La Temporada Lírica del Teatro Colón está presentando “Auge y caída de la ciudad de Mahagonny”, obra maestra de Kurt Weil con libreto de Bertolt Brecht. Con un gran reparto, la función del sábado 26 tuvo además el dato curioso de contar arriba del escenario con Luis y Maria Victoria Gaeta, padre e hija que comparten la misma pasión.
Desde MCBA pudimos conversar con esta familia de cantantes líricos, ya tercera generación. Sobre sus comienzos en la ópera y el peso de “ser hija de”, o “padre de”.
Luis, ¿cómo comenzaste en la música y específicamente en el canto lírico?
Luis Gaeta: Desde que nací, porque Victoria es en realidad ya tercera generación de cantantes, mi madre lo era también. Una experiencia familiar de 101 años. Y por supuesto adquirí de ella sus vivencias y consejos, pero lo cierto es que cuando era chico y la escuchaba cantar ópera pensaba que era algo horrible. Parecía que estaba llorando. Era porque estaba interpretando Madame Butterfly, una ópera que es muy patética. Y ¡un día abriendo un caramelo mientras estaba cantando Celeste Aida, casi me mata! Yo estaba acostumbrado a los Beatles, al Rock & Roll, y un caramelo donde el teatro es puro silencio es terrible, más en una sala como ésta (Teatro Colón).
Luego sí me empezó a atraer el teatro y poco a poco fui escuchando más cantantes. Eso que me fueron metiendo de chico en la cabeza, finalmente coágulo cuando estudiaba arquitectura. Era el loco que cantaba en los talleres, y fui dejando los pistoletes por cantar. Entré al instituto, más bien para ponerme una pluma al sombrero, pero empecé a ganar concursos, a viajar y comenzaron a contratarme. Así comenzó mi carrera en serio. Mi debut en el Colón fue en el año 79´, pronto van a ser 40 años que canto.
¿Cuál fue tu primer papel?
Luis: En ese entonces yo renuncié a un papel muy importante para cantar en el interior por un rol muy chiquito en el Teatro Colón, pero era poner un pie aquí y a partir de ahí fui creciendo en importancia de roles hasta llegar a casi todos los protagónicos para mi cuerda. Verdi, Puccini, Mozart, Donizettii…
Victoria, ¿era imposible escapar de ser cantante…?
Maria Victoria Gaeta: No, de hecho mi hermano es sociólogo y mi hermana politóloga. Siempre nos criamos con la idea de que hagamos lo que hagamos, seamos felices siguiendo lo que nos gusta. Tuvimos esa libertad y la suerte de poder contar con una educación para lo que quisiéramos hacer.
En tu caso, ¿cuándo comenzaste?
Victoria: Mi primera maestra de canto fue Marta Corbacho… salió todo de una riña con mi mamá. Yo era adolescente, una típica adolescente…
Luis: Ella tal vez no se acuerde pero cuando era chiquita cantaba en la escuela y se le hinchaban las venas y los compañeros estaban enamorados. Esto a los 4 años. Así que era algo que venía en la sangre. Y también bailaba. Estudió ballet y mi señora no quería ni que cantara ni que bailara, y yo jamás los impulsé o les dije lo que tenían que hacer porque me parecía una cruz muy pesada para llevar. Cada uno para ser feliz tiene que hacer lo que le gusta.
Victoria: Me acuerdo que iba a entrar a la escuela del Colón y mi mamá me preguntó si realmente quería ser bailarina y yo muy segura le dije que sí. Quería bailar en el teatro, quería ponerme el tutú, pero me responde que era una vida muy sacrificada y ahí dije: “Entonces no”.
¿A qué se dedicaba?
Victoria: Era arquitecta.
Luis: Cuando nos conocimos con mi mujer eramos los dos futuros arquitectos, no entraba en el mundo de ella que yo fuera cantante y la sacó un poco del eje de lo que hacíamos, ya no podíamos trabajar juntos.
Victoria, ¿ibas ya de chica a ver los conciertos?
Luis: Contesto yo con una anécdota que no se puede acordar porque era muy chiquita. Viene a ver Las Boda de Fígaro, una ópera muy clásica con puesta muy tradición. Las óperas tienen momentos muy hermosos pero otros un poco duros para quienes no están en el tema, y muchos estaban cabeceando pero ella se la vió desde que empezó hasta que terminó sentada en el palco mirando con los brazos apoyados sin perderse un detalle, ¡a los 4 años! Quiere decir que había algo que ya le atraía.
