riquísimo Estudio para la mano izquierda de Blumenfeld, técnica y sonoramente inobjetable. Ante los aplausos que continuaban salió para terminar con un Preludio de Chopin otra noche magnífica
en el Colón junto a este gran pianista.
Tendremos una nueva oportunidad de escucharlo este año el 15 de diciembre haciendo nada menos que el Concierto No. 1 de Tchaikovski en el ciclo de la Filarmónica de Buenos Aires. La cita parece obligada.
© Pablo A. Lucioni