
Desde MCBA entrevistamos a la pianista Karin Lechner y la actriz Annie Dutoit quienes interpretarán el 27 y 28 de abril a las 20 en La Cúpula del CCK el espectáculo Otoño, un concierto teatral y musical basado en Sonata de otoño de Ingmar Bergman.
Sobre un repertorio de obras musicales de Bach a Rachmaninov, Otoño (con dirección de Martín Morgenfeld) narra el reencuentro de Charlotte (Karin Lechner), una famosa pianista, con su hija Eva (Annie Dutoit) tras siete años sin verse.
Para Annie Dutoit (hija de la pianista argentina Martha Argerich y el director suizo Charles Dutoit) “hacer este espectáculo en Argentina es muy simbólico e interesante, y eso forma parte del desafío”. Por su parte, Karin Lechner, nacida en Buenos Aires y radicada en Bélgica, afirma que “es una experiencia nueva hacer teatro aquí, porque siempre que vengo es para tocar solamente, y aquí soy pianista-actriz; todo lo que implique maneras diferentes de expresarse me parece muy enriquecedor”.
Las entradas son gratuitas y estarán disponibles a partir del martes 24 de abril, de 12 a 19, en Sarmiento 151, hasta agotar la capacidad de la sala. También se las puede reservar a través de la página www.cck.gob.ar
La idea original es de Karine Grosso ¿cómo llegó a ustedes la propuesta?
Karin Lechner: Karine es una amiga que tiene un festival de música en Francia donde participé. Luego me volvió a invitar para el año siguiente, pero como sabía que a mí me gusta actuar y había visto una adaptación teatral de Sonata de Otoño de Ingmar Bergman, me dijo: “Ya sé lo que tenés que hacer…”. Me pareció una excelente idea y pensé en Annie para el personaje de la hija porque estaba muy interesada en su nuevo rol de actriz. Luego hicimos una selección de escenas de la adaptación teatral y agregamos más obras musicales. Fue una linda experiencia.
¿Cuándo se realizó?
KL: En julio del año pasado y desde entonces nos quedamos con ganas de más y en español. Le comenté a Mariano Nante (director de La calle de los pianistas) y él a su vez pensó en Martín Morgenfeld, con quien empezamos a tener encuentros por Skype, primero con el texto y luego haciendo modificaciones. En Argentina se hizo solamente en un teatro, pero la versión clásica.
Más teatro que música…
KL: Completamente. Con Martín empezamos a hablar sobre las posibilidades de cambiar otra vez. Así que no tiene casi nada que ver, salvo las obras musicales que se interpretan, con la presentación que hicimos en Francia.
Vamos a encontrarnos con una versión casi nueva entonces, como si fuera la primera vez.
KL: Sí, nosotras también (risas).
Annie a partir del 2016 tuviste experiencias con el teatro y muchas de ellas también relacionadas con la música ¿Qué te llevó a hacer este cambio?
AD: En realidad empecé un poco antes con “La historia del soldado” de Ígor Stravinski. Fue un vínculo muy personal porque es la que mi padre estaba dirigiendo cuando conoció a mi madre, y, además, fue la primera grabación juntos. Hay algo de familia, y, por supuesto, me encanta también.
Hice la versión del diablo como una mujer, primero en Estados Unidos y Japón y después en Suiza donde vinieron mis padres a verme. Por primera vez ellos dos miraban algo que yo hacía, al revés de cómo había sido toda mi vida. Fue un momento clave y me dije: “¡Guau! , puedo hacer eso enfrente de mis padres, ya está”. Fue una liberación.
¿Siempre estuvo y no lo querías aceptar o lo empezaste a sentir recién ahora más de grande?
AD: Pienso que siempre quise. También hice teatro y quería tocar instrumentos, pero mis padres no tenían tiempo de ocuparse de eso con la vida bohemia y caótica que llevan. Por lo cual, la escuela fue un refugio, algo seguro. Y cuando fui a Estados Unidos me di cuenta que adoro dar clases, es como estar en un escenario y creo que un profesor interesante tiene que ser un poco actor.
