A medio siglo de su debut discográfico, una de las bandas pioneras del rock argentino tuvo su homenaje sinfónico de la mano de
Juan “Pollo” Raffo y la Orquesta Juan de Dios Filiberto.
Por Iván Gordin.
“Almendra representa una idea, quizás una idea beatle: cuatro pibes de barrio que se juntan a tocar y cambian el mundo”. Con esta frase introductoria, Juan “Pollo” Raffo, realizó una síntesis casi perfecta de lo que representa el cuarteto de la calle Arribeños para la cultura argentina. El cuarteto conformado por Luis Alberto Spinetta, Emilio del Guercio, Edelmiro Molinari y Rodolfo García es el puntapié de una singularidad estética que hoy tiene su continuidad más de cinco décadas después: el rock nacional. La música de Almendra cuenta con una impronta única que solo pudo haber sido concebido en esta parte del globo. Un amalgama de tango, folklore y lírica porteña con el imaginario pop-rock del swinging london. La artesanía de una canción de amor o una canción de cuna en el medio de la psicodelia de Carlos Castaneda.
Esta variedad es, quizás, la que permitió a Raffo jugar y traducir en clave sinfónica un género que muchas veces se vio perjudicado por la esterilidad del mundo académico. Asimismo, la adaptación del repertorio se vio favorecida por la juventud de su director, Mariano Chiaccharini, además de la formación heterodoxa de la Orquesta Juan de Dios Filiberto, la cual incluye charango, bandoneón, guitarra eléctrica y udu. Irónicamente, el concierto se inauguró con una canción pensada desde una perspectiva clásica. La melodía de “Obertura” (Almendra 2), una pieza instrumental originalmente compuesta para la ópera frustrada El Señor de las Latas, atravesó las gradas repletas del Auditorio Nacional a fuerza de ostinatos y yeites de guitarra eléctrica.
Lejos de la redundancia o el mero acompañamiento dinámico, la búsqueda de Raffo y Chiacchiarini estuvo centrada en un progresivo maridaje entre el formato banda y la orquesta. “Laura Va”, con la interpretación vocal de Mariana Bianchini (Panza, Pájaro de Fuego), continuó con las pautas de su grabación original (las cuerdas de Rodolfo Alchourrón) y no fue hasta la participación de Emilio del Guercio que pudo reconocerse el primer distanciamiento con el material original. Con un sombrero Fedora, el exbajista y cantante de Aquelarre ingresó al escenario en modo crooner y puso su voz en una interpretación a la big band de “Que el viento borró tus manos”. La flauta que caracterizaba a esa canción ahora era un fraseo coordinado por vientos metálicos dignos de Duke Ellington. Mientras tanto, en ambos costados del escenario, bailarines y bailarinas de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea ilustraban de manera performática la música homenajeada.
Del Guercio dejó momentáneamente el escenario para dar lugar a sus ex compañeros Edelmiro Molinari y Rodolfo García. Llamativamente, esta trifecta, que parecía garantizada a lo largo de todo el recital apenas se pudo observar en los bises. En todas sus presencias, el tándem Molinari y García contó con la colaboración de Rubén Goldín; el cantante rosarino fue uno de los puntos más altos del concierto, brindando una ejecución impecable de “A estos hombres tristes”. Molinari, quien cantó parte de esta última canción, tuvo la oportunidad de explayar su lenguaje diatónico con “Color Humano”, uno de los contados solos de guitarra de la noche. “Ana no duerme”, cantada en dúo por Bianchini y Goldín fue otro de los momentos más potentes y mejor logrados en cuestión de mestizaje sonoro. En términos de carga emotiva, “Plegaria para un niño dormido” (Bianchini) y “Fermín” (Del Guercio), con una intro temática (Mambrú y su guerra), se encargaron de hacer llorar a unos cuantos asistentes del multigeneracional público que llenó la que fuera alguna vez la Ballena Azul.
El final obligatorio fue con una rendición de “Muchacha ojos de papel” a cargo de Rubén Goldín, que para sorpresa de muchos no tuvo el acompañamiento coral de los tres integrantes restantes de Almendra, algo que se había dado en Velez Sarsfield durante el concierto de “Las Bandas Eternas”. Como bises finales, todos los intérpretes vocales, más Rodolfo García, regalaron un popurrí de dos simples: “Tema de Pototo” y “Hoy todo el hielo en la ciudad”. Este último con una estrofa que no fue grabada en el álbum original.
Raffo y García son los principales propulsores de “Filiberto Rock”, ciclo que repetirá este concierto el 6 de noviembre, y tendrá un nuevo desafío en diciembre con una retrospectiva de la obra de Juan Carlos Baglietto.
El concierto se repetirá el miércoles 6 de noviembre a las 20 en esta misma sala, con dirección de Lucía Zicos.