En este evento de cierre del ciclo de conciertos de la OFBA, dirigida nuevamente por su director titular, el maestro Enrique Arturo Diemecke, el programa se integraba en su totalidad por música del compositor francés Maurice Ravel (1875 – 1937): El concierto para piano y orquesta en Sol mayor, y la sinfonía coreográfica “Daphnis et Chloé”; obras con las que el público pudo embarcarse en un viaje de exploraciones sonoras que iban desde los lenguajes del jazz de la década de 1920 hasta las alegorías de deidades y seres mitológicos de la Antigua Grecia.
Por Carlos Romero. PH: Prensa Teatro Colón /Máximo Parpagnoli.
El último abono de la temporada 2019 de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón, el pasado jueves 5 de diciembre, generó desde el principio mucha expectativa. Lamentablemente por motivos de salud, la reconocida pianista francesa Hélène Grimaud se vio en la necesidad de cancelar su participación como solista en el concierto para piano y orquesta de la primera parte de la noche, por lo que se le extendió la invitación al aclamado pianista David Fray, de nacionalidad francesa también, para interpretar dicho rol. En este evento de cierre del ciclo de conciertos de la OFBA, dirigida nuevamente por su director titular, el maestro Enrique Arturo Diemecke, el programa se integraba en su totalidad por música del compositor francés Maurice Ravel (1875 – 1937): El concierto para piano y orquesta en Sol mayor, y la sinfonía coreográfica “Daphnis et Chloé”; obras con las que el público pudo embarcarse en un viaje de exploraciones sonoras que iban desde los lenguajes del jazz de la década de 1920 hasta las alegorías de deidades y seres mitológicos de la Antigua Grecia.
La OFBA junto al pianista David Fray iniciaron con el mencionado Concierto para piano y orquesta en Sol mayor, compuesto entre 1929 y 1931, repleto de gestos musicales provenientes del jazz que fueron adquiridos por Ravel en su gira por Estados Unidos en 1928. La riqueza de este concierto se encuentra en las armonías complejas y rítmicas sorpresivas que fueron abordadas por Fray de manera precisa y exquisita, con una técnica pianística que le permitió lograr junto a la orquesta diversos efectos sonoros y provocar que los márgenes de la forma musical fueran difusos, como las imágenes de las pinturas impresionistas; término que en la actualidad se aplica al estilo de composición de Ravel, pero que fue rechazado por él mismo en su momento.
Tanto en el primer movimiento de este concierto como en el tercero se pueden escuchar influencias de la música del compositor norteamericano George Gershwin, por quien Ravel tenía mucho afecto y admiración. Queda también en evidencia su exploración de matices y distintos colores del sonido, características que se extienden a su segundo movimiento, de un aire más mozartiano, interpretado por Fray con la delicada fluidez que requieren esas largas frases que dibujan la forma. Como pequeño encore al final de los aplausos del público, el pianista deleitó con una pieza de hermosa introspección: El aria de las Variaciones Goldberg de J. S. Bach, decisión muy interesante para despedirse de los espectadores luego de la complejidad armónica del concierto de Ravel, generando un delicado contraste con esta pieza de melodías y armonías más sencillas.
En la segunda parte del concierto, la Orquesta interpretó la sinfonía coreográfica “Daphnis et Chloé”, compuesta entre los años 1909 y 1912 para los ballets rusos de Sergei Diaghilev. Esta “sinfonía coreográfica en tres partes” como lo describiría el mismo Ravel y que se convertiría en su obra de más larga duración, se basa en el antiguo cuento griego de amor entre Dafnis y Cloe, escrita por el novelista griego del siglo II Longo, conocido también como Longo de Lesbos. La obra musical presenta estampas de escenas dentro de la mitología griega con una importante conexión con la naturaleza y sus sonidos. La convivencia entre el conflicto amoroso de los hombres, mujeres y seres mitológicos, y la belleza de la naturaleza, se plasman mediante colores sonoros que evocan a la luz, la tranquilidad, el caos y la angustia. La OFBA le permitió a la audiencia obtener un panorama de todas estas características con impecable control de los matices, las dinámicas y la exploración de timbres sumando en una misma melodía dos, tres o más instrumentos transformando su sonoridad.
De esta forma y con un caluroso aplauso del público, cerramos el abono de conciertos 2019 de la OFBA, ansiosos por el comienzo un nuevo ciclo el próximo año con mucha música interesante y la presencia de grandes músicos de renombre internacional como Martha Argerich, Charles Dutoit, Khatia Buniatishvili, Midori Goto, Ingrid Fliter, entre otros. Los invitamos a conocer el programa completo de conciertos del próximo año en la guía completa 2020 del Teatro Colón: https://teatrocolon.org.ar/teatro-colon_guia-2020.pdf