Todo esto fue al mismo tiempo que mi hermana Stéphanie hizo la película Bloody Daughter. Empecé a hacer teatro y cuando decidí abrir esta puerta las cosas vinieron fácilmente. Siempre lo tenía ahí, pero…
Costó que saliera
DA: Uno dice: “No, no puedo”. Está la presión de los padres, con semejantes modelos uno piensa: “Si no sos “así”, no sos nada”. Mi mamá, una persona con un talento fuera de lo normal y del otro lado mi padre con una obsesión y pasión increíble con su carrera. Así que de niña pensaba: “O necesito un talento descomunal o una pasión tremenda”.
Y con una presión mayor…
Sí, además no son de decirme: “Ay… que bien”. No, son así mis padres.
Después empecé a encontrar obras con narración y música de obras conocidas y no tanto. Eso me interesa, pero me gusta también actuar sin música. Así que esta obra es fantástica porque combina las dos cosas y ninguna es más importante que la otra.
De hecho en la película la música, salvo algunas escenas, es como algo más funcional. En esta versión, ¿cómo se estructura la música?
AD: La música es muy importante, mucho más que en la versión de Bergman.
Le han agregado más música. ¿Cómo fue esa elección?
KL: Son piezas que me “hablan”, son algunas de mi infancia que toco desde niña y otras que tienen que ver con lo que está pasando y me pareció que combinaban bien.
No es una obra cualquiera de música y teatro, es la historia de una pianista famosa y ausente con su hija ¿Cómo las moviliza al hacerla?
AD: Entiendo muy bien las circunstancias de Charlotte y de Eva porque vengo de una familia así, pero los personajes (el carácter de cada uno) son extremadamente diferentes. Entiendo el problema que tiene un hijo con padres con una carrera que los ocupa totalmente. En este sentido, sí encuentro cosas que me conmueven por el sufrimiento vinculado a la persona ocupada sin tiempo y disponibilidad. Hay cosas que son más importantes que todo.
Una elección…
AD: O no. Mi madre no eligió ser pianista, y le tengo mucha admiración porque nos crió sola. Yo no tenía un padre presente tampoco, por eso entiendo muy bien el sufrimiento del personaje de Eva, quizás un poco más que otras personas. Tuve dos padres en sus mundos y en sus cosas.
No existe ese reproche, que sí se ve en la película…
AD: No. Pienso que es un trabajo que uno tiene que hacer en la vida y en mi caso tengo una relación donde hablo con mi mamá (no es el caso de Charlotte donde no ve a su hija desde hace siete años y con una cultura muy fría, religiosa). No hay reproches, aunque estoy segura que todo el mundo tiene algo que reprocharle a los padres. Es así. No puedo decir: “No, no hay problemas”, por supuesto que los hay, y muchos.
Argentina debe ser uno de los países donde más se va al psicólogo por culpa de los padres.
AD: Por supuesto, los padres tienen la culpa siempre y la madre más (Risas). Pero es interesante hacer esta obra porque en estos años pasé por un cambio personal y de carrera y pensé mucho en mi niñez, en los motivos que me impidieron hacer ciertas cosas, así que es muy simbólica la obra para mí, especialmente hacerla acá en Argentina. Cuando lo analizo sólo puedo decir: “guau, todo esto pasa ahora”.
La versión que hicimos en Francia es muy diferente a ésta porque los personajes no son tan pesados, tan “Bergmanianos”. En Francia sí me salieron cosas muy dolorosas.
Hay una memoria emotiva que sale
AD: Absolutamente. Yo me alejé totalmente del mundo de mis padres, me fui de Europa a Estados Unidos e hice una carrera por mi cuenta y solamente ahora, desde hace tres años, que estoy acercándome y haciendo cosas con mi mamá. No siento que mi identidad sea la de ser la hija de Martha, pero es un proceso. Y en verdad esta obra me ayudó para entender también algo de mi vida.
¿Fue una catarsis?
AD: En un principio sí, pero ahora ya no es así, es otra cosa. Lo otro ya pasó.
¿Y en tu caso Karin cómo fue?
