
Gracias a la revolución digital, los melómanos tenemos acceso a una cantidad inimaginable de obras y artistas. Lo que antes era inconseguible, hoy se encuentra a la inmediata distancia de un clic. No obstante, este mundo de plataformas, algoritmos y aparente panacea de escucha democrática sigue estando en deuda con los amantes de la música clásica.
Por Iván Gordin
La mala calidad del audio, el repertorio pensado desde la esfera de la música popular y el rechazo de algunos artistas a ser sometidos a contratos leoninos puede resultar en una experiencia decepcionante. Pero a no desesperar, en medio de este caos llega una plataforma de streaming pensada específicamente para evitar estos problemas. Primephonic presenta contenido curado por especialistas y un recorrido didáctico para enriquecer la escucha de los oídos más exigentes.
Un poco de historia
Un adolescente aburrido nos cambió la vida. Allá por 1999, en la diminuta habitación de la casa de su madre, Shawn Fanning inventaba un ”programita” que iba a demoler de un golpe a esa casita de naipes millonaria llamada la industria musical. Ese “programita” era el software Napster, y permitía compartir, sin intermediarios, archivos de música comprimida, denominados mp3. Las grandes discográficas pusieron el grito en el cielo y consiguieron destruir la invención de Fanning, pero la “Caja de Pandora” ya estaba abierta. Lo que sigue a continuación son años de derrumbe económico, pero también de esperanza de una mayor libertad en el plano artístico. Luego de un período de incertidumbre y naufragio, los gurús de Silicon Valley, aquellos mismos que una década atrás eran poco menos que los jinetes del Apocalipsis, trajeron la solución que necesitaba el mercado: “si no puedes con ellos, úneteles”. Así fue que un día dejamos de indagar en los lugares más recónditos y oscuros de la web para encontrarnos con algo llamado plataformas de streaming. Ahora nuestras computadoras y celulares eran la fuente del consumo musical, todos los días navegamos en lo que parece un infinito catálogo de intérpretes y compositores.
Rápidamente, palabras como Apple Music, Amazon y Spotify pasaron a ser parte de nuestro vocabulario cotidiano. Incluso, muchas veces, con cierto dejo de pereza nos negamos a buscar la recomendación de algún amigo si ese artista no está en dichos lugares de confort. Y hete aquí el problema, ¿son estas plataformas el lugar idóneo para promover y escuchar voces disidentes, artistas nuevos e incluso joyas escondidas? La respuesta es… depende. Estas plataformas, especialmente Spotify, venden su valor agregado a través de la premisa de un algoritmo predictivo. Es decir, nuestros gustos son procesados en un código y la inteligencia artificial nos propone ciertos artistas que podrían llegar a gustarnos. Sin embargo, las sugerencias son, por un lado, artistas con un número alto de visitas; es decir, ya con un grado de consolidación, y por el otro, organizados bajo una lógica de “playlist radial” (lista de canciones) pensado para la música popular. En otras palabras, canciones breves de 3 a 5 minutos, con un hilo conductor fragmentado, muy diferente a lo que se forma en la experiencia de lo que podría ser una ópera, un oratorio, una sinfonía o una serie de madrigales.
De agujas y pajares
Ahora bien, la alternativa sería usar el buscador para hallar a nuestro compositor e intérprete favorito. Pero esto también nos presenta algunos inconvenientes. Podríamos hablar un rato largo sobre los “problemitas” que tiene el buscador de Spotify (si lo usan habitualmente sabrán que no es todo lo intuitivo que uno quisiera), pero la principal dificultad de la búsqueda generalizada en cualquiera de estas plataformas que mencionamos anteriormente es que siguen enquistadas en la lógica de la música popular. Los campos de búsqueda están limitados, entonces, según parámetros como álbum, artista, canción o géneros ajenos a la música clásica (rock, pop, hip-hop, reggaeton, tango, etc.) o directamente situacionales (¿Música para bañarse? ¿Para hacer un asado?). Por ejemplo, si quisiéramos incursionar en música de cámara, nos llevaría horas de investigación para poder distinguir su presencia en el catálogo. Lo mismo podría pasar en el caso de que si quisiéramos interpretaciones historicistas o compositores de períodos específicos. El flujo inconmensurable de información y la amplitud de estilos no solo hace incómoda la búsqueda para un oído entrenado, sino que puede caer en la exclusión del neófito con aspiraciones de ingresar a un nuevo mundo auditivo. Sin un camino ordenado, el primer contacto con el universo académico puede resultar avasallante.
Por último, pero no menos importante, está la cuestión de la fidelidad del audio. A fines de los años ochenta, la industria se renovó con la excusa de una nueva tecnología: el CD-ROM. Adiós a los vetustos vinilos, bienvenido el código binario y la excelencia auditiva. Ahora vamos a tener a nuestros artistas en todo su esplendor… supuestamente, por eso hay que comprar todo nuestro viejo catálogo de nuevo. El sonido, desde entonces, es una compresión de ondas, transformadas en un montón de secuencias digitales. Esto trajo aparejados varios problemas: por un lado, la conversión desequilibró la mezcla original de muchos discos y redujo su nitidez y espacialidad acústica. Para principios del siglo XXI, las grabaciones originales pasaron a ser una mamushka de compresión. Menos detalles, menos nitidez, menos presencia de graves. Seguramente más de un lector lo habrá experimentado, solo alcanza con escuchar un viejo LP para notar la diferencia. Actualmente, las plataformas de streaming son una verdadera ensalada de fidelidad, con una máxima de 320 kbps (kilobytes por segundos); es decir, muy por debajo de los datos que “aguanta” un CD. Esto es aún peor para obras de larga duración, muy comunes en la música clásica. Porque a cuanta mayor información, mayor el nivel de comprensión para que se pueda sostener una base de datos.
