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Saúl, tu conexión con la música viene desde la infancia, cuando escuchabas tangos en piano. ¿Cómo recordás la transición de ser oyente a crear y tocar tus propias obras?
Mi conexión con la música comenzó en la infancia, gracias a mi madre, que tocaba muy bien el piano. Ella había estudiado en un conservatorio y tocaba música clásica, pero también tenía una gran pasión por el tango. Solía comprar partituras de los temas nuevos que salían, los tocaba en el piano y los tarareaba con entusiasmo, aunque sin cantar la letra.
La transición de ser oyente a crear y tocar mis propias obras fue un proceso de años. Estudié cinco años de composición y orquestación con el maestro Guillermo Grätzer, y también piano con Galia Schalman, una pianista excepcional. Mi inclinación por la composición empezó a los 15 años, pero considero que mi primera obra de la que realmente puedo estar orgulloso fue Tango Barroco, en 1970.
Recuerdo que siempre le mostraba mis composiciones a Astor Piazzolla, quien solía hacerme correcciones o comentarios. Pero esa vez fue distinto. Llevé la partitura a su casa, la puse en su piano y toqué esa melodía barroca que, en ese momento, se llamaba Reina, en honor a mi mujer, que entonces era mi novia y había sido coronada como reina de las azafatas. Al terminar, Piazzolla me dijo: “Esta es la primera composición que me traés y que no tengo que corregir nada.”
Ese momento fue muy significativo para mí; siempre digo que fue el día en que me recibí de compositor. Esa seguridad que sentí a partir de ahí me impulsó a crear más obras y con mayor confianza en mi propio lenguaje musical.
Algo que llama la atención en tu historia es tu carrera como piloto comercial. ¿Cómo convivían en tu vida la aviación y la música?
Estudié para ser piloto comercial durante cinco años, y convivía perfectamente con la música, porque en ese tiempo seguía tomando clases de composición y orquestación con el maestro Guillermo Grätzer. Recuerdo que, cuando tenía que viajar, él siempre me acomodaba el horario de las clases. Le decía, por ejemplo: “Me voy a Nueva York hasta el día 8,” y él me respondía: “Perfecto, vení el 11.” Era muy flexible, y eso me permitió avanzar en ambos caminos sin problemas.
En 1981, ya trabajando como piloto, decidí reunir a un grupo de seis músicos para grabar mis primeras composiciones. Coordinar los horarios fue todo un desafío, porque el estudio de grabación tenía que estar disponible justo cuando yo estaba en Buenos Aires, y además había que coordinar con los otros músicos. Pero estaba tan entusiasmado que logramos sacar adelante esas primeras grabaciones.
En 1983, lanzamos mi primer disco con RCA Victor, y el mismo grupo, llamado Vanguardia, continuó trabajando conmigo para lanzar el segundo álbum en 1985 y el tercero en 1990. Fueron proyectos llenos de esfuerzo y pasión, con músicos excelentes que dejaron una huella en mi carrera musical.
Tu relación con Astor Piazzolla parece haber sido un momento decisivo en tu carrera. Además, Piazzolla se convirtió en tu mentor y amigo. ¿Qué es lo más importante que te enseñó sobre la música y la composición?
Antes de estudiar composición y orquestación, estaba tomando clases de armonía con Carlos García, un músico excepcional que dirigió la Orquesta de Tango de la Ciudad de Buenos Aires hasta su fallecimiento. En ese entonces, había escuchado el primer disco que Astor Piazzolla grabó en Francia, y quedé fascinado. Era algo completamente distinto a cualquier otro músico de tango, una propuesta maravillosa. Inspirado por ese sonido, compuse algo en esa línea y se lo llevé a mi maestro, Carlos García. Después de escucharlo, me dijo: “Esto tiene que escucharlo Astor Piazzolla.”
Para mí, escuchar eso fue increíble. Le respondí que no lo conocía, pero Carlos sí, y organizó un encuentro para que le mostrara mi trabajo. Recuerdo que fui a una radio donde Piazzolla estaba tocando en vivo con su grupo. Cuando terminaron, el público y algunos músicos comenzaron a retirarse, y yo me acerqué a él. Me reconoció de inmediato y me dijo: “Vos venís a mostrarme un tema.” Me hizo sentar al piano y le pidió a su pianista que se quedara también.
Toqué mi composición, pero estaba temblando de los nervios. Cuando terminé, me preguntó si tenía algo más, y toqué otra pieza. Luego, se acercó al piano, me dio su número de teléfono y me dijo: “Llamame cuando puedas y venite a casa, pero traé las partituras para que las pueda leer.”
A los pocos días lo llamé y fui a su casa, en Entre Ríos 505, que hoy tiene una placa conmemorativa que dice: “Aquí vivió Astor Piazzolla.” Le llevé las partituras, y él empezó a analizarlas detenidamente, sin tocarlas. Me iba marcando cambios: “Esto no va, esto cambialo todo, acá agregá cuatro compases.” Así fue guiándome, enseñándome a perfeccionar cada obra.
