¿Qué nos dejó el Festival Barenboim 2015?

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Daniel Barenboim (fotografía Teatro Colón).

 

Primavera musical en el invierno porteño:

Una nueva edición del Festival Barenboim de Música y Reflexión hizo que durante más de dos semanas, desde el 24 de julio en adelante, el escenario del Teatro Colón y el panorama musical de la C.A.B.A. se vieran tomados por una serie de actividades intensas, variadas, y de alto nivel. Esto activó la demanda no sólo del consumidor regular de música académica (clásica), sino también de un público con inquietudes circunstanciales, que es movilizado y en alguna medida fervorizado por la extraña argentinidad exitosa en el exilio que Martha Argerich y Daniel Barenboim representan.

El aperitivo, aunque inconexo, probablemente haya sido la presentación de Argerich tocando por primera vez en la Ballena Azul el viernes 17 de julio, en un insólito concierto, gratuito, que convocó a una multitud.

 

Una hermética compañera de lujo:

La relación de Martha Argerich con el Teatro Colón, los medios, el público porteño, y con la Argentina misma, ha sido bastante irregular. Alcanzaría recordar los años que estuvo sin pisar el escenario de la calle Libertad, hasta que con la llegada del Siglo XXI floreció una relación que llevó a la creación desde 2001 del Festival Martha Argerich de Buenos Aires (los hubo en varias ciudades), pero que en 2005 por un tenso conflicto gremial que generó suspensión de funciones, le generó un profundo malestar, y recién por intercesión de Barenboim volvió en 2014.

 

Martha Argerich junto a Daniel Barenboim (fotografía Teatro Colón).

 

Con su extraña mezcla entre maestro gruñón y tío grande piola, Barenboim es una insólita amalgama de doctrina prusiana con guiños de informalidad criolla, sumamente hábil haciendo comentarios espontáneos al público de un concierto, pero también desenvolviéndose en conferencias de prensa o hablando con políticos de cualquier lugar del mundo en sus idiomas nativos. Todo esto, tan distinto a la personalidad de Argerich, es lo que abre el camino para que la reservada y esquiva Martha, siendo protegida por el blindaje que asegura la confiada forma de ser y exposición social de Barenboim, sienta la tranquilidad suficiente para desenvolverse algunas semanas en el medio musical y entre el público argentino, y no abrumarse en el intento. Esto fue particularmente visible en los dúos que hicieron, donde el poder apaciguador de Barenboim es un ideal compañero al piano, pero también un gran apoyo para Argerich al levantarse y tener que enfrentar al público.

 

La W.E.D.O.:

La West-Eastern Divan Orchestra (WEDO), cuyas iniciales en inglés se leen claramente como “Nosotros hacemos”, es la emblemática agrupación creada hace más de quince años por Barenboim y el ya fallecido intelectual y activista palestino Edward Said.

 

Daniel Barenboim dirigirndo a la West-Eastern Divan Orchestra (fotografía Teatro Colón).

 

Si bien se ha consolidado fuertemente en lo musical y organizacional a través del tiempo (mérito en buena medida asignable a Barenboim y su empuje), la orquesta sigue siendo una agrupación de músicos jóvenes, de impronta formativa. Cuesta mucho encontrar entre sus integrantes instrumentistas de más de cuarenta años de edad.

El mensaje pacifista que motivó su creación sigue siendo transmitido, cada vez con una mayor jerarquía musical. Que esto pueda ser una contribución significativa a la “solución” del problema árabe-israelí es algo difícil de augurar, pero a nivel simbólico al menos, la intención, su existencia, y la dedicación de Daniel Barenboim para sostener la causa, son cuanto menos aplaudibles.

Pero hay otra realidad, que si es analizada en términos no emotivos es poco rebatible: Barenboim ha dirigido en nuestros escenarios a la Chicago Symphony Orchestra, a la Staatskapelle Berlin, a la compañía de La Scala… pero la WEDO no es una gran orquesta por historia, y en performance realmente se ubica a una distancia discernible de cualquiera de las anteriores. De ninguna manera es una mala orquesta, pero haciendo un análisis sosegado, es una orquesta efectiva, capaz de cumplir con un muy demandante cronograma de presentaciones, con una variedad de repertorio notable, pero carece del refinamiento sonoro, de la majestuosidad técnica e interpretativa de las grandes orquestas mundiales. En este sentido fue el mismo Barenboim el que ubicó la vara muy alta en el pasado, y uno termina comparando…

No sería raro encontrar un antecedente de la West-Eastern Divan en la Gustav Mahler Jugendorchester que Claudio Abbado fundó en Viena en 1986, y que con un mensaje de paneuropeísmo también se presentó en muchos festivales, grabó discos, y colaboró en la formación de cientos de músicos jóvenes.

 

Las obras de este Festival 2015:

El Festival fue inaugurado con el Idilio de Sigfrido de Richard Wagner, mostrando una formación camarística de la WEDO, y que uno podría llegar a interpretar también como un gesto del mismo Barenboim en cuanto a su condición de judío que acepta abierta y claramente el manifiesto antisemitismo ideológico del compositor alemán. Probablemente de eso se trata el Festival y lo que esta orquesta representa.

