PH Carlos Villamayor
Dueña de una carrera como bailarina que aún hoy la sorprende, Paloma Herrera se destaca en la actualidad en su rol de directora del ballet estable del Teatro Colón. Siempre consciente de sus oportunidades reflexiona sobre las elecciones que tuvo que realizar como profesional, la importancia del trabajo en equipo y de la contención de su familia en los diferentes momentos de su vida. No solo fue suerte lo que signó la vida de Paloma sino una gran capacidad de trabajo y amor por la profesión.
Entrevista a Paloma Herrera realizada por Luz Lasalle y Carolina Lazzaro para nuestra revista impresa MusicaClasicaBA Nº10 (octubre 2019).
Hoy se cumplen 6 años, de aquel 19 de noviembre de 2015, cuando Paloma Herrera bailaba su última función (Giselle en Mendoza) así que aprovechamos para recordar esta hermosa entrevista en la que habla de toda su carrera y, por supuesto, también aquel día.
¿Es Paloma un ser tocado por una varita?
(Duda…) Sé que muy pocas personas tienen la suerte de poder hacer lo que aman. Yo siempre pensé que todo el mundo nacía sabiendo lo que quería hacer, me parecía lo más natural. Después me di cuenta de que no. Siento que he tenido mucha suerte en algunas cosas, mi carrera fue más de lo que yo podía soñar. Y estoy totalmente agradecida por eso. Todos los días que me levanté mientras bailé, era totalmente consciente de lo que tenía y lo atesoraba. Jamás lo daba por sentado.
Conocemos tus comienzos, cómo empezaste con Olga Ferri, cómo llegaste al ABT con quince años; siempre se habla de la buena preparación que tienen los bailarines argentinos. ¿Creés que hoy se mantiene esta buena formación?
Pienso que hay camadas, nadie sabe por qué. Te doy un ejemplo, en el American Ballet hubo un momento en el que coincidieron Kevin McKenzie, Baryshnikov, Bujones, Kirkland, Cynthia Gregoy, Cynthia Harvey… era toda una camada que no se podía creer. Después vino una camada de la que no se escuchó tanto. Luego vino la mía, a la que fui tan feliz de pertenecer, en un momento muy especial de la compañía. Estaban José Carreño, Ángel Corella, Ethan Stiefel, Julie Kent. Se producen baches, de repente momentos de oro, de repente no pasa. Ahora están Herman (Cornejo), Marianela (Nuñez), Ludmila (Pagliero), en la misma generación ¿Es porque esos maestros fueron excelentes o también porque se dio que ellos eran bailarines maravillosos? Pero bueno, todos salen de la escuela del Colón.
Cuando yo era chica había maestros famosos, Olga (Ferri), Mercedes Serrano, Wasil Tupin, y por supuesto la escuela del Colón. Yo me fui a los 15 y perdí el contacto con los estudios de acá. Ahora no sé muy bien cómo se maneja. Es más, cuando me dicen: “¿A qué estudio me recomendás ir?” ¡Ni idea! Si venís a la compañía, sí. Los maestros, tanto Martín Miranda como Néstor Asaff son lo más; por eso los elegí en mi equipo. ¿Pero estudios afuera? No sé.
Siempre hablo maravillas de la escuela del Colón, para mí fue increíble pertenecer; tengo mi título y todo. Es una escuela gratuita, donde entran solamente los talentosos y por más que lo puedas pagar, si no sos bueno no entrás. Eso me parece genial, porque se trata de dar posibilidades a los que realmente están trabajando, tienen talento y tienen ganas. Siempre han salido buenos bailarines del Teatro Colón, así que sé que la Argentina ha tenido excelentes maestros.
«Mi carrera fue más de lo que yo podía soñar. Y estoy totalmente agradecida con eso. Todos los días que me levanté mientras que bailé, era totalmente consciente de lo que tenía, y lo atesoraba. Jamás lo daba por sentado»
¿La convocatoria para dirigir el ballet surgió de sorpresa? ¿Te lo imaginabas, te lo esperabas?
No, la verdad es que no me lo esperaba, para nada. Y no fue fácil tomar el cargo. Lo pensé bastante. Yo venía de una vida muy, muy, intensa, de 25 años de carrera afuera, no tenía vida fuera de eso digamos. Fui muy feliz en mi carrera y la cerré como quería. Pero cuando me mudé en 2016, estaba contenta con ese cambio, por algo lo había hecho. Volver a mi país, tener una vida más relajada, más tiempo para mí, más tranquila. Por supuesto siempre con muchos proyectos: viajando un montón como invitada para dar clases -a Nueva York, a Barcelona, también acá en Argentina- algo que me encantó, pero con un escalón menos de estrés. Ahí es donde escribí mi libro, que para mí fue muy importante; se empezó a programar toda la idea del perfume; es decir, con muchísimos proyectos diferentes. Y cuando me hicieron la propuesta, no sabía si realmente quería volver a esa vida.