Primephonic, una respuesta superadora
La multiplicidad de plataformas con los mismos servicios resulta en una saturación, pero el mercado está afinando el oído buscando opciones para nichos y públicos específicos. Este es el caso de Primephonic, empresa emergente parte neerlandesa y parte norteamericana, que pretende desarrollar el mejor servicio de streaming adaptado a la música clásica. Fundada en 2014, su misión era ofrecer una tienda de descargas con la mejor calidad de audio. En otras palabras, los clientes pagaban por disco, pero en una calidad muy superior a cualquier competencia: DSD (Direct Stream Data), un formato 64 veces superior al CD. Una función que atrajo a los audiófilos exigentes, pero relativamente desconocida por el público general. Para darse a conocer, la empresa empezó a brindar contenido adicional y recomendaciones a través de su propia revista especializada. Algo así como una versión virtual de esos extinguidos disqueros de la Galería Jardín, obsesionados por mostrar alguna gema escondida. De hecho, el equipo de Primephonic, formado por 40 especialistas en música y tecnología de una veintena de nacionalidades en sus oficinas de Nueva York y Ámsterdam, mantiene una atractiva actividad complementaria en diferentes blogs en inglés titulados We are Classical, donde se combinan historias personales, entrevistas exclusivas, reflexiones de historia de la música e interpretación musical, aspectos técnicos, etc.
En 2016 Primephonic anunció su salto al streaming. Una primera versión de prueba limitada saltó al mercado únicamente con calidad de CD. Para 2018 ya habían puesto en marcha su entorno de transmisión, primero, en Estados Unidos, Reino Unido y Países Bajos, en agosto de 2018. Hace tan sólo un año ampliaron su ámbito a 154 países, entre ellos Argentina. En su página web podemos leer, en español, un relato acerca de la historia de la compañía y también sobre sus valores. Tienen como punto de partida dar respuesta, desde la música clásica, al desafío que supone la revolución digital. A nivel técnico, no solo han desarrollado una app atractiva para los dispositivos móviles con sistema iOS y Android, sino también un reproductor web que funciona francamente bien en cualquier sistema operativo gracias a la tecnología OraStream y su sistema de bitrate o flujo de datos adaptativo.
La interfaz de búsqueda es sencilla y está ordenada por compositores, directores, orquestas, solistas y épocas. Permite también la búsqueda de todas las grabaciones disponibles de una composición concreta. Y dispone de una atractiva opción de radio con un algoritmo que confecciona emisoras de audición aleatoria por periodo histórico, género musical, instrumento y ambiente. Pero lo que marca la diferencia en Primephonic es su amplio muestrario de playlist curadas por un equipo especializado. Las hay esenciales por compositor, pero también centradas en sorpresas musicales que ofrecen nuevos itinerarios de escucha, como una playlist dedicada a obras de Mozart en modo menor e incluso otras centradas en “rarezas” de los principales compositores. Podemos pasearnos por el barroco o escuchar algún disco imprescindible, dentro de la sección “Discos Icónicos”.
A diferencia de las plataformas tradicionales, los contenidos de Primephonic brindan un servicio pedagógico y didáctico para enriquecer la escucha y ayudar al neófito a ingresar en el mundo de la música clásica. Así es que podemos encontrar podcasts exclusivos sobre historia de la música, entrevistas que presentan a cada obra o incluso comentarios detallados de intérpretes y musicólogos. Asimismo, intérpretes, directores y compositores reconocidos son invitados asiduamente a crear sus propias listas temáticas. Por ejemplo, listas sobre sopranos confeccionada por, justamente, la soprano Ailyn Pérez, listas sobre compositores norteamericanos por el director Michael Tilson Thomas, o simplemente playlist para meditar, tomar café o estudiar.
Reencontrando al artista con su público
Todo muy lindo pero, ¿qué pasa con los artistas y sus derechos de pago? Como habíamos mencionado previamente, las plataformas como Spotify y Apple Music funcionan desde la lógica de la música popular. Esto quiere decir que el artista recibe un porcentaje de pago por cantidad de reproducciones. En un contexto donde prima la inmediatez, al igual que en el “régimen” del formato radial, las ventajas de reproducción van a estar restringidas a piezas de poca duración. Lo cual ya es un problema estético en sí mismo, que se acentúa en el caso de la música académica, donde difícilmente la extensión de las obras se confinen a una duración estándar. En contraposición, Primephonic cuenta con un modelo de pago donde los artistas perciben una retribución por segundo transmitido. De esta manera se equilibra la balanza y se estimula la creación y publicación de diversos estilos y búsquedas.
El mundo nos bombardea con nuevas tecnologías y se encuentra en constante transformación. No podemos saber qué nos deparará el futuro, pero sí podemos abogar por una experiencia que no solo enaltezca y valore el trabajo de los artistas que ponen cuerpo y alma para dar su arte, sino que respete y ayude a aquellos que tienen ganas de escuchar algo nuevo y diferente.
Primephonic dispone de dos modalidades de suscripción, una llamada Premium, que ofrece una calidad MP3 codificado a 320kbps, por 1,99 dólares al mes, y otra mucho más interesante, llamada Platino, que ofrece audio sin pérdida hasta calidad FLAC a 24bit, por 2,99 al mes.
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