Alessio Bax junto a Lucille Chung en el ciclo de la O.F.B.A. Teatro Colón, jueves 22/10/2015.
por Pablo A. Lucioni
Después de los dos muy buenos conciertos que ofreció para el Mozarteum, Bax continuó su actividad en Buenos Aires, y se presentó junto a su esposa, la pianista Lucille Chung, en un muy simbiótico Concierto para dos pianos No. 10 de Mozart junto a la Filarmónica, que luego tocó también una atractiva selección de las Suites de Roméo y Julieta de Prokofiev.
El concierto No. 10, el cual se entiende que Mozart compuso para ejecutar con su hermana “Nannerl”, pareciera ya tradición que debe ser tocado, y de hecho tiene varias grabaciones así, en el formato pianista hombre / pianista mujer.
Sin duda no es una obra revolucionaria, y ni siquiera innovadora dentro de la producción mozartiana, ya que su clasicismo es total. Sólo se destacan algunas pocas armonías muy levemente provocativas, y el uso de algún que otro intervalo no tan tradicional, especialmente en el segundo movimiento.
Chung y Bax hicieron una lectura equilibrada, elegante pero sin nada de pompa, siempre fresca, y donde con bastante tino se puso el acento en lo que parece ser la expectativa principal de la obra: lograr un nivel de juego e interlocución fluido entre los pianos, que arme esos diálogos entre dos voces que indudablemente hablan el mismo idioma. La obra no muestra tensiones sino colaboración, y la pareja hizo gala de un entendimiento y sincronismo notables, mucho más perceptibles en el tercer movimiento, el rondó, que es un allegro donde hay más desafíos para esa conversación musical. Lucille Chung, a pesar de tener apellido y rostro innegablemente coreanos, es nacida en Canadá, y fuera de lo musical, tiene una gestualidad, soltura corporal y de movimientos, que son absolutamente occidentales. Por eso es que no desentona en nada con el italianismo de Bax, y sentados en los pianos enfrentados, o de pie, ya terminado el concierto, se los ve tener un gran entendimiento.
Lo poco expansivo de la obra hizo que el público sólo la aplaudiera moderadamente, al punto que no era seguro un bis por la reacción parca de la audiencia. Pero finalmente se sentaron los dos en el mismo piano, y tras una aparatosa pero simpática aclaración de “Estamos casados” con la cual Bax justificó la cercanía de ambos, hicieron una versión de un arreglo a cuatro manos de Libertango de Piazzolla, que por cómo están trabajados sus motivos temáticos, se tarda un rato en llegar a reconocer. Curiosamente, el público, al entender de qué se trataba, terminó aplaudiendo de forma abrumadoramente más entusiasta que la obra de Mozart.
La segunda parte del concierto fue con una selección de las suites de Prokofiev sobre el ballet Romeo y Julieta. Como se sabe, el Ballet Estable estuvo haciendo justamente esta obra hasta la semana anterior, y no con la Orquesta Estable, sino precisamente con la Filarmónica. Así que los instrumentistas venían ya con una práctica importante, aunque haya sido con la dirección de Emmanuel Siffert, y no con la de Diemecke. El programa incluyó una algo mezclada selección de las Suites No.1 y No.2, algo que ya está asumido que puede combinarse con libertad y sin parecer arbitrario. La orquesta estuvo ampliada con los seis cornos, celesta, saxo tenor y todo lo que pide la partitura.
La lectura de Diemecke, con un enfoque no muy distinto al que se trabajó para el ballet, fue bastante ordenada, consiguiéndose muchas de las distintas atmósferas que la compleja escritura orquestal y rítmica propone. Más allá de lo programático y la insinuación de imágenes, que fueron efectivas, la visceralidad y paleta de recursos musicales sin temor al desagrado que con toda intención Prokofiev puso en juego, estuvieron presentes. Es cierto que ya desde los escandalosos llamados disonantes del primer cuadro Montescos y Capuletos de la Suite No.2, algunas cuestiones con el ensamble de los bronces, y en particular de la falta de homogeneidad de los cornos, estuvieron presentes en todo el resto de la obra. La presencia frecuente de clusters como los que usa Prokofiev agregando voces con sentido disonante, puede hacer todavía más evidente la inexactitud de afinación. Pero en general, el trabajo de las maderas y las cuerdas fue prolijo, e independientemente de esos detalles técnicos, la versión de esta nada sencilla obra fue válida, y preparó nuestra expectativa para el Ángel de Fuego, esa extraordinaria ópera del autor que sigue en la temporada lírica.
Una grabación de Libertango como el bis que hicieron en el Colón:
https://www.youtube.com/watch?v=QVQxMJKvjbA
Otra versión, con diferencias musicales, pero prolijamente grabada en estudio:
https://www.youtube.com/watch?v=oLnduE3Wn1I
© Pablo A. Lucioni