Merecido festejo de Por Siempre Coloneros

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Paradoja: por un lado la gente joven generalmente conoce una plétora de innovaciones que muchos octogenarios (me incluyo) ignoran: Smart phone, Instagram, What´sApp, celulares avanzados y un amplio etcétera. Por otro esa gente suele desconocer el cine mudo, los discos de pasta, los vinilos clásicos (hay una manía reciente por vinilos rockeros carísimos), las cintas de carrete doble, los cassettes, y desgraciadamente dejan los CDs y DVDs para sumergirse en  You Tube o en Streaming. Pero debo reconocer que a mí el Internet me salvó cuando murió el Buenos Aires Herald; ahora me leen en castellano y en Internet ad honorem en vez de en inglés y con honorario, pero a mí lo que me vale es continuar activo tras 53 años de crítica y mi trayectoria es reconocida por las instituciones que me dan entradas de periodista. Además puedo escribir largo cuando me parece justo hacerlo, no tengo las graves limitaciones del periodista de diario en cuanto a espacio. Y además de mi blog, que ya existía (tribunamusical.com.ar), me publican el Foro de Ayache, MusicaClasicaBA y…Por Siempre Coloneros, que ha logrado bajo la dirección de Ricardo Mandel cumplir 5 años en Facebook con un muy amplio seguimiento de su abundantísima información ilustrada con fotos y que por cierto va mucho más allá del Colón.

            Y bien, Mandel decidió conmemorar esa fecha con un concierto muy variado en la Ballena; pero sucedió que la fecha original debió ser cancelada debido a disturbios callejeros cercanos al CCK. Menos mal que pudieron darle otra fecha, pero claro está que hubo que reprogramar ya que varios artistas ya no estaban disponibles. Tuvo lugar el 23 de Noviembre pero en la Sala Argentina con un público entusiasta que obviamente aprecia la tarea de Por Siempre Coloneros, que entre otras virtudes tiene la de no censurar.  La Primera Parte fue dedicada a música instrumental y su programación fue variada, buscando música no trillada y texturas no habituales. Por cierto que es totalmente inusual escuchar un cuarteto de clarinetes, y por ende el Cuarteto de Pierre Max Dubois, en varios breves movimientos,  grato y muy profesional, logró que un crítico de más de cinco décadas de trabajo escuchara algo nuevo. Dubois, que también escribió un cuarteto para saxofones, nació en 1930 y su música es tonal, liviana y muy francesa. La tocó el Cuarteto de Clarinetes Filarmónico, naturalmente liderado por ese gran virtuoso que es Mariano Rey e integrado por los otros clarinetes (incluso bajo y requinto) de la Filarmónica: Eloy Fernández Rojas, Alberto Calvo y Sebastián Tozzola; todos tocaron muy bien. Las otras dos piezas fueron arreglos bien hechos de piezas de Debussy para piano: el célebre “Claro de luna” de la “Suite Bergamasque”, que sonó muy bien de esta manera, y una pieza favorita mía, “El negrito”, cuyos ritmos se parecen mucho al “Golliwogg´s Cakewalk” de “El rincón de los niños”, y cuyo carácter semi-jazzístico fue hábilmente captado por los ejecutantes.

            La breve Sonata en un solo movimiento para violín y piano de Enrique Granados se escucha raramente; si bien se lo conoce por su música pianística, escribió otras obras de cámara (un Trío, un Quinteto para piano y cuerdas) cuidadosas de la forma y de carácter menos español que sus famosas “Goyescas”. Esta Sonata insiste en un elemento melódico de fuerte ritmo y está bastante desarrollada. Alejandro Schaikis, primer atril de segundos violines de la Sinfónica Nacional, estuvo acompañado por Mónica Zubczuk; encontré al violinista algo tenso en pasajes agudos aunque generalmente correcto y a la pianista muy segura resolviendo una rica escritura pianística.

            Conozco la adaptación para flauta y piano de la Sonata para violín y piano de César Franck y me parece bastante lograda, aunque prefiero el original (también hay un arreglo para violoncelo y piano); pero el programa hubiera debido aclarar que sólo se tocaron los últimos dos movimientos. Estuvieron en muy buenas manos: Amalia Pérez es una importante flautista (hija del notable pianista Fernando Pérez) y ya conocemos la calidad de Marcelo Balat; ambos son baluartes de la Sinfónica Nacional. 