Durante los años que viví afuera siempre volví a bailar en este Teatro como invitada, y sabía que iba a ser muy intenso. Así que lo pensé. Tuve muchas preguntas. María Victoria (Alcaraz) fue la que me convocó; hablamos un montón y vi que ella tenía el mismo punto de vista que yo, los mismos ideales, la misma forma. La verdad, me llevo super bien con ella, y pensé: “Bueno, vale la pena si uno trabaja en equipo con alguien que camina para el mismo lado, ¿no?” Entonces me subo al barco. Y allá fui, sabiendo que iba a ser otra vez volver a montarme en una vida super intensa.
Pero desde otro rol… ¿no? Y cómo lo vas llevando, ¿estás a gusto? ¿Vos tomás las decisiones de los ballets que se presentan?
Sí, sí. Igual, nada lo decido sola: hay una dirección general, una dirección artística, y ejecutiva y hay muchas cosas que se tienen que poner en equilibrio: lo que uno quiere como artístico, con la parte económica, con los tiempos; millones de engranajes que se tienen que dar para que se arme la temporada, obviamente. No es que elijo esto, esto, y esto, y se hace. Porque hay un montón de cosas: de las producciones, de las licencias, de los coreógrafos, si lo permiten, si no, si cuánto, si se alquila… Es difícil en un montón de aspectos; una Institución es mucho más que uno. Y la verdad que estoy muy contenta. Se han hecho realmente obras maravillosas, se han traído coreógrafos y repositores maravillosos. Así que el cambio ha sido increíble.
¿Cómo fue esa primera vez en el ABT cuando te encontraste con las personas que vos admirabas? con Alessandra Ferri, o con Julio Bocca ¿cómo lo viviste?
Son esas cosas de la vida donde tomás conciencia de que estás sobrepasando los sueños que tuviste. Como cuando conocí a Baryshnikov; lo vi, y me puse a llorar, no lo podía creer. Alessandra para mí era lo más, y poder estar con ella, compartir camarín, era como “loco”. Pero bueno, siempre fui totalmente consciente, y agradecida de esas cosas, valorando cada segundo. Por eso fue mucho disfrute.
Estos bailarines, que fueron tus referentes, como Alessandra o Baryshnikov, han bailado hasta grandes o han vuelto a bailar después de retirarse ¿Vos tenés la idea, tal vez en algún momento, de volver al escenario?
No, la verdad que no. Es una carrera dificilísima, y siento que di todo, hice todo lo que pude, llegué al máximo que yo pude dar. Cuando veo mi historia en retrospectiva – de lo que un poco tomé conciencia cuando empecé a hacer el libro-, las cosas que había logrado, es como ver a otra persona viviendo mi vida. No puedo creer que yo hice esto. Lo viví tan a full, que no volvería a tratar de rehacer algo. Los últimos días antes de retirarme me levantaba a las seis de la mañana, tomaba clases de yoga, clases de Pilates, clases de entrenamiento, ensayaba, tenía las funciones; siempre tratando de superar; llega un punto que ya no puedo superar más: ¡es lo que hay! (Se ríe). Pero bueno, esa fue siempre mi inspiración, siempre querer más. Y fue mi deseo dejar así, tranquila, feliz; es otra etapa, que disfruto muchísimo. Disfruto con el talento ajeno, me encanta, y no solamente la danza. Cuando voy a un concierto, ya sea de cualquier tipo de música, u obra de teatro, o viendo ballet, cuando los chicos bailan bien, yo salgo como flotando. Y es lo que me pasaba cuando bailaba. A mí lo que me llena es el arte, es lo que me hace sentir, ya sea que lo haga yo o no.
Y la rutina de hacer clases, ¿no la extrañaste? ¿La dejaste completamente? ¿No te pide el cuerpo estirarte?
Sí, por supuesto. Hago yoga, mis estiramientos y mis ejercicios siempre; lo hago porque me hace sentir bien. Empecé hace mucho tiempo y salvó mi carrera, me ayudó muchísimo. Sabía que ese era mi lugar, mi espacio; sabía que iba a estar bien cuando dejara de bailar porque tenía otro lugar. Pero, las clases las dejé completamente.
Entonces, en la función de Mendoza cuando vos te sacás las zapatillas, ¿esa fue la última vez?
La última. Y nunca más me las volví a poner. Tengo millones de zapatillas en casa y no me las voy a poner nunca.
Muchas veces mencionás que hay varias cosas que tienen que darse para que alguien llegue lejos en esta profesión: el físico, el talento, la perseverancia, la familia que acompañe, encontrar buenos maestros… ¿Qué hubiese sido de Paloma, si alguna de estas cosas no hubiera estado? ¿A qué te hubieras dedicado?