En total el festival consistió en nueve conciertos (uno de ellos gratuito y para estudiantes) en el Colón dentro del llamado Abono Estelar 2015, tres conciertos de cámara en templos religiosos (Centro Islámico, Sinagoga Central y Catedral Metropolitana), más el encuentro Diálogo de música y reflexión en el Colón, y dos conciertos más para el Mozarteum Argentino. Como público o cronista tanta actividad es extenuante, y difícil de seguir, y eso hace que uno tome dimensión de lo complejo que puede ser tener que tocar tantas obras tan distintas en tan poco espacio de tiempo.

En el mismo concierto de apertura se escuchó la Sinfonía de Cámara No.1 de Schönberg y el Sur Incises de Pierre Boulez, en carácter de estreno argentino. Barenboim ya había resaltado la importancia de Boulez, hoy con noventa años de edad, como un gran compositor del Siglo XX, y conocer una de sus obras relevantes de madurez fue algo valioso.

Los tres primeros conciertos, el de apertura más los dos del fin de semana del 25 y 26, combinaron distintamente esas obras con dúos de piano de Argerich y Barenboim: en este caso con los Seis estudios canónicos de Schumann, el En blanco y negro de Debussy y luego la Sonata para dos pianos y percusión de Bartók. Estos dúos de piano ya se volvieron un clásico, que antecede las presentaciones en el Colón del 2014, y habían comenzado en el festival que para Semana Santa organiza la Berliner Staatsoper (la institución que dirige Barenboim desde hace más de dos décadas). Sentado en otro Steinway junto a Argerich (o tocando a cuatro manos como hicieron en otras ocasiones), todo aquello de temperamental, por momentos de arrebatado que tiene Martha en su imprevisible brillantez, es sosegado, puesto en perspectiva y naturalizado, por un compañero atento y dedicado, un verdadero amigo en el sentido amplio de la palabra, que está ahí casi para servirla, para permitir que se manifieste libremente. Fueron buenas interpretaciones de las tres obras, con algún detalle de color como inconvenientes con quien le cambiaba las páginas de la partitura a Argerich, o los intentos de Martha por escaparse rápidamente de los aplausos y el proscenio, etc.

El miércoles 29 y jueves 30 se repetía un programa con una buena versión del Concierto No.2 para piano y orquesta de Beethoven, con muy buenos momentos de Argerich en los pianísimos y las secciones más íntimas de la obra. Esto fue complementado con una sólida, bien encarada Sinfonía No.4 de Tchaikovski, donde Barenboim mostró un buen manejo de intensidades dinámicas con las cuerdas de la WEDO, aunque, y esto relacionado con lo que comentábamos en un principio, no de tan asombrosa resolución como la que él logra con la Staatskapelle en obras similares.

Después vinieron los conciertos del Mozarteum, el 2 y 3 de agosto. Tal vez haya sido el programa más contrastante, para ambas fechas: Boulez y Mozart, en ese orden. El Derivé 2 de Pierre Boulez es una obra de madurez, no fácil de ser apreciada por cualquiera, y por sobre todo extensa, más de cuarenta y cinco minutos de una investigación sonora compleja, bien ejecutada por una formación camarística de la WEDO. Después del intervalo el clasicismo universal del Concierto para oboe y orquesta K.314 y la Serenata No. 13 para cuerdas, la famosa “Pequeña música nocturna” de Mozart. En el concierto la solista fue Cristina Gómez Godoy, la española joven primer oboe de la Staatskapelle, impecable en su interpretación, sumamente precisa y musical, pero de poco caudal, con una sonoridad demasiado íntima para la obra.

 

Barenboim hijo y padre junto a Kian Soltani, tras el Triple Concierto de Beethoven (fotografía Teatro Colón).

 

Por último, viernes 7 y sábado 8 de agosto, el Festival cerró con dos obras interesantes, no tan frecuentes, y menos, juntas: el Triple concierto de Beethoven y el Pelleas und Melisande de Schönberg. Para el concierto de tres instrumentos fue reemplazando el violinista original programado (con un problema de salud) por Michael, el hijo menor de Barenboim y concertino de la WEDO, quien acompañó a su padre que comandaba su ya mitificado Steinway de cuerdas no cruzadas, ambos junto al muy efectivo Kian Soltani, el iraní principal chelo de la agrupación, que con calidad llevó adelante la parte solista de su instrumento, la más comprometida de la obra. Daniel Barenboim también dirigió a la orquesta, lo cual pareció restarle algo de dedicación al piano. Y llegó el momento de la obra de Schönberg, un portento sonoro donde la orquesta se mostró completa, con algunas secciones reforzadas, como demanda la partitura, inclusive con un orgánico superior al de Tristán e Isolda del año pasado. Este complejísimo poema sinfónico programático, mucho más cercano a Strauss y al post-romanticismo que a la obra posterior del compositor, es verdaderamente difícil de preparar. Es de celebrar la apuesta hecha para el Festival, y una muy contundente, segura y balanceada lectura de Barenboim y ejecución de la West-Easter Divan. Si este no fue el punto culminante del Festival, al menos fue una culminación apoteótica.

Como novedad, y dada la intención que tiene la nueva dirección del Teatro, varios de los conciertos y actividades del Festival estuvieron disponibles por streaming de internet, y se considera que se superaron las 100.000 personas de audiencia combinada. Además ya fue anunciado un acuerdo para la realización del Festival 2016, así que pasada la mitad del año próximo, seguramente nos volvamos a encontrar con otro cronograma intenso, rico, disfrutable y altamente inspirador de actividad musical.

 

© Pablo A. Lucioni

 

Para saber más:

http://www.barenboim-said.org/es/inicio/index.html

http://teatrocolon.org.ar/es/en-vivo

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