«Me alegro que sigas estudiando y no me digas que te doy con el hacha. No es cierto, solo opino según mi honesto criterio lo que es tu música. Para mí seguís siendo el compositor con más posibilidades de todos los demás, para mi juicio tenés la ventaja de estudiar y sentís Buenos Aires como yo. No te me achanchés. Estudiá la otra música para hacer bien lo nuestro. Te felicito por insistir en ser músico.”
Tu amigo, Astor Piazzolla.
Hablando de tu propio estilo, ¿cómo describirías tu enfoque hacia el tango moderno?
Mi música es muy distinta a la de Piazzolla, realmente muy distinta. Recuerdo que un día le pregunté directamente: “¿Te parece que yo te copio?” Y él me respondió: “No, para nada.” Es que él tenía un vuelo impresionante, era un músico increíble, único.
En cuanto a mi música, diría que es bastante especial. De hecho, me doy cuenta de que no hay grupos que interpreten mis obras; los tangueros no suelen acercarse a mi estilo. Para que se escuche mi música, tendría que volver a formar un grupo y tocarla yo mismo, pero a mis 89 años ya no tengo esas ganas.
Creo que eso mismo define mi enfoque hacia el tango moderno: un estilo muy propio que yo llamo tango de cámara. Es una música que invita a ser escuchada detenidamente. Si alguien quiere conocerla, puede buscar en YouTube: “Saúl Cosentino,” donde encontrarán muchas grabaciones mías.
«Cada homenaje que recibo es un regalo inmenso, y este próximo concierto no es la excepción. Estoy muy feliz de que sigan celebrando mi música.»
También tendrán la oportunidad en vivo, ya que el próximo 29 de noviembre serás nuevamente homenajeado en un concierto donde tus obras serán interpretadas por los reconocidos músicos Daniel Goldstein, Diana Lopszyc, Nélida Sánchez y la violinista húngara Édua Zádory. ¿Cómo se siente ser el centro de este evento?
Me siento totalmente feliz, sobre todo porque son personas maravillosas y músicos excepcionales. Con Daniel Goldstein tenemos una amistad de años; tocamos juntos a cuatro manos durante cerca de seis años, y él siempre encuentra maneras de homenajearme. El año pasado, por ejemplo, organizó un concierto precioso en el que participaron seis pianistas y Édua Zádory. Tocaron muchas de mis obras: a cuatro manos, para piano y violín, y también para piano solo. Fue muy especial.
Con Édua, la violinista húngara que vive en Viena, nos conocimos cuando vino a Buenos Aires. Daniel y yo le mostramos algunas de mis composiciones y le encantaron. Desde entonces, ella las ha interpretado incluso en Europa. Es increíble cómo músicos extranjeros, especialmente los de formación clásica, parecen valorar mucho mi música, quizá más que el grueso de músicos argentinos.
Recuerdo también otros momentos inolvidables, como cuando cumplí 80 años y me homenajearon en un teatro maravilloso de Berlín. Al final del concierto, me pidieron que tocara solo y elegí una de mis piezas favoritas, Poema. Fue un momento mágico: cuando terminé, todo el teatro se puso de pie para aplaudir, y los músicos se acercaron a saludarme. Fue una experiencia única.
Por eso, cada homenaje que recibo es un regalo inmenso, y este próximo concierto no es la excepción. Estoy muy feliz de que sigan celebrando mi música.
Tu obra ha llegado a escenarios internacionales, incluyendo el concierto en el Berliner Philharmonie en 2015. ¿Hay alguna obra en especial que te emocione ver interpretada en esta ocasión, frente a un público que tal vez te sigue desde hace años?
Sí, hay muchas piezas que me emocionan profundamente, incluso a veces me pregunto cómo las compuse (risas). Entre mis favoritas está Los cielos más altos, una obra muy especial dedicada a un amigo íntimo, un piloto de la Fuerza Aérea Argentina que falleció joven en un accidente de tránsito. Es una pieza que salió directamente del corazón y del alma.
Otra de mis preferidas es Poema, que no sé exactamente por qué, pero tiene un significado especial para mí. También tengo canciones melódicas con letra que me gustan mucho, como Sin tu mitad, que fue estrenada por Raúl Lavié en 1997 y que todavía se pasa bastante en la radio. Me entero de esto gracias a las listas de SADAIC, que informan sobre las reproducciones de mis temas.
Además, tuve el honor de trabajar con Horacio Ferrer en una milonga lenta titulada La Recoleta, que fue grabada por Jairo y es también una de mis favoritas. La verdad es que tengo muchas piezas que aprecio, tanto instrumentales como canciones con letra, y todas ocupan un lugar especial en mi corazón.
Acerca del concierto:
29 de noviembre: Tango y más… Saúl Cosentino y amigos
Un recorrido por el tango y otros géneros, presentado por destacados pianistas argentinos y una invitada internacional de renombre.
Participan:
los pianistas argentinos
Daniel Goldstein
Diana Lopszyc
Nélida Sánchez
la violinista húngara Édua Zádory
e invitados
El compositor y pianista Saúl Cosentino, reconocido por su contribución al tango contemporáneo, ha sido galardonado en múltiples ocasiones a nivel nacional e internacional. Su obra ha sido interpretada en escenarios de todo el mundo, incluido el prestigioso Berliner Philharmonie, donde fue homenajeado en 2015 con un concierto íntegro de su música.
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