Charo Bogarín presentó en Buenos Aires su disco homenaje a Mercedes Sosa en un ND Teatro a sala llena.
Por Natalia Cardillo. Ph Eduardo Fisicaro
“Todos recibimos este legado que vos nos estás entregando de Mercedes, con mucha pasión y sorpresa ante la belleza, el cuidado de todo lo que te rodea cuando cantás. ¡Y además tu voz! ¡Madre mía!… ¡Por si esto fuera poco! Gracias Charo querida.”
Quien expresa estas palabras es Teresa Parodi, una de las invitadas de la noche. Una noche cargada de emoción, de cuidado, como Parodi acota. Pero cuando se habla de cuidado en este caso, se va más allá de una puesta austera pero impecable, un vestuario siempre entretejido por el buen gusto, la sofisticación, y la paleta exacta de lo que se quiere contar o una lista de instrumentos que juegan entre el clásico y la vanguardia, sonidos nuevos y de antaño, el folklore y la tecnología, entre un violín y un cuatro o cualquier otro instrumento de los pueblos originarios de América Latina. Va mucho más allá. La noche del sábado pasado en el ND sucedió un rescate, un cuidado a la tradición. La cantautora Charo Bogarín presentó en medio de una cálida y creciente conexión con el público, su primer disco solista con un bellísimo y contundente homenaje a Mercedes Sosa (“Legado” Sony Music).
Y este disco habla de lo nuestro. Habla de lo importante de volver y permanecer en las raíces como marca identitaria. Habla de amor y soledad, de exilio y regreso. Habla de la importancia del recuerdo y la memoria. Habla de banderas y de pueblos. Habla de género y cultura. Habla de Mercedes.
Las grandes canciones siempre cuentan historias. Pero cuando esas canciones están además hiladas en un juego cronológico armónicamente sintetizado, el relato se vuelve un friso insondable, de todos los colores. Es que los colores de la vida de Mercedes Sosa fueron muy variados. Y en esa variante entra entonces el discurso de Charo Bogarín, paseando a la audiencia de la emoción a la apreciación ineludible de su virtuosismo y viceversa.
El repertorio contó el origen del arte y la historia de “nuestra cantora”, como la llamó Bogarín a Sosa durante toda la velada. También habló de su regreso luego del exilio y lo que eso significó para la querida tucumana nacida un nueve de julio, como en una especie de vaticinio que hoy ya es emblema.
En medio de esto, la talentosa y encantadora formoseña cantó además temas de su autoría, entre matices vocales que parecían venir de diferentes intérpretes a la vez y un manejo del cuerpo que enmarca una estética exquisita, un show sin fisuras.
Esta verdadera obra de arte en vivo se completó, entre la extensa gama que ofrecieron los músicos dirigidos por Juan Blas Caballero, con la presencia de Víctor Heredia en el momento de “Cantora”, Manuela Torres para cantar “Sabana esperanzada” de Tute y Jaime Torres, el malambo a dúo junto al bailarín y maestro Andrés Baigorria, y un final coronado por integrantes del Ballet Folklórico Nacional con una puesta intensa y pasional de “Volver a los 17”.
Párrafo aparte para uno de los momentos más emotivos del concierto, el dúo en “Soy pan, soy paz, soy más” junto a una conmovida Araceli Matus; musicoterapeuta y dueña de una hermosa voz, nieta de Mercedes Sosa, hija del recientemente fallecido Fabián Matus.
“Legado”. Tanto en el disco como en sus presentaciones en vivo, este trabajo, elaborado con sumo respeto, nos trae la premisa de la buena música y la certeza de cómo lo autóctono puede superar su innata belleza y omnipresencia; porque “no sólo hemos bajado de los barcos”, subrayó “La Charo” entre música y sonrisas.