¡¡No tengo la menor idea!! (Risas). Es como que en mi vida no hubo plan B. Cuando me preguntan, soy muy honesta, no podría decirte: “Mirá si trabajás mucho, vas a llegar”. No. Porque la verdad es una carrera difícil y no sé si le aconsejaría a alguien: “Sí, seguí a full la carrera, por más que veas que no sos tan bueno”, porque debe ser frustrante. Yo la seguí porque se fueron dando un montón de cosas; me di cuenta que era un camino en el que me estaba yendo bien. Seguramente si yo iba a la clase y era un 3 en el Colón, y Olga no me daba bola y no me miraba nunca, tal vez, hubiese dejado; o tal vez hubiese hecho otra cosa y hubiese bailado en el balcón de mi casa porque adoro bailar, no sé, ni idea. Pero, por cómo se fueron dando las cosas, nunca hubo un plan B.
¿Tenés algún ballet preferido, de los que hayas bailado? ¿Algún personaje con el que te sientas más identificada por la historia, más allá de la técnica o la dificultad?
No, la verdad que no. Cuando bailaba tampoco. Para mí, el que bailaba esa noche era el preferido. Bueno, Quijote me ha seguido un montón. Cuando hice el Cupido principal a los diez; era chiquitita, y fue importantísimo. Y en el American Ballet el primer rol de solista también fue en Quijote. El primer rol principal que hice fue el ballet completo de Quijote con Julio (Bocca). Ese ballet siempre estuvo en los momentos más importantes. Esos momentos en los que, o llegás, o te vas. El ABT grabó un video en el que yo estoy bailando también Quijote. Los momentos de mi carrera que me marcaron fueron siempre con esa obra.
«Quijote siempre estuvo en los momentos más importantes. Los momentos de mi carrera que me marcaron, fueron siempre con Quijote»
En una profesión como esta, que es tan dedicada, tan absorbente, ¿hay lugar para llevar una familia, una pareja?
Y, el tema de la familia es complejo, sí. Yo decidí no tener hijos -en algún momento uno tiene que elegir- un poco porque sabía que no hubiese podido dedicarle todo el tiempo que para mí tiene que ser. Vengo de una familia donde me han dedicado tiempo, me han contenido, me han escuchado, me han dado todo, y para mí es eso. Yo no hubiese podido hacer algo así. Mi vida fue realmente intensa con muchos viajes, mi casa estaba siempre con una valija. ¡No pude tener un perro! ¡Ni plantas! ¡Yo tenía plantas y se me morían todas! No había forma. Yo digo, claro, si a mí una planta se me muere, no hay chance de que pueda tener un hijo (risas). Y bueno mi elección fue…
Tu vida, tu carrera, tu danza…
Sí. Y lo fue porque siempre me gustó mi independencia, mi lugar, mi libertad; disfruté también de amigos, de familia y de viajes. También de mi carrera. Entonces, son elecciones. Y totalmente consciente, no es que “Uh se me pasó el reloj biológico”. No. Era totalmente consciente. Definitivamente sé que es difícil, sobre todo para la cultura argentina, que la mujer sea independiente. Como que la mujer siempre tuvo que cumplir un rol y no se la sacaba de ahí. Entonces, que la mujer tenga un lugar, o que tenga una personalidad, es difícil para el hombre de poder bancar. De repente gusta o atrae, pero es difícil. En mi carrera nunca sentí la lucha de poderes que tanto se habla, tal vez porque en la carrera del bailarín la mujer está “mejor vista”, sin embargo, en lo personal, sí. A veces el hombre trata de decir: “Yo estoy abierto a que la mujer tenga carrera y que tenga independencia”, pero en el fondo, molesta.
Mi hijo que tiene diez años, cuando se enteró de que íbamos a entrevistarte, redactó algunas preguntas, y ésta es una de ellas: ¿tuviste algún problema en la infancia?
Problema en la infancia…no… Es muy raro. Porque a mí nunca me importaba nada. Yo iba al colegio, estaba en el patio, haciendo mis pasos, con el rodete estirado, y todo el mundo me cargaba -que ahora sería bullying, ¿no?- Y yo, ni problema me hacía. Todo eso se lo debo a mis papás que siempre me dieron una seguridad tan grande. A uno lo aman tanto que nada del resto importa. Yo tenía el amor de mis papás, sabía que me amaban, si me iba bien, me iba mal… Sentía esa seguridad interior que es fundamental. Yo a veces me pregunto, hasta el día de hoy, ¿cómo hicieron mis papás? No sé. Los puse en tantas cosas raras. Hasta el día de hoy siento que lo saben todo; son un lugar de contención importantísimo.
¿Cómo te llevás con la fama? ¿Que la gente en la calle te conozca, te salude?
Lo valoro un montón, muchísimo, y me toca un montón. Mucha gente que dice: “Yo le puse a mi hija Paloma por vos…” Siempre me ha llegado. Siempre que pude contesté los mails que me mandaban a la página, o me pedían mis zapatillas y yo las mandaba por correo. Soy muy agradecida del público que me ha acompañado siempre. Me encanta que la gente sea así, cariñosa, que me haya seguido y que valore lo que hago. Es muy lindo ver que a lo largo de tantos años uno ha tratado de hacer algo y a la gente le ha llegado de alguna forma.
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