¿Y finalmente cómo llegaste?
Victoria: cuando salí del colegio me enfrenté a la misma crisis de todos, ¿qué iba a hacer de mi vida? Pasé por diseño pero finalmente me decidí empezar en el UNA y me tiré a la pileta. Vacía. Hubo un antes y un después cuando entré al Ópera Estudio de La Plata, los 12 integrantes tuvimos una especie de vidriera. De pronto teníamos a la prensa encima, empezábamos a formar parte de la temporada lírica oficial del Teatro Argentino, tal vez en roles chiquitos pero que se lucían, y en ese sentido Marcelo Lombardero fue un mentor. Puso muchísimas fichas en mí y en gran parte yo le debo mi carrera. Apostó por mí, primero en el Argentino, luego en la ópera de cámara, en las giras que realiza por latinoamérica, Buenos Aires Lírica, entre otros.
Luis: Una cosa es el que te da tu camino inicial pero luego entró a la escuela del Colón por mérito propio porque yo jamás hablé ni hice nada para que así fuera. No me gusta eso de que sea la hija de… Ella es ella y hace su carrera independientemente de la mía.
Ahora sí… (risas)
Luis: Sí, ahora sí. Y ya nos tocó otra vez de estar juntos en una ópera en el teatro Argentino.
Victoria: Pero siempre en personajes que no interactúan mucho entre ellos. Era como un “Mirá, ahí está papá también”.
Luis: Salvo una vez en Brasil si nos tocó un papel que fue muy duro para mí porque tenía que hacer de mi amante.
Victoria: También fue duro para mí…
Al estar arriba del escenario, ¿se pueden abstraer de los vínculos?
Luis: Uno intenta, pero siempre sos padre e hija. Y por eso nunca le dí clases, puede preguntarme un consejo pero al igual que un médico que no puede operar a un familiar, yo no puedo ser su maestro. Siempre está ese vínculo afectivo que impide la distancia necesaria que debe tener un maestro con su alumno.
¿Qué es lo que rescatan el uno del otro como intérprete?
Victoria: Mi papá es un bicho de escenario, pisa el escenario y acapara toda la atención. Juega, es un niño que juega. Es muy inspirador verlo disfrutar así de su profesión. Llegado el punto de estar en el escenario, es una persona que deja todo. Tiene magia.
Luis: De ella te puedo decir que ha heredado, o no, porque no me puedo mirar a mi mismo, pero la veo en el escenario y también es un juego. Realmente se divierte y eso se nota, trasciende al público. Fluye y tiene una facilidad que yo no tengo en de cuestión técnica vocal. Una voz muy aterciopelada, muy redonda, que es muy cálida. Y como actriz la veo igual, una actriz nata con mucha soltura.
Muchos cantantes dicen que la carrera se fue dando casi sin querer, ¿es así?
Luis: En mi caso, pasando la pubertad, empezó haber una vocación en mí. Escuchaba a los cantantes en el teatro y quería cantar en el Colón. Ese era mi deseo, no sé si mi carrera, pero era mi objetivo.
Victoria: Puede ser una manera de verlo, pero creo que detrás de esa frase, si uno se pone a pensar, hay horas y horas de clases de técnica, de audiciones, de formación musical y artística, de asistir a seminarios. Siempre lo que se ve al entrar a un ensayo es la punta de un iceberg. Y es muy caro formarse como cantante, una inversión económica muy grande…
Luis: Caro también en el sentimiento y en el tiempo porque hay que dedicarle la vida.
Victoria: En el sentimiento es como dice: los fines de semana no salgo, no tomo cerveza, no fumo, no grito. Es todo una disciplina. Y volviendo a la pregunta: se va dando pero a raíz de todo un esfuerzo y sacrificio, por más que uno no lo viva como un sacrificio.
Marcelo tiene una especie de “fetiche” con algunos cantantes, del cual María Victoria es parte. ¿Ustedes lo ven así?
Luis: ¿Lo puedo decir yo de afuera? Mi opinión es que cuando vos haces una ensalada si le pones aceite de oliva, de uva, vinagre o limón, elegis vos. Y si vos queres hacer de tu espectáculo algo que brille y que te guste el resultado elegís según las necesidades actorales, vocales, escénicas y la ductilidad y la rapidez que tiene el cantante para poder hacer una escena y entenderla.
