Un proyecto original que no suena a nada conocido. La creatividad y la tradición juntas en este cuarteto de cuerdas al que se suman los aéreos sonidos de Moguilevsky. Un verdadero gusto presentar esta obra de carácter académico pero con impronta libre, hecha en Europa por músicos de diferentes naciones, e influencias del cono sur.
Siempre que Marcelo Moguilevsky se involucra en un proyecto artístico, es fácil predecir que el resultado será interesante, que habrá riesgo y que por momentos seremos sorprendidos gratamente por algún sonido inesperado. Es que sus recursos son múltiples… Desde que nos contó de este proyecto multicultural, del viaje para grabarlo y de los jóvenes involucrados, imaginábamos que sería algo fuera de lo común. Y aquí tenemos un disco inmenso, de nueva música instrumental y lleno de belleza inclasificable.
La versatilidad del Cuareim Quartet les ha permitido en su historia, tocar tanto una obra del compositor mexicano Silvestre Revueltas, como un tema de Charlie Parker con la misma soltura, entre otras cosas que nos enteramos ahora. Sin hacer distinciones entre músicas, simplemente eligiendo lo que les gusta tocar y buscando recursos sonoros en toda la geografía de sus instrumentos de cuerdas, estos jóvenes intérpretes están destacándose en Europa. Ese desparpajo para sacar sonidos imposibles los tenía que unir naturalmente a Moguilevsky. Él, como algunos de los músicos del cuarteto, compusieron piezas para este disco que los entrevera y potencia mutuamente.
Todo empieza con una Vidala, sigue con Rosa, un choro brasilero de Pixinguinha, pasa por obras más cercanas al minimalismo, se mete con el repertorio tradicional ladino, no se detiene ante nada. Y nada se parece a lo que es: los arreglos envuelven, seducen, engañan al oído y nos pasean por texturas armónicas que remiten a diversas épocas de la música del siglo XX y XXI. Los desarrollos a veces son largos y en otros temas van directo al corazón de la música. A la emoción.
Así como Moguilevsky hace gala de sus habilidades como instrumentista de viento, pasando del clarinete bajo a la armónica, o del silbido (ya dijimos alguna vez que nadie silba como él) a la flauta, el Cuareim Quartet le saca todo el jugo a las posibilidades tímbricas de sus instrumentos, produciendo climas inverosímiles por momentos. Cuando el clarinete se funde con el cuarteto como un instrumento más, algo mágico sucede y ya no sabemos si el pizzicato es de las cuerdas o del viento. Todo arreglado, todo escrito, pero una permanente sensación de libertad y de ligera improvisación flotando en el aire, pues se nota que se conocieron tocando, y compartiendo música propia o ajena se sienten muy cómodos.
Cinco es una aventura sonora transnacional con mucho sabor sudamericano. Una experiencia que se completa con el disfrute de la escucha en vivo en concierto, algo que próximamente ocurrirá en la Argentina. Mientras tanto, con este fantástico trabajo discográfico vamos saboreando por anticipado ese encuentro.
Por el Club del Disco