“Puccini es un contemporáneo, un hombre cercano, que se expone a los otros, incluso a nosotros” – Daniel Varacalli Costas

Entrevistamos a Daniel Varacalli Costas, un referente ineludible en el estudio del vínculo de Giacomo Puccini con América Latina, especialmente con Argentina. A 100 años de la muerte del compositor, nos habla sobre la relación que mantuvo con nuestro país, su investigación en torno a la vida y obra del gran operista, y reflexiona sobre la repercusión de su música.

Por Virginia Chacon Dorr
Imágenes cortesía de Daniel Varacalli Costas
Portada: Puccini en Buenos Aires. Archivo General de la Nación

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Puccini es uno de los pocos compositores esenciales en las programaciones de las grandes casas de ópera del mundo: sus obras, tan intensas como populares, han convertido su nombre en sinónimo de atracción para el público. Esto fue cierto en vida de Puccini y lo sigue siendo un siglo después de su muerte. Por ello, conversamos con un verdadero conocedor del arte pucciniano, Daniel Varacalli Costas, quien, junto a Gustavo Otero, es autor del libro Puccini en la Argentina: junio-agosto de 1905 (Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires, 2006). Juntos descubrieron, nada menos que, la única obra de Puccini escrita en idioma castellano. Además, Varacalli Costas fue cocurador de la muestra Puccini 100 Años. Con estas credenciales, y más, responde a nuestras preguntas.

Puccini, a través de sus célebres obras, ha conquistado el afecto del público melómano en todo el mundo. En el marco de tus investigaciones sobre la relación del compositor con Argentina, ¿identificás algún aspecto particular en comparación con su vínculo con otros países?

Hay elementos para afirmar que el vínculo de Giacomo Puccini con la Argentina fue especial. En primer lugar, cuando el compositor y su hermano menor, Michele, pierden a su madre (su padre había muerto cuando Michele nació), pasan por un muy mal momento en lo económico y deben vender la casa natal de Lucca. Ambos son muy jóvenes y tienen decidido dedicarse a la composición, pero rehúyen la tradición familiar de trabajar al servicio de la Iglesia. Sin embargo, no logran hacer pie y es entonces -año 1889- cuando ambos evalúan radicarse en la Argentina, donde tantos paisanos ya lo habían hecho. Michele toma la delantera, y la historia es conocida. Termina dando clases de música en Jujuy, teniendo un romance con la mujer del senador que lo recomendó, batiéndose a duelo y luego de herir a su adversario, escapando a Buenos Aires. Pero aquí tampoco estaba seguro, con lo cual decide huir a Rio de Janeiro, donde muere de fiebre amarilla en 1891. Giacomo se entera por el diario de la muerte de su hermano. Esta experiencia tremenda, combinada con su primer éxito consagratorio, “Manon Lescaut”, disuaden definitivamente a Puccini de inmigrar a la Argentina. Pero nuestro país evidentemente seguía siendo una referencia para el compositor, tanto es así que su primer viaje internacional lo hace a Buenos Aires; me refiero a la visita de junio-agosto de 1905

En tu investigación sobre esta etapa de Puccini, ¿qué hallaste sobre los factores históricos y culturales que explican su popularidad en Buenos Aires?

Toda la investigación, que desembocó en el libro que escribimos con Gustavo Otero allá por 2006, rebosa de testimonios -periodísticos, epistolares- que dan cuenta de que Puccini era un ídolo de masas aquí, principalmente entre los inmigrantes italianos, pero también entre criollos, hasta incluso de Bartolomé Mitre que lo había visitado antes en Italia y a quien él le devuelve aquí la visita. El de 1905 fue el primer “Puccini Festival” del mundo, con cinco de las seis óperas que había compuesto hasta el momento dándose simultáneamente en varias salas de la ciudad, con epicentro en el Teatro de la Ópera. Además, decide estrenar aquí la versión definitiva de “Edgar”. Puccini vuelve abrumado por los honores recibidos, pero convencido de que esta era una plaza fuerte pucciniana en el mundo. En el balance de su carrera, ocho de sus diez óperas se dieron a conocer en Buenos Aires inmediatamente luego de sus estrenos en Italia, y antes que en cualquier otra gran capital del mundo. Las únicas excepciones son “La fanciulla del West” y el “Tríptico”, porque las escribió para el Met de Nueva York; todas las demás comenzaron su carrera internacional en Buenos Aires.