Victoria: Habría que preguntarle a él. Lo que sí te puedo decir de Marcelo, aunque nunca lo charlé con él, es que tiene una habilidad, de la que ni siquiera sé si es consciente, pero arma elencos que son como equipos. Cada vez que voy a un primer ensayo donde está, siento que hay una energía espectacular desde el primer día. No hay divo, no hay estrellas, no hay desplante. Funcionamos todos como un equipo y cada uno es parte de un engranaje y todo fluye. Esto sí lo dice Marcelo: “Si yo te pongo la pelota en el pie, vos metemela en el ángulo”. Las producciones que he estado con él las disfruto como ninguna otra.
Luis: Tiene capacidad de transmitir y una síntesis de lo que quiere muy espectacular, y eso que yo no he trabajado tanto con él. Pero en dos minutos entiendo lo que quiere, para qué y por qué y cómo hay que hacerlo. Es muy claro y tiene un gran conocimiento de los estilos y de los repertorios, por eso se genera esa energía. Es un hombre que sabe lo que quiere, sabe transmitirlo e impone respeto inmediatamente.
Luis, has estado con tantos directores y cantantes, con los más importantes, ¿alguno de ellos te dejó una marca, enseñanza o alguna anécdota curiosa?
Luis: La relación con esas grandes figuras es muy difícil porque ellos vienen con su formación y “su personaje” y tienen un tiempo relativamente corto para integrarse con el resto del elenco. Por supuesto conocen la obra a fondo así como el personaje y rápidamente se produce esa magia que da el teatro. Pero no te da mucho tiempo a tratarlos en lo personal. Además muchos tienen como una coraza de protección de no relacionarse. No sé si será para mantener el personaje y no mostrarse como seres humanos. Pavarotti fue paradigma en ese sentido, una persona cálida pero a la vez una fiera en el escenario. Si vos te acercas mucho, te comen, te pegan, puede pasar cualquier cosa.
¿Por ejemplo…?
Me ha pasado con Pavarotti, quiso hacer un ensayo de escena sin escena, es decir tampoco cantaba. Marcó un área y se quedó petrificado y de repente se arrodilló, lo que quería era probar su rodilla, que en ese momento la tenía mal, porque sabía que en lo demás él iba a funcionar. Entonces no quiso ensayar le dijo a la régisseur que no pasaba nada, que “se hace solo”. Claro, lo da por sentado todo pero la régisseur lo que quería obviamente era que se ubicara en el escenario, todos nos movíamos y él se quedó tirado en la cama, ensayando mentalmente para no cansarse.
Llegó el día de la función, de repente yo estaba sentado en la mesa cantando y él me dice: “Esta mesa es del escritor” y yo lo escuché mientras cantaba y no entendía porque yo estaba sentado en el punto de marcación de la puesta y me dio un codazo y me sacó de la mesa. En ese momento, que recién estaba empezando, pensé que se me terminaba la carrera, porque si Pavarotti te da un codazo lo próximo es que te digan señor usted no canta más en ningún lado.
Luego entendí lo importante que es para un cantante sentir que tiene la luz en el rostro y en el cuerpo, sentir que hay espacio alrededor porque una figura de esas en una película se le toma un primer plano y listo, pero cuando tenés un coro y 250 figurantes y gente alrededor ¿cómo emerge tu figura? Necesitás un espacio. Y si vos no le das ese espacio a la figura, se lo traga el resto de la escena.
¿Qué es lo mejor y lo peor de compartir la vocación?
Victoria: Lo mejor es que siento que tengo un profesor, un maestro a disposición las 24 horas. Lo peor…no le encuentro nada negativo. Por ahí que siempre estuvo esa idea de que canto porque soy la hija de… Pero mentira, ¡si supieran! Creo que me costó el doble.
Para mí, que soy músico pero que no vengo del mundo de la ópera, debo decir que conocí primero a Victoria y para mí era al revés, Luis era tu papá…
Luis: Me alegra que lo digas. Así quitamos ese cliché de que canta porque es la hija de… Ella hizo todo por sus propios méritos, yo no influyo en nada. Y por otra parte cuando se abre el telón se acaban las recomendaciones, no dura una carrera ni 10 minutos si uno no sirve. El patrón en un espectáculo es el público y si vos no transmitís, no convences, el director tampoco te va a llamar. Y el punto bueno de compartir esta profesión es ver reflejado que lo que yo amé toda mi vida sigue y se transmite a mi hija y que de alguna manera no me estoy muriendo.
