Ocho canciones para un rey loco: el poder y los bordes de la razón

En esta sección, «Notas para interpretar (la realidad)», invitamos a referentes del ámbito de la música clásica para que recomienden una obra que consideren capaz de ofrecer perspectivas sobre la situación actual del país. El propósito es destacar el diálogo constante de la música clásica con la realidad desde distintas ópticas.

Marcelo Delgado, compositor, director y educador musical, ha elegido «Ocho canciones para un rey loco» del compositor inglés Peter Maxwell Davies para adentrarnos en una reflexión sobre el poder, la racionalidad y sus límites.

Marcelo Delgado – Ed. Virginia Chacon Dorr

Son tantas las maneras de abordar la realidad, y tantos los instrumentos teóricos para hacerlo, que deberíamos dudar de la eficacia del discurso musical puro para contribuir a dicho abordaje, dado su carácter eminentemente abstracto. La discusión acerca de la condición de lenguaje que reviste la música viene de largo (y quizá no tenga fin). Están quienes niegan de plano dicha condición (Stravinsky nos decía que la música solo transmite significados musicales), y quienes abogan por otorgarle un tipo de lenguaje específico, alejado de la literalidad del que utilizamos cada día para comunicarnos y expresar la realidad que nos aloja.

Un rey loco

Dicho esto, y respondiendo al pedido de esta convocatoria, mencionaré una obra que reúne algunas condiciones que le permiten reflejar cierta condición humana que no ha cambiado en el tiempo. Desde nuestros antecesores griegos los temas no han variado mucho: el amor, la muerte, el sentido de la existencia, el poder. Precisamente de esto último tratan, de un modo lateral, las Ocho canciones para un rey loco, del compositor inglés Peter Maxwell Davies. La obra fue estrenada en 1969, y tiene por personaje principal al rey Jorge III, que reinó en Gran Bretaña e Irlanda desde 1760 hasta 1801. Es conocido el progresivo deterioro de las facultades mentales del rey, hasta que fuera reemplazado en su cargo. Basándose en esta situación, un colaborador de Maxwell Davies, el libretista Randolph Stow, ideó un libreto en el cual se muestra al rey empeñado en enseñarle a sus pájaros melodías de diversa procedencia (Handel, a quien el rey admiraba, entre otros) a través de un órgano mecánico. Son ocho breves monólogos, para barítono y un sexteto instrumental (violín, violoncello, flauta, clarinete, piano y percusión), que se suceden sin solución de continuidad. 

En la puesta original, cada músico estaba alojado en una jaula, metaforizando su condición de pájaro. A lo largo de la pieza vemos a un rey por momentos desquiciado, por momentos recluido en su propio soliloquio, fuera de la realidad. La vocalidad utilizada por Maxwell Davies recurre a una variedad de recursos que no atañen sólo al registro utilizado, sino también a las posibilidades de producción sonora de la voz humana. Su contacto con el cantante Roy Hart, dueño de una técnica extraordinaria, que le permitía utilizar un registro de casi cinco octavas, además de todas las rugosidades del aparato fonador, fueron un estímulo a la imaginación del compositor, que creó un personaje que se expresa a sí mismo como una entidad, sobre todo, sonora.

Casi al final del séptimo monólogo, el rey arrebata el violín a su intérprete, con la intención de romperlo. En palabras del propio compositor: “Este estallido de violencia es una cesión a la locura y el asesinato ritual por parte del Rey de una parte de sí mismo, después de lo cual, al principio del Nº 8, puede anunciar su propia muerte»

La historia -pasada y reciente- ofrece múltiples ejemplos acerca de cómo el poder puede llevar, en los extremos de su ejercicio, a los bordes de la razón, y convencer de su infalibilidad a quien lo ejerce, al punto de pretender amaestrar -y, por lo tanto, domesticar- aún a criaturas tan libres como los pájaros. La obra de Maxwell Davies se presenta, todavía hoy, como una metáfora potente de esa condición humana.

Sobre Marcelo Delgado

Es compositor, director y educador musical con una vasta trayectoria. Ha sido reconocido por su trabajo con becas y subsidios de instituciones como la Fundación Antorchas, la Fundación Lampadia y el Fondo Nacional de las Artes. Por su  trabajo como compositor recibió el Premio Konex 2009. Su obra incluye numerosas composiciones estrenadas en importantes escenarios como el Centro Experimental del Teatro Colón y el Centro Cultural Ricardo Rojas. Es el fundador y director de la Compañía Oblicua, ensemble dedicado a la música contemporánea, y también es creador y conductor del programa OMNI en Radio Nacional, dedicado a la difusión de la música contemporánea. Además, ejerce como docente en la Licenciatura de Artes de la UBA.

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