KL: En mi caso, Charlotte con Karin tienen en común, tal vez lo único, el piano pero también el sentimiento de que la música es vocacional y ocupa un espacio primordial en la vida y no se puede prescindir de ella. Es una necesidad y forma de expresión, que es la más cómoda tanto para Charlotte como para mí. Pero en lo demás no porque es un personaje muy narcisista que no pudo y no supo ocuparse de sus hijas (habla del original de Bergman). Yo tengo una hija que adoro y trato de ser la mejor madre posible, aunque nada es perfecto, pero es una prioridad en mi vida.
Como actriz es un desafío actuar un personaje que tenga que entender y no se parezca a uno.
¿Hiciste otras cosas en la actuación?
KL: Fui actriz de niña en Venezuela en un programa muy popular y me reconocían en la calle. Fue una linda historia. Escuché que buscaban una niña para un personaje e hice un casting y quedé. Y el día de la audición, tenía fiebre y viene mi mamá a decirme: “Querida, no vas a poder ir”. Pero le dije: “Sí, me vas a dar una aspirina y voy”. Y desde entonces me gustó, pero a los nueve años hacía piano, colegio, danzas, y no podía hacer todo.
Tuviste que elegir
KL: Fue una elección muy difícil realmente porque me gustaba mucho actuar, me encantaba, pero fui aconsejada por mi mamá que me decía que si dejaba el piano sería muy difícil retomarlo y fue una buena decisión porque efectivamente con el piano seguí y la música fue mi camino, pero la actuación podía igual integrarla dentro de mi vida.
Siempre estuvo ahí evidentemente y en algún momento iba a salir.
KL: El gustito de actuar siempre me quedó. Es una pregunta que todavía me hago ahora: ¿qué habría pasado si elegía ser actriz? No creo en la reencarnación, ni en tener otra vida, pero me encantaría creer para poder probar (risas). Lo bueno es que mientras siga viva puedo explorar ese lado mío, además me parece que el teatro y la música tienen muchas cosas en común.
¿Qué es lo que tienen en común?
KL: Hay cosas en el ritmo de cuando uno habla o toca, la velocidad o la lentitud, silencios que puede haber entre las frases, la forma de expresar algo. Haciendo teatro me di cuenta hasta qué punto lo que hacía y aprendía me servía después cuando tocaba, y al revés también. La energía que uno pone, cómo medirla. Es fascinante.
Este tipo experiencias son muy ricas y atraen público diverso ¿Qué les parece que se puede hacer para atraer nuevos públicos?
AD: Es algo nuevo e inédito. Estamos en un proceso creativo muy interesante, así que por lo menos tratamos de hacer algo nuevo.
KL: Me parece que está todo más complicado desde que existe Internet, ya que hay acceso a la música virtualmente. Aunque sin embargo me da esperanza que cuando voy a conciertos buenos, las salas están llenas. Nada reemplaza la experiencia de ver algo en vivo, pero es un poco preocupante. Las cosas han cambiado bastante.
¿Tienen pensado a esto tratar de llevar la obra a otros lugares?
KL: Nos gustaría.
AD: Espero continuar, no necesariamente con esta versión. Lo que me interesa también es que hay algo un poco viejo en esta obra, como retro, pesado, y me molesta el problema de la mujer que tiene que elegir entre la carrera y los hijos… Para una mujer es muy complicado tener una carrera e hijos sin sentir culpa. Más que para un padre y no tendría que ser así.
¿Hay algo sobre eso en esta versión?
AD: No, quizás cuando continuemos porque es un buen mensaje y me parece que hay que hablar de las cosas. Pienso que se podría hacer una re interpretación de la obra con temas más feministas.
Me pasó con mi mamá. Muchas personas piensan que pueden criticarla porque se ocupó poco de sus hijas, y nosotras mismas decir “mamá, no estabas”, pero cuando veo lo que hace, el tipo de presión que tiene en su vida…la admiro. Hizo lo que pudo dentro de parámetros complicadísimos en esta época como mujer.
KL: Es muy fácil criticar.
AD: Exacto y más si no es algo convencional.
Por Gabi Levite y Maxi Luna.