El espectáculo de gente gritando, llorando y desmayándose ante la presencia de sus ídolos musicales puede parecer un fenómeno moderno. A menudo asociamos esta locura fanática con las épocas de Elvis y los Beatles, y más recientemente con ídolos pop contemporáneos. Sin embargo, esta fiebre fanática no es nada nueva.
Sorprendentemente, sus raíces se encuentran en los salones de conciertos de Europa en el siglo XIX, donde un joven húngaro de extraordinario talento llamado Franz Liszt superó sus humildes orígenes para convertirse en una verdadera «celebridad». Este artículo explora el fenómeno de la «Lisztomanía» y cómo Liszt se convirtió en el primer superastro de la música clásica, desencadenando una obsesión que dejó a Europa cautivada durante años.
Franz Liszt (1811-1886) fue un prodigio musical que hechizó a las audiencias de Viena, París y Londres desde una edad temprana, no solo por su técnica sobrenaturalmente talentosa y su fina imaginación musical, sino también por la aire distintivo que cultivaba al piano, ondeando sus cabellos hasta los hombros y balanceándose hipnóticamente sobre el teclado mientras tocaba. Durante uno de sus conciertos en París, Liszt tenía tal magnetismo que una joven fanática se abrió paso entre la multitud y, sin pensarlo dos veces, le robó un mechón de cabello mientras interpretaba una de sus apasionadas piezas. La chica escapó con su preciado tesoro, convirtiéndolo en un recuerdo inolvidable de su admiración por el virtuoso húngaro.
En un período de ocho años, ofreció alrededor de mil recitales, estableciendo así la profesión del pianista de concierto internacional. Su fama lo llevó a ser cortejado por cabezas coronadas, mientras que las mujeres se arrojaban a sus pies y otros perdían la razón. Los periódicos de la época informaban extensamente sobre los conciertos de Liszt y sus numerosas escapadas que avivaban el interés febril en él. Durante uno de sus recitales en Viena, se formó un tumulto en el público cuando varias damas de alta sociedad se disputaban a quién pertenecía el pañuelo que Liszt había utilizado para secarse el sudor. La tensión llegó a tal punto que incluso tuvo que intervenir la seguridad para calmar la situación.
El término
«Lisztomanía» fue un término acuñado por el poeta alemán del siglo XIX, Heinrich Heine, para describir este fenómeno, y la conmoción causada por Liszt no habría sido ajena en el siglo XXI. Expertos en comportamiento de fanáticos, como la Dra. Ruth Deller de la Universidad Sheffield Hallam, señalan que las reacciones emocionales y físicas de los fanáticos de Liszt, como los gritos, las ovaciones y los desmayos, son características que han sido una parte constante de la cultura de los fanáticos. Los periódicos de la época incluso alimentaron estereotipos de fanáticas femeninas que se desmayaban y gritaban ante Liszt.
Sin embargo, existe una diferencia crítica entre el tiempo de Liszt y la era de los Beatles y más allá: la creciente «máquina de relaciones públicas» detrás de los artistas modernos. Aunque Liszt no carecía de habilidades para la autopromoción, hoy en día se requiere más que solo talento para crear una superestrella. Se necesitan looks, carisma, marca personal, canciones pegajosas y marketing para capturar la imaginación del público. Liszt, viviendo y trabajando siglos antes de la comunicación masiva, fue indudablemente auténtico. Fue el primero en interpretar todo el repertorio conocido para teclado, desde Bach hasta su contemporáneo Chopin, y lo hizo de memoria. También fue un revolucionario compositor y orquestador, escribiendo obras pioneras que abrieron nuevas formas de expresión musical.
En última instancia, Liszt fue único y posiblemente el más grande pianista que haya existido. Su legado como «superestrella» perdura hasta nuestros días debido a su maestría, talento y carisma. Aunque es difícil imaginar que un artista clásico llegue a las audiencias masivas de la manera que Liszt lo hizo en su tiempo, el pianista contemporáneo Kirill Gerstein no tiene dudas de que la combinación de maestría, talento y carisma de Liszt seguiría siendo excepcional hoy en día. En palabras del Dr. Hilmes, «las superestrellas de hoy parecerían niños de escuela en comparación con Franz Liszt».
¿Pelo de perro?
Al día de hoy, aún circulan anécdotas curiosas sobre la obsesión de las admiradoras de Franz Liszt por obtener una parte de él como recuerdo. Las mujeres solían intentar conseguir un mechón de cabello o una cuerda rota de su piano en su presencia. Una historia que se repite con frecuencia es que Liszt recibía una gran cantidad de cartas de admiradoras solicitando un trozo de su hermosa melena.
Aunque pueda ser una historia apócrifa, la leyenda cuenta que recibió tantas solicitudes de cabello que, para satisfacerlas, Liszt compró un perro al que podía cortarle el pelo para enviar a sus fervientes seguidoras. Es así que hasta el día de hoy, algunas personas afirman poseer mechones de cabello que probablemente pertenezcan a un perro (si es que la historia es cierta). Esta peculiar anécdota muestra el nivel de devoción que despertaba el pianista húngaro en su audiencia, llevando la «Lisztomanía» a niveles insospechados.