Hoy cumple 81 años la Directora Ejecutiva del Mozarteum Argentino, Gisela Timmermann.
Aquí recordamos la entrevista que le realizamos en conmoración a los 65 años del Mozarteum Argentino, la cual fue parte de la revista impresa MusicaClasicaBA Nº6.
Por Pablo Lucioni.
En marzo se cumplieron sesenta y cinco años (Nota de editor: esta entrevista se realizó en junio de 2017) de que un pequeño grupo de entusiastas melómanos empezaran la actividad del Mozarteum Argentino.
Originalmente con conciertos en casas particulares, luego en salas de museos, en teatros, llegando finalmente a sus ciclos en el Colón. Hoy en día es la más importante institución privada dedicada a la música clásica en la Argentina. Sus varias y extensas actividades, que además de los grandes conciertos, incluyen un ciclo gratuito de mediodía en el Teatro Gran Rex, actividades en las provincias, becas de perfeccionamiento para músicos en el país y el exterior, proyectos pedagógico-didácticos como MiniAula, el programa Mozarteum Joven para acercar a la juventud a la música…
Nos reunimos con su Directora Artística y Administrativa, Gisela Timmermann, para repasar la historia, actualidad y futuro de esta significativa parte de la vida musical de Buenos Aires.
-La verdad es que no me he puesto a pensar retrospectivamente, porque parecen tantos años… De todo ese tiempo aparecen muchos hermosos momentos en el recuerdo, sensacionales hechos artísticos, que lo fueron para la institución, y que en definitiva se vuelven significativos para la vida de uno mismo. Para quienes amamos la música, esta actividad es estar regularmente a la par de grandes manifestaciones de intérpretes y profesionales de excepcional nivel, y apoyar en todo lo necesario para que la magia del concierto en vivo se pueda dar. Claramente no siempre es sin sobresaltos o preocupaciones. Muchos de esos recuerdos también implican esfuerzos organizativos importantes. Siempre voy a recordar que la primer orquesta que se trajo cuando entré a la institución fue la Tonhalle de Zurich, que estuvo hace poco nuevamente. Todo fue en medio de un momento político terrible, era 1978. Lo hicimos, fue trabajoso y con tensión, para mí era además la nueva experiencia de tener que ver con el escenario del Colón, pero después, cuando empieza a sonar la música, creo que en ese caso fue Bruckner, todo el esfuerzo y la preocupación parecen haber tenido sentido, todo es compensado…
Y con esa idea siempre se fue buscando la mejor forma posible de hacer las cosas. De un ciclo pasamos a tener dos, luego llegamos a tres, más tarde tuvimos que volver a dos…
Según las bondades de los tiempos…
-Sí, como tantas otras cosas, esta actividad ha dependido mucho de circunstancias políticas, económicas, de dedicación de personas en particular… En algún momento, por ejemplo, fue sensacional poder ampliar la actividad a las filiales del interior, lo cual es algo que normalmente funciona gracias a mucha gente que ad-honorem impulsa y colabora en cada lugar. Cuando alguno de estos referentes locales deja de hacerlo, porque ya está grande o ya no puede, encontrar un sustituto es muy difícil.
Por ejemplo tenemos una filial en Bolívar, donde había una señora con un teatrito divino en medio de la pampa, con palcos y todo. Esta mujer era tan fanática, y llevábamos buenas cosas a Bolívar, pero luego la señora se mudó a Buenos Aires, y la filial decayó.
En un país tan alternante como es la Argentina, con tantos vaivenes, pareciera que lograr que una institución cultural, aún con altibajos, pueda perdurar sesenta y cinco años, es casi mágico.
-Sí, yo creo que sí. Ha sido necesario siempre estar atentos a la situación económica, intentar anticipar lo que podía ocurrir, y en última instancia tener fe en nuestra propia capacidad, y hacer esta apuesta permanente a la calidad. Mantener el nombre y la referencia de excelencia, eso nos ayudó siempre mucho. En todos lados éramos respetados, tanto por los gobiernos, como por las autoridades culturales, las direcciones del Colón, de otras instituciones… Somos claramente apolíticos, así que pasamos a través de todas las distintas gestiones, y sí, creo que fuimos prodigiosos en lograr esta continuidad, no es poco mérito para la institución y todo el equipo que la compone.
Y en ese sentido, ¿hay suficiente apoyo del estado para actividades culturales?
-El estado en nuestro país es bastante generoso en su apoyo a la cultura, seamos conscientes de que la Argentina tiene más de una decena de orquestas sinfónicas provinciales. No he hecho la comparación, pero probablemente ningún país de Latinoamérica tenga esa cantidad. Tucumán, Mendoza, Entre Ríos, Salta, Bahía Blanca, Mar del Plata, La Plata, Neuquén… y en algunas ciudades más de una inclusive. Seguramente esto sea resultado de la inmigración española e italiana, que llevó a que se construyeron tantos teatros, y gracias a eso las orquestas tienen lugares potenciales donde tocar. En ese sentido pienso que Argentina también fue privilegiada.
