Nadia Muzyca: «Todo el país unido en una misma clase y en una misma pasión»

Imagen de Nadia Muzyca: “Pisar un escenario después de tantos meses fue respirar oxígeno del bueno”

PH: Carlos Villamayor

La primera bailarina del Teatro Colón, Nadia Muzyca, nos cuenta cómo es su entrenamiento durante la cuarentena para no “quedar ahogada” después de tanto tiempo sin bailar y que no se note el cansancio. Y, si bien desea que pronto se pueda volver a lo presencial porque los bailarines tienen que estar en el escenario sí o sí, cree que Zoom llegó para quedarse. Este medio permitió a la danza mundial estar conectada y asistir a lecciones con diversos maestros, desde cualquier lugar del mundo, todos unidos en una misma clase y en una misma pasión. 

 

Por: Luz Lassalle/Carolina Lázzaro

 

¡Hola Nadia! ¿Cómo te está tratando la cuarentena?

Bien, me la paso bailando detrás de la computadora (se ríe). Trabajando mucho, dando clases y haciendo mis propias clases (del Ballet del Teatro Colón). Impensado todo esto que estamos viviendo. Pero tengo la suerte de tener mi estudio de danza en casa, y eso es muy favorable, todo me es más fácil. Me traje la tele de mi casa para acá, para ver mejor a mis alumnas. Tengo en este sector la mesa, la computadora, la tele grande, el banquito, todo, para poder trabajar de esta forma.

¿Cómo encararon en el Teatro (Colón) el tema del entrenamiento y los ensayos a partir de la declaración de la cuarentena?

Bueno, fue de un día para el otro. Estábamos preparando Giselle. Ya en los últimos ensayos no teníamos contacto. Ensayábamos sólo las variaciones solistas. Hasta que nos dijeron “Bueno chicos, por ahora no vengan”. En ese momento nos quedamos sin hacer nada y estuvimos un tiempo sin contacto con el Ballet -si bien yo seguí entrenando y cada uno desde su casa de la manera que se pudo. Después de un tiempo la dirección del Colón nos avisó que íbamos a empezar a tener clases por Zoom. Todos se tuvieron que acomodar, algunos no tenían ni barra, ni nada, tomados de una silla; después se fueron armando: una barra, un pedacito de tapete… 

Para mí fue bárbaro porque la clase organiza el día. No es obligatoria, está en uno decir “¡Sí, la hago!”. A mí particularmente me organizó: sé que a las once tengo mi entrenamiento personal y después, a la tarde, mis alumnas. 

¿Cómo le afecta a una primera bailarina, físicamente, corporalmente, todo este tiempo con este tipo de entrenamiento casero?

¡Y mentalmente! Hay que ser muy fuerte y decir “¡Sigo, sí!” porque realmente la mente de los bailarines y bailarinas es terrible. Es decidir no bajar los brazos, seguir entrenando para estar en estado, por si surge algo. Es mucha fuerza interior. Y una forma de vida también, ¿no? Porque si dejo de hacer la clase, el cuerpo me la pide, la necesito. Pero obviamente no es el mismo entrenamiento que cuando uno está en funciones. Para hacer un ballet completo, cuando se vuelva, va a haber que ponerse en training…

Yo, por suerte, tengo el lugar adecuado. Los que no tienen espacio para explayarse, para hacer los grandes saltos, están más complicados.

¿Pudieron aprovechar desde la dirección del Colón para que tomen clases con gente del exterior? Como para verle el lado positivo…

Sí, sábado por medio hay un maestro invitado. Hemos tomado clase con Julio Bocca, Marcela Goicoechea, Flavio Salazar, Sabrina Streiff. Me gustó algo que nos dijo Igor Yebra el director del Sodre (uno de los primeros maestros que invitaron): “Chicos por más que estén en sus casas, arréglense, vístanse bien, péinense. No estén en pijama en la clase, por más que estén en su casa con el mate al lado” ¡Ay, me encantó cómo lo dijo! porque es verdad, es la clase, nuestro momento, el momento de nuestra danza.

Ir al Teatro tiene toda una preparación, salís de tu casa, viajás hasta llegar. Uno acá sale de la cama, se saca las pantuflas y se pone las puntas.

Estemos donde estemos, es nuestro momento de mantener el cuerpo. Y por qué no, también de avanzar. Él dijo -que me pareció bárbaro-: “Tratar de cuidar los detalles”; hay cosas que no requieren de un gran espacio. Tomados de una silla podemos chequear toda nuestra preparación, nuestras quintas, y eso es algo que sí que se puede hacer en casa, aunque sea en un cuadradito pequeño.