            El trompetista Fernando Ciancio, primer atril de la Filarmónica de Buenos Aires, ofreció con gran seguridad dos partituras escritas con real comprensión de las posibilidades de un instrumento atrayente y peligroso: el Andante y Allegro del muy eficaz Guy Ropartz (yo como tantos otros estudiantes luché tratando de vencer sus ejercicios muy bien concebidos de educación auditiva…y no siempre lo logré) y el arduo Estudio de concierto Op.49 de Alexander Goedicke, basado en la rápida repetición de figuras rítmicas; fue bien acompañado por Diana Lopszyc (originalmente para  trompeta y orquesta, el autor, ruso, también escribió un Concierto para trompeta).

            La Segunda Parte fue dedicada a arias y conjuntos del repertorio lírico pero a diferencia de la Primera Parte no se salió del repertorio habitual. La soprano Mariana Carnovali afrontó con entereza la difícil  “Sempre libera” de “La Traviata” verdiana; la voz es fresca y la coloratura estuvo bien resuelta. Siguió un fragmento del dúo “Mira, o Norma” (por supuesto de la “Norma” belliniana), con Carnovali y una mezzo nueva para mí, Mairin Rodríguez; las dos voces combinaron bien y cantaron con  adecuado estilo. Luego, María Luisa Merino Ronda, mezzosoprano chilena radicada aquí, cantó la verista “Acerba voluttà” de “Adriana Lecouvreur” de Cilea aceptablemente pero sin el “slancio” (empuje) que esta música pasional requiere. Retorno a Verdi con “Rigoletto”; esa estupenda aria, “Cortigiani, vil razza dannata”, fue cantada con furor inicialmente y luego con súplica por el notable joven barítono Juan Font, cuyo fuerte temperamento  y el color de su voz funcionan muy bien en personajes intensamente dramáticos, más allá de algún exceso. Y luego, el cuarteto “Bella figlia dell´amore”, tan dominado por el tenor, en este caso Gustavo López Manzitti, cuya poderosa voz se mantiene segura promediando la cincuentena, siempre afinado,  aunque  faltan matices. Los tres restantes completaron bien: Carnovali, Font y Rodríguez. Un rol donde López Manzitti se lució hace unos años fue Werther en la ópera de Massenet; prefiero un “Pourquoi me réveiller” con más notas piano pero la firmeza del canto es indudable; se añadió del último acto  la escena final, cuando Werther, moribundo, se despide de Charlotte en “Ciel! Ai-je compris?”; allí el tenor estuvo muy expresivo y Merino Ronda más cómoda que en Cilea.

            De allí en más el carácter de las piezas elegidas cambió drásticamente. Otra mezzo, Maisa Videla, con inflexiones jazzísticas, cantó el célebre “Summertime” de “Porgy and Bess” de Gershwin adecuadamente aunque la pieza da para más en expresión y calidad de timbre. Luego un doble homenaje a Bernstein: “I feel pretty” (“Me siento linda”), de “West Side Story”, fue cantada por la mezzo Ana Sampedro con satisfactorio aire de puertorriqueña; y Constanza Díaz Falú acometió la ardua “Glitter and be gay” de “Candide”; la artista cantó Cunegonde en “Candide” completa recientemente, en el segundo reparto. Como la soprano alterna entre una alegría artificial y una melancolía marcada, el desafío interpretativo es grande; Díaz Falú es muy histriónica y dio hábilmente los dos temperamentos, pero fue incisiva en extremo en ciertos sobreagudos. Por último, varios fragmentos entrelazados del Segundo Acto de “El Murciélago” (“Die Fledermaus”) de Johann Strauss, música irresistible si se hace bien pero cuyo carácter tan vienés es complicado para nuestros artistas, que lo consiguieron a medias: Carnovali, Díaz Falú, López Manzitti, Font y Felipe Carelli.

            Eduviges Picone es buena conocedora del repertorio operístico y acompañó al piano con solvencia las óperas italianas y la francesa; en cambio se la sintió insegura no en Gershwin pero sí en Bernstein y Strauss. También ejerció la dirección musical.

            Presentó Martín Wullich con oficio y  décadas de práctica.

            En suma, una celebración justa de un hecho valioso: los cinco años de Por siempre Coloneros; que en cinco más puedan festejar la década, siempre con Mandel.

Por Pablo Bardin.

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