En una Ciudad que ya dejó definitivamente de lado al invierno, con un calor por momentos agobiante, con sus árboles repletos de flores coloridas y un hermoso perfume de Azhares en el aire, se llevó a cabo un concierto memorable como apertura del Septiembre Musical Tucumano que todos los años organiza el Ente Cultural. La pianista argentina Martha Argerich brindó una vibrante versión del Concierto Nº 1 de Franz Liszt, una obra de una gran dificultad técnica pero a la vez de un lirismo profundo.
En este emotivo concierto, que además representó el final de su gira federal, estuvo nuevamente acompañada por su hija, la actriz Annie Dutoit, el gran pianista cubano Mauricio Vallina, la Orquesta Sinfónica de Córdoba y la dirección del Maestro Guillermo Becerra.
La jornada empezó con un ensayo abierto y gratuito en el Teatro San Martín, una hermosa construcción en estilo italiano ubicada en una esquina de la plaza Urquiza. Allí se acercaron jóvenes estudiantes de música, melómanos y curiosos para ver, escuchar y sacarse fotos con una de las pianistas más destacadas del mundo, la argentina Martha Argercih, un “Leyenda” del piano como le gritó un señor entusiasmado, a lo que ella, sorprendida pero con buen sentido del humor le respondió “No soy una leyenda, todavía estoy viva!”, comentario que, desde luego despertó la risa de los asistentes.
La noche, con un clima ya más agradable, se vistió de gala para la función. Muy cerca de la hora de inicio la gente seguía llegando y saludándose en el lobby; parecía que todos los amantes de la música de la ciudad estaban en el teatro y el entusiasmo se podía palpar en el ambiente. De hecho hubo que agregar sillas en el pasillo de la platea para poder terminar de ubicar a invitados y profesionales de prensa.
PH: Maxi Luna
De un manera poco convencional pero muy simpática, antes de la primera obra del programa, el melodrama de Liszt “Leonore”, el pianista y productor de la gira, Alan Kwiek y la actriz Annie Dutoit, explicaron un poco el argumento de esta pieza, escrita sobre un poema gótico alemán. Aclararon que iba ser la primera vez que la hicieran en castellano. Hecho por el cual, Annie, de inocultable acento francés, pidió con humor un poco de consideración al público. Luego del aplauso, finalmente llegó Martha para interpretar junto a su hija esta curiosa obra, que recuerda mucho a esos viejos radioteatros del siglo pasado, pero desde luego con el romanticismo musical de Liszt en sus expertas manos. La obra funcionó muy bien castellano, la dicción de Annie fue lo suficientemente correcta como para que todos, agradecidos, pudiéramos entender la historia, que lleva a una mujer y su amante en un viaje oscuro y sórdido por paisajes sombríos, solo para terminar en un lecho nupcial mortuorio.
El final de la primera parte se produjo con las “Totentanz”, obra para piano y orquesta escrita por Franz Liszt como una serie de variaciones sobre el famoso Dies Irae. Se sabe que el húngaro era un pianista virtuoso, y esta obra, realmente endemoniada, representa un desafío infernal para cualquier intérprete. El cubano Mauricio Vallina brindó una versión contundente, enérgica y vibrante, resolviendo todas las complejidades técnicas y expresivas de la obra (incluso realizó todo el final de la pieza sin sus anteojos, que habían volado en un arrebato de energía minutos antes). Luego de la prolongada y merecida ovación, Mauricio nos regaló una increíble versión de “El Choclo”. La dificultad para cualquier intérprete clásico, además de la compleja textura puntual de este arreglo en particular, reside en lograr captar y transmitir la esencia del tango, algo que no se logra sólo con tocar todas las notas.
Conversando con Mauricio más tarde, y al comentarle este tema, me contó que en su Cuba natal se escuchaba mucho a Gardel, que de chico él asistía a peñas donde se tocaba y bailaba y que de hecho su madre fue una gran cantora de tangos en la isla. Todo este bagaje personal sumado desde luego a su gran talento, técnica y musicalidad, hizo de su versión de “El Choclo” un gran momento de la noche.
La segunda parte del concierto se inició con “Los preludios”, el tercero de una serie de poemas sinfónicos que Liszt escribió en 1848. Con esta obra, la orquesta, que había acompañado de manera compacta y segura en la primera parte, tuvo su momento de lucimiento, incluso se logró corregir el desbalance entre metales y cuerdas que se había percibido en el ensayo general y nos brindaron una muy buena versión.
Para terminar esta noche histórica para los tucumanos y para algunos entusiastas que nos acercamos hasta esta hermosa ciudad para ser parte de este momento, llegó el plato fuerte: Martha Argerich y el Concierto Nº 1 de Liszt.
Desde luego la entrada de la pianista fue coronada con una inmensa ovación del teatro a la que ella respondió con esos gestos de agradecimiento un poco apurados que la caracterizan. En una breve entrevista que le realizamos hace unos días nos contaba que todo ese aplauso del principio la abruma un poco y suele pensar: “Y si después no les gusta ¿me van a aplaudir menos?” Desde luego eso no pasó, su interpretación fue formidable, segura, participativa con orquesta y director. Ella propone y ellos responden, sus manos van y vienen con soltura y seguridad, sonríe, mira al cielo, piensa ¿en qué? Este concierto que conoce a la perfección y que interpretó en infinidad de oportunidades, con las mejores orquestas y directores del mundo, parece, al igual que muchos otros del repertorio (Rachmaninov, Ravel, Shostakovich), estar siempre durmiendo una larga siesta esperando a que ella vaya a despertarlo para salir a divertirse arriba del escenario. Está hecho a su medida, si es que, acaso, su talento pueda ser medido. Indefectiblemente el auditorio estalló en aplausos luego de los últimos acordes de la orquesta y luego de varias entradas y salidas fuimos premiados con dos hermosos bises para culminar una noche inolvidable.
Una nota de color personal: después del concierto tuve la dicha de ser invitado a un pequeña cena íntima en la casa de Ronit Keter y su marido, a la cual además de Martha asistió su entorno íntimo, sus compañeros de gira y Mauricio Guzmán, director del Ente Cultural de Tucumán, gracias a cuyo esfuerzo se pudo disfrutar de este evento único. Por supuesto, me senté al lado de ella -y no me moví de ahí en toda la noche- para poder conversar y compartir un poco más con esta increíble artista de nuestro tiempo. Si bien había podido entrevistarla o conversar brevemente en otras oportunidades, significó una experiencia muy linda e enriquecedora el estar con ella de manera más cercana, sin un grabador en la mano y charlar de música, de la vida y de cualquier otra cosa mucho más trivial, escuchar anécdotas, reír, compartir comida y bebida. Solo puedo decir que es una persona tan auténtica, amable, sencilla y divertida arriba como abajo del escenario.
Parafraseando lo que dijo Mauricio Vallina hace poco en una entrevista con respecto a cuando el la escuchaba través de videos en su país, “A Martha primero se la ama” y lo reformulo: “A Martha primero se la ama, pero cuando se la conoce se la ama aún más”.
Por Maxi Luna.
Agradecimiento: Ente Cultural de Tucumán, Mauricio Guzmán, Cecilia Isas y Alan Kwiek.