Otra cosa positiva es que se conectó toda la danza mundial. Hablando de Argentina, a través de las clases por Zoom tengo gente desde Salta hasta Ushuaia, todo el país unido en una misma clase y en una misma pasión. Conocí un montón de gente, ahí ves el talento que hay en el interior. Hay muchísimo talento. 

Hablando de Argentina, a través de las clases por Zoom tengo gente desde Salta hasta Ushuaia, todo el país unido en una misma clase y en una misma pasión. Conocí un montón de gente, ahí ves el talento que hay en el interior.

¿Qué pasa con todo ese talento que hay en las provincias? ¿Tiene alguna forma de manifestarse, además de venir a audicionar al Teatro Colón? 

Y bueno, el Colón es el gran sueño de muchas chicas, lo veo continuamente. Pero yo siempre les digo, el Colón es una oportunidad más, que no se frustren si no entran, porque a veces no hay lugar para tanta gente, o porque justo no es el estilo que buscaban. Hay otras posibilidades, hay otros ballets, uno puede ir afuera, o también en el interior ahora hay muchas movidas culturales. Hay que seguir adelante, con buena predisposición y energía. Si una no entra al Colón no tiene que decir: “Bueno ya está, no sirvo para nada, no bailo más”. Quizás necesite un poquito más de tiempo de preparación y puede ser profesional tranquilamente en un futuro.

¿Cómo te fue en tu estudio en este tiempo de pandemia? ¿Pudiste crecer en cuanto al alumnado? 

Cuando comenzó todo esto no sabía qué hacer, había quedado como perdida. Tampoco sabíamos cuánto iba a durar. Después vimos que era para largo. Empecé a dar clases gratuitas por Instagram, eso hizo que me conozca mucha gente. Daba todos los días: ponía mi celular, ponía vivo y arrancaba la clase. Lo hice un buen tiempo, pero después me di cuenta que el alumno necesita ver al maestro, porque se puede lastimar, o hacer cualquier cosa; muchos alumnos están en plena formación y necesitan la mirada, una guía. Con Zoom, que podés ver, corregir, hay un ida y vuelta.  En Instagram estaba yo sola hablando con mi celular: hablaba sola, bailaba sola, con un montón de corazoncitos que aparecían, y los comentarios. Y yo decía “¡¿Qué me estarán poniendo?!” Porque viste que las redes sociales dan para todo (se ríe). Pero no, la verdad, mucho cariño.  

También me di a conocer por los streaming del Colón, eso es una gran alegría para todos los bailarines y los amantes del Teatro, que los domingos pasen una función de ballet o de ópera. Nos hizo más conocidos y estamos en las redes. A mí me gusta el tema de las redes sociales, lo tengo que admitir. Me gusta contestar si me escriben, y tengo mucho diálogo. 

Ahora mis alumnas del interior me preguntan qué va a pasar, porque vieron que se están abriendo los estudios de a poquito, y la verdad me parece que más allá de que se vuelva presencial, Zoom llegó para quedarse, es una manera de estar todos conectados.

¿Tenés algún plan de cómo sería una clase alguna clase híbrida?

Y, lo estoy pensando, es complicado. Cuando tenga que volver al Teatro, veremos. Serán más espaciadas, pero decir: “Ya está, bajo la computadora, volvimos a la vida” y dejarlas a todas, me parece que no. ¡Aparte, yo ya las quiero! Tengo un cariño por mis alumnas online… Cuando termina la clase me quedp cada día con una distinta, para hablar un ratito, darles alguna devolución, preguntarles cómo se sienten. Teniendo estas charlas siento que ya las conozco, sé un poco más de su intimidad, de su vida, entonces empieza a haber otra relación.

¿Cómo se organiza la Nadia mamá con la Nadia docente, en pandemia?

Es complicado. Valentino está en tercer grado, les enseñaron la multiplicación y las divisiones. Una termina siendo maestra de matemáticas también. El chiquitito -Francesco, tiene veintiún meses- está bárbaro, porque tiene a sus papás todo el tiempo en casa. Cuando comenzó todo esto, no caminaba, y ahora anda por la casa con su pateador, camina, corre, es impresionante. Otro nene. Y nada, me organizo con mi marido. Como el estudio lo tengo arriba de casa, subimos y bajamos todo el tiempo. Poner límites también es el gran tema, si es por ellos juegan todo el tiempo con la PlayStation. Lo hablo con otras mamás, se complica porque no te dan bolilla, están en su casa, con sus cosas, no es su lugar de estudio: tiene a la maestra de matemáticas en la mesa donde desayuna (risas).

¿Te enganchaste en algún proyecto artístico de estos que andan circulando, con otros colegas, otros bailarines?