Muestra Puccini 100 años

No es nada cotidiano encontrar una partitura nueva de Puccini. ¿Qué recordás que sentiste cuando, junto a Gustavo Otero, encontraron el himno “Dios y Patria”?

Fue un descubrimiento inesperado. Les cuento el origen de todo: en el año 2005 se cumplieron 100 años de la visita de Puccini a Buenos Aires. Con mi mujer Patricia Casañas coordinábamos la parte de música y danza del Centro Cultural Konex y organizamos una muestra con fotos y textos y una mesa redonda donde tuvimos a Félix Luna, entre otros. Allí hacemos ignición con Gustavo, que ya era un estudioso pucciniano y decidimos a partir de todo ese material escribir un libro. Al profundizar la investigación, descubrimos que una semana después de que Puccini partiera de Buenos Aires el diario “La Prensa” publicó la partitura de un himno que le habían encargado, con letra de un periodista de su redacción llamado Matías Calandrelli. Este italiano, de tendencias nacionalistas, era especialista en educación; quería que Puccini compusiera un himno escolar y lo logró. Fue un azar que siguiéramos revisando diarios luego de la fecha de partida de Puccini de Buenos Aires, y esto permitió acceder a una partitura que había sido publicada, pero al mismo tiempo había quedado totalmente olvidada.

Si bien la publicación incluye una parte del manuscrito en forma facsimilar, el original no pudo ser encontrado, pero el análisis que hicieron de nuestro hallazgo los especialistas del Centro Studi Giacomo Puccini de Lucca y el catalogador de la obra de Puccini, el alemán Dieter Schickling, determinaron por rasgos de estilo y grafía que se trataba de una obra original, por más que fuera una “pièce de circonstance”.

Firma en la partitura Dios y Patria

¿Cómo repercutió en el ambiente este descubrimiento?

La emoción mayor fue cuando presentamos el libro en el Salón Dorado de La Prensa -el mismo lugar donde Puccini tuvo su banquete de despedida, y en el mismo edificio donde vivió ese mes y medio porteño- y el barítono Omar Carrión con José Luis Juri al piano volvieron este himno a la vida. La repercusión fue tal que Simonetta, nieta de Puccini y curadora de la casa-museo de Torre del Lago, nos invitó dos veces a Italia: la primera para presentar el libro en español y luego para presentar su traducción al italiano. En ambas ocasiones se cantó el himno tal como se concibió: con coro de niños, como si se hubiera interpretado en un colegio. Por eso este año, Gustavo gestionó que el coro de la Escuela Juan P. Esnaola lo preparara y lo cantara en dos conciertos con la Banda Sinfónica de la Ciudad -uno de ellos al aire libre- y otro al piano, nuevamente en “La Prensa”. La otra sorpresa es que cantantes de primer orden hoy están grabando esta obra, con diversos arreglos: alcanza con mencionar a Angela Gheorghiu y a Chales Castronovo, se los puede escuchar por YouTube, ya como parte del ciclo de obras vocales puccinianas mundialmente reconocidas. “Dios y Patria” es lo único que Puccini compuso sobre texto en español y en formato de himno escolar.

«Puccini no es lo que parece: es italiano pero su música y sus temas tienen una fortísima influencia francesa, también abrevó en Wagner y le interesaban las búsquedas del impresionismo y de las vanguardias» – Daniel Varacalli Costas

¿Cómo fue llevar adelante la muestra “Puccini y la Argentina” en tres locaciones tan distintas como son el Museo Nacional de Arte Decorativo, el Instituto Italiano de Cultura y Casa de la Cultura?