Como decía el estado está presente, pero muchas veces, no está eficientemente presente. Al igual que en otras áreas, hay pocas políticas a largo plazo, las cosas a veces se hacen medio impulsivamente, se puede tomar una medida y contradecirla al poco tiempo, con tanta rapidez como vemos que se pueden suceder los gobiernos y sus decisiones.
Después de una figura tan emblemática, no sólo para el Mozarteum Argentino sino para la actividad musical en Argentina, como fue Jeannette Arata de Erize, le tocó a usted recoger ese guante, digamos. ¿Cómo fue asumir esa responsabilidad?
Fue un choque, pero en ese momento resultó importante que la institución se encontraba firmemente asentada y funcionando de manera organizada, con lo cual pudimos salir adelante. Simplemente trabajando y continuando la gestión según sus lineamientos. Posiblemente ahora carezcamos de una figura tan emblemática, pero digamos que su espíritu, la esencia y su legado, siguen estando. Hemos continuado con muchas de sus ideas, y sobre todo con algunos valores fundamentales que ella nos inculcó, como son la apuesta a la calidad, la perseverancia… y todo eso el Mozarteum lo sigue manteniendo.
¿Cree que actualmente, en el Siglo XXI, podría aparecer una institución como el Mozarteum o la conjunción de factores que le dieron origen correspondían a otra Argentina?
Ojalá, yo vería con buen gusto que hubiera más asociaciones musicales. Buenos Aires supo tener a otra gran organizadora de conciertos como era la Asociación Wagneriana, estaba también la Asociación Amigos de la Música, después de nosotros se creó Festivales Musicales, más recientemente aparecieron las asociaciones de ópera…
Las instituciones, si bien requieren de situaciones propicias, dependen fundamentalmente de las personas para ser. Tiene que haber algunos impulsores principales, que en general suelen ser pocos, con iniciativa, creatividad y convicción, y a partir de eso, muchas cosas son posibles.
Y habiendo conocido todas estas distintas épocas, ¿cómo es la realidad de la escena musical actual de Buenos Aires? ¿La ve suficientemente viva?
-Viva está, aunque probablemente no en su mejor época. Podría estar mejor, este es un momento de transición que habrá que ver hacia dónde nos lleva. Los cimientos son sólidos, y están bien plantados. A partir de ahí, y en función de cómo evolucione el país, podría tomar distinto impulso, pero eso depende nuevamente de las personas, y de aquellos que toman las decisiones en las instituciones culturales.
Hace años que tienen relación con grandes referentes de la música mundial, por sólo citar algunos Daniel Baremboim, Zubin Mehta… ¿Cuánto del prestigio personal de quienes constituyen el Mozarteum ha permitido que determinados artistas se presentaran en Buenos Aires?
-Yo pienso que bastante, eso tiene mucho valor, justamente por lo decíamos antes: en una realidad nacional de incesantes cambios, los artistas necesitan alguien en quien apoyarse, en quien confiar. Y estando nosotros durante sesenta y cinco años, con un nombre, continuidad, referentes concretos, sumado a que nos esmeramos en que todo esté bien organizado, prolijo, acompañándolos… Indudablemente todo eso colabora a que decidan venir y presentarse en Argentina, a pesar de la distancia, las dificultades logísticas, etc.
Y supongo que también esta apuesta permanente al futuro de incentivar a jóvenes músicos argentinos para que puedan formarse tanto aquí como en el exterior, debe ser gratificante cuando uno ve que ellos triunfan…
-Claro. Por ejemplo, estoy muy orgullosa que el año próximo, si Dios quiere viene la orquesta de Dresden y he logrado que incluyan una obra de nuestro compositor Oscar Strasnoy. Será con una obertura que se llama The End, y estoy muy contenta con eso. Es que apoyar a nuestros jóvenes es nuestro futuro, y realmente hay mucho talento aquí. De los músicos profesionales que están trabajando hoy y que triunfan en el exterior, muchos de ellos han tenido nuestra ayuda, y siempre que podamos económicamente, la intención es seguir apoyando el desarrollo de aquellos en quienes vemos potencial.
Sabemos que dentro de lo necesario para la vida diaria de una institución son importantes tanto los aportes privados al igual que las subvenciones o beneficios como la Ley de Mecenazgo, que ha dado un espaldarazo para muchos proyectos culturales.
-El Mozarteum se mantiene fundamentalmente a través de sus socios abonados, es lo que nos da el sustento principal. Este año ese aporte se ha retraído, y nos pone en una situación un poco más difícil. Luego vienen las contribuciones de empresas, que afortunadamente se mantienen igual, y después, para los otros proyectos, tenemos la Ley de Mecenazgo para las becas y para el Mini Aula. La ayuda de la Ciudad de Buenos Aires, el Gran Rex, La Nación, los fundraising para los Conciertos del Mediodía… Todo esto sigue estando, y ha habido que luchar bastante para mantenerlo; el año 2017 se presentó muy difícil, pero continuamos adelante con la misma convicción.
Esta nota se escribió para nuestra revista impresa MusicaClasicaBA Nº6 (Junio 2017).
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