Sí, estuve en varios proyectos de videodanza. Me llamaban, y siempre dije que sí, porque me parece que está bueno. Es una manera de estar, de demostrar cómo estamos los profesionales bailando. Hace poco bailé en el Astral, en un streaming. Me llamó Ricky Pashkus. Pisar un escenario después de tantos meses fue respirar oxígeno del bueno. Entrené acá en el estudio. Hasta la respiración hay que entrenar: buscar los matices para no quedar ahogada, después de tanto tiempo sin bailar. Y que no se note el cansancio. 

Llegué a mi casa libre, con esa sensación como cuando vuelvo del Colón después de una función: lo di todo, bien, mal, pero todo lo que tenía lo dejé ahí en el escenario. Fue el liberador. Los bailarines tenemos que estar en el escenario; eso es así. 

¿Qué variaciones interpretaste en el Astral?

No era clásico, por el piso. No había tapete. Además, me pareció que una variación descolgada de clásico no quedaba bien, así que bailé un tango “Por una cabeza”, neoclásico, en puntas, y el “Invierno” de Vivaldi. Una experiencia loquísima, porque bailar en un teatro vacío sabiendo que te está viendo un montón de gente, pero sin aplausos, porque los únicos aplausos eran los dos gatos locos que estaban ahí (risas): Ricky y Eleonora (Cassano) que decían “¡Bravo, bravo!” pero no dejaban de ser dos personas ahí perdidas en la platea. Fue raro, pero bueno, fue una experiencia. Lo mejor de todo fue volver al escenario.

¿Tenés algún proyecto a futuro, para cuando esto termine?

Ahora soy jurado de varios concursos que se hacen online, y tengo bastantes masterclasses. Esperando a ver qué pasa con el Teatro (Colón); también tenía una función que estábamos a punto de hacer acá en el Teatro Municipal de Quilmes. Pero bueno, siempre tengo proyectos, ganas de hacer un montón de cosas. Me puse a vender ropa, ropa de danza y ropa casual; es algo que siempre quise hacer y dije: “¿Por qué no hacerlo ahora? Es el momento” y me mandé. 

Yo creo que el Ballet es lo más complicado, porque uno no puede bailar un dúo sin tener contacto físico, una ópera es más fácil, o un concierto, pero ¿cómo bailo yo un Quijote si el partenaire no me hace las piruetas? Yo no me voy a hacer diez piruetas sola…(risas). Sé que están en tratativas, pero nadie me dijo nada todavía.

Igual perdón, pero si vuelve el fútbol, y hay veintidós personas jugando a la pelota, una al lado de la otra…

Sí, a veces veo esas cosas y digo “¿Cómo es?”. No sé…

Si a los futbolistas les hacen un hisopado y se aseguran que no tienen covid, ¿por qué dos personas no pueden bailar un dúo? Por ahí porque no mueven tanta plata como el fútbol…

¡Bueno! que no movemos tanta plata eso sí, te lo aseguro (risas). 

El público también está ansioso. A mí me pasó con los streaming del Colón. La primera función que pasaron, El lago de los cisnes, era mi función y me explotó el celular, los amantes del ballet estaban enloquecidos. La gente agradeció mucho este tema de los streaming.

Era una sensación rara: yo en mi casa, tirada en el sillón, mirando, y digo “Ahí viene mi variación”. Como era una función de hace tiempo ni me acordaba cómo me había ido -viste que las bailarinas somos muy exigentes- y me daba cosita. Es como ser espectadora de vos misma, de locos.

Ayer hablé con Mauro mi marido y decíamos que quizás el streaming llegó para quedarse. Y esto se me ocurre a mí, -bueno en verdad se le ocurrió a Mauro (risas)-: que mientras estoy bailando Quijote en el Colón ¿por qué no pasarlo en vivo, a un precio súper accesible? Para que la gente del interior y por qué no del exterior, tenga la posibilidad de estar viendo y participando de esa función, en un vivo real, no en un vivo falso, con esa emoción de estar ahí presente. Me parece que eso estaría buenísimo, sería un regalo para todo el país.


Esta nota se escribió para nuestra revista digital Música Clásica 3.0 del mes de noviembre 2020.

 

¡Suscribite y recibí la revista todos los meses, gratis, en tu mail!

 


Leer también: LA DANZA EN CUARENTENA (Parte I)

Leer anterior

Andando Caminos: Gerardo Gardelin & Jorge de la Vega

Leer siguiente

Naxos: Primera compañía en música clásica en sacar contenidos en español

Más publicaciones

Ads Blocker Image Powered by Code Help Pro

Bloqueador detectado

Nuestro medio se sostiene gracias a la publicidad. Te invitamos a habilitar los anuncios para seguir navegando y apoyarnos en la creación de contenido.