Fue una iniciativa del Instituto Italiano de Cultura, y de su directora Livia Raponi, teniendo en cuenta la política cultural italiana en el mundo para este 2024 de homenajear la figura de Puccini en el centenario de su fallecimiento. La curadora inicialmente convocada fue Laura Malosetti Costa, especialista en artes visuales y en el siglo XIX, decana de la Escuela de Artes de la UNSAM, que además de ser una persona de extraordinaria trayectoria, es un ser humano excepcional. Ella conocía mis investigaciones puccinianas, también su marido, el diseñador Juan Lo Bianco con quien trabajé en el Colón hace más de dos décadas, y me llamó para que la acompañara. El instituto quería que encontráramos objetos originales vinculados con Puccini, lo que es difícil en nuestro país, pero así y todo gracias a la colaboración de varios artistas, melómanos y colegas, conseguimos en préstamo fotografías y postales autografiadas, una partitura con la grafía de Puccini, la medalla que el Circolo Italiano acuñó para su visita, y hasta una pandereta pintada por Joaquín Sorolla con la imagen de Hariclea Darclée, la creadora del rol de Tosca. El Teatro Colón nos prestó lo que pasó a ser la columna vertebral de la muestra: el vestuario de diversas producciones con el que armamos cuatro parejas puccinianas, elementos de utilería, así como bocetos y documentos que reprodujimos para resguardar los originales. En un primer momento pensamos en realizar la muestra en “La Prensa”, hoy Ministerio de Cultura de la Ciudad, pero el edificio entró en obra, de modo que tuvimos que limitar esa parte a unos paneles explicativos que se exhibieron en el Salón Dorado. El Instituto montó fotografías en su sala Roma, donde se recibió a importantes autoridades de Italia, entre ellas al Ministro de Cultura y a la propia Presidenta del Consejo de Ministros de Italia, y finalmente contamos con la hospitalidad del Museo Nacional de Arte Decorativo, y con el entusiasmo de su director Hugo Pontoriero, que nos abrió los salones del Museo para la muestra y para dos de los diez conciertos y charlas que organizamos con motivo de esta movida. La muestra estuvo más de dos meses abierta, y todas las actividades fueron con entrada libre y gratuita, con excelente repercusión.

Puccini en Buenos Aires – 1905

La música de Puccini interpela con una intensidad especial a las audiencias a través del tiempo ¿Qué es lo que la hace atemporal?

Yo no creo en la atemporalidad del arte, al contrario, creo que todas las obras humanas responden a un tiempo y un lugar y comienzan a envejecer y a resignificarse desde el primer día que ven la luz. Puccini siempre me pareció muy actual en comparación con Verdi y mucho más con el “bel canto” de comienzos del Ochocientos. Y eso tanto por los temas que eligió, como por su música. Precisamente esto le valió la crítica negativa, y hasta envidiosa, de muchos contemporáneos, que absurdamente atribuían su éxito a vulgaridad, a falta de calidad, algo similar a lo que pasó con Chaikovski. Pero Puccini no es lo que parece: es italiano pero su música y sus temas tienen una fortísima influencia francesa, también abrevó en Wagner y le interesaban las búsquedas del impresionismo y de las vanguardias. Su orquestación es magnífica, y más aún su trabajo motívico: cada personaje o situación se remite a un motivo que se transforma, aparece y desaparece como en el inconsciente: en este sentido abreva en Wagner, pero más que nada es un compañero de ruta perfecto de Mahler (que increíblemente no lo valoraba).

Presentación del libro en Italia junto a Simonetta Puccini, nieta de Giacomo

Y también tenía una pluma singular para escribirle música a sus heroínas…

Su sensibilidad por la mujer -sus personajes femeninos tienen una profunda caladura psicológica, al contrario que los masculinos, algo más planos- también lo acercan mucho a un tema vigente como el feminismo, por más que en la vida real Puccini fuera, casi a la par de Toscanini, un mujeriego empedernido. Pienso que esta búsqueda de una mujer que nunca encontró, del ideal femenino, casi me atrevo a decir del eterno femenino, lo volvió un ser melancólico. Detrás de su fachada algo arrogante había un dolor, un desajuste de tiempo y de lugar. Puccini es un contemporáneo, un hombre cercano, que se expone a los otros, incluso a nosotros. Y esto explica parte de la emoción y la devoción que sigue generando cien años después de haberse ido de este mundo.

 

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