Los cantantes líricos no somos reconocidos, sólo por un grupo de gente que supuestamente es una elite que entiende, pero si el público se acercara más y creo que está pasando ahora eso de llevar la ópera al plano popular, hace que la gente entienda que no es tan de élite. Por supuesto hay óperas que son más difíciles, pero hay otras que son hermosas. Por ejemplo: canciones de Mahagonny las han cantado un montón de cantantes populares, y nadie sabe que pertenecen a esta ópera. Ha pasado también con otras músicas que se extrajo tanto que ya no es más ni del autor ni de la opera. Es de la gente.
Por Maxi Luna
Ph: Luciana Pucciarelli
Agradecimiento: Prensa Teatro Colón
Acerca de Luis Gaeta, barítono
Estudió canto e interpretación con C. Guichandut, G Cigna, M. Wallmann y Tito Gobbi. Egresó del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, donde actualmente se desempeña como maestro de técnica vocal. Es arquitecto. Actuó en importantes escenarios de Austria, Suiza, Alemania, España, Italia, Finlandia y EE.UU. En el Teatro Colón, el Teatro Argentino de La Plata y otras salas de Sudamérica interpretó los protagónicos de su cuerda en numerosas óperas del repertorio. Cantó junto a la Orquesta Sinfónica de Israel, la London Symphony Orchestra, la Het Philharmonisch Orkest (Bélgica) y la Symphonieorchester Vorarlberg (Austria). Trabajó bajo la dirección de artistas de la talla de Zubin Mehta, Oliviero de Fabritiis, Francesco Molinari Pradelli, Antoni Ros Marbá, Julius Rudel, Gabor Ötvös, Franz Paul Decker, Romano Gandolfi y Renato Palumbo. A lo largo de sus actuaciones compartió escenario con figuras como L. Pavarotti, P. Domingo, E. Marton, R. Fleming, P. Cappuccilli, R. Crespin, L. Lima, J. Van Dam, F. Furlanetto, R. Lloyd, D. Zajik, M. Freni, Luciana D’ Intino, Marcelo Álvarez y José Cura. En 2001 fue invitado a cubrir a Leo Nucci en el Pagliacci del Teatro Municipal de Santiago de Chile. Con el mismo artista compartió funciones de Rigoletto en el Teatro Colón de Buenos Aires.
Acerca de María Victoria Gaeta, soprano
Inicio sus estudios en el Conservatorio Nacional “Carlos Lopez Buchardo” (UNA) y actualmente cursa la carrera de canto en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, donde se perfecciona con Marta Blanco y Eduviges Piccone en técnica y repertorio respectivamente. Paralelamente estudia técnica vocal con Maria Rosa Farré. Asimismo se formó en repertorio con los maestros Guillermo Opitz y Susana Cardonnet. Integró el Opera Estudio del Teatro Argentino de La Plata, donde interpretó a Jessie (Mahagonny Songspiel) y Fiordiligi (Cosi fan tutte). Recibió el premio revelación de la Asociación Críticos Musicales de Argentina por su desempeño en la temporada lírica 2013. Cantó roles protagónicos en las salas de mayor prestigio de Buenos Aires y del interior, incluyendo el Teatro Colon, el Teatro Argentino de la plata, el Teatro Avenida, La Usina del Arte, Teatro el Circulo y la Opera de San Juan. Becada por el Ministerio de Educación y el IUNA viajó a Francia para el Festival Victor Hugo en la Sorbonne de Paris, donde interpreto el rol de Balminnette (La forêt mouillée). Para la PUCRS de Porto Allegre, Brasil, cantó Musetta (La boheme), bajo la dirección musical de Mario Perusso. Incursionó en el repertorio sinfónico con la Misa en si menor de Bach junto a orquesta y coro estables de Bahia Blanca y el Stabat Mater de Rossini en el Centro del Conocimiento, Misiones. Formó parte de la gira a México con el espectáculo de música barroca Bromas y lamentos de Marcelo Lombardero. Actualmente integra la Ópera de Cámara del Teatro Colón.