Los Beatles y la música clásica

Los cuatro de Liverpool cambiaron para siempre el panorama de la música popular, pero para ello, primero se inspiraron en técnicas y procedimientos compositivos del ámbito académico.

¿Cuáles fueron las influencias clásicas que moldearon las canciones de los Fab Four?

 

Por Iván Gordin.

 

Mucho se escribe sobre Los Beatles, tal vez demasiado. Su injerencia en todos los terrenos de la cultura popular ha provocado todo tipo de producción literaria: libros, ensayos, antologías, biografías, teorías conspirativas, y un larguísimo etcétera.

Dentro el inmenso mundo que estudia a John, Paul, George y Ringo, quizás las reflexiones más interesantes sean aquellas que se dedican a entender, no tanto el anecdotario privado de sus vidas, sino el por qué y el cómo de su música. Y, aunque siempre haya un elemento relegado al misterio y al misticismo, se pueden comprender decisiones y conceptos a través de un análisis minucioso de ciertas prácticas compositivas. Sí, Los Beatles eran del Planeta Tierra; tanto así que sintetizaron géneros y estilos de diversas épocas y geografías.

Para comprender cómo ciertos elementos de la música clásica pasan a ser predominantes en lo que era una banda de rock and roll pura y cruda, tenemos que considerar dos aspectos importantes. Por un lado, los oriundos de Liverpool no recibieron una educación formal académica, ni como compositores, ni como instrumentistas.

Son músicos autodidactas e intuitivos de clase trabajadora; no buscaban el estándar de perfección que se pretende en un conservatorio, sino que su sonido era una textura de pequeñas imperfecciones que constituían una estética especial y diferente.

En otras palabras, si uno escucha la primera etapa de Los Beatles, está recibiendo la energía de una banda en vivo, y eso es parte de la magia. Las influencias de este período son principalmente popes del Blues y el R&B que llegaban ilegalmente al puerto de la ciudad británica. De hecho, Paul McCartney ha confesado que su padre (trompetista de una Big Band) cambiaba bruscamente el dial cuando escuchaba algún compositor del siglo XIX.

En conclusión, no hay una estructura, ni un método ortodoxo para aproximarse a las ideas y a los compositores canónicos. Esto explica, en parte, algunas de las ocurrencias más rupturistas que el grupo tuvo, principalmente, en la segunda mitad de los sesenta.

Por otro lado, no se puede ignorar la pieza clave que permitió la experimentación y el crecimiento musical de los Fab Four: George Martin. El legendario productor y arreglista de EMI, con quien grabaron casi toda su discografía, también era una persona autodidacta e intuitiva pero sí tenía una formación académica como pianista (aunque algo breve). Previo a Los Beatles, había trabajado largamente en el Departamento de Música Clásica de la BBC y ya sabía amalgamar sus conocimientos orquestales con actos populares como el Goon Show de Peter Sellers. Martin, en definitiva, pulió lo que era un diamante en bruto: innovó las prácticas de grabación, otorgó grandes arreglos orquestales, y estimuló con compositores vanguardistas los oídos de los por entonces veinteañeros flequilludos. El productor es, sin duda alguna, el quinto Beatle.

A continuación, para entender -y disfrutar- la genialidad de Los Beatles. Les dejamos algunos ejemplos de cómo el cuarteto más popular del mundo utilizó la influencia de compositores clásicos en su música:

 

Yesterday (Lennon/McCartney, 1965) – Cuarteto de cuerdas

La historia es conocida, Paul se despertó un día con una melodía en la cabeza y meses después se convierte en la canción más versionada de la historia. La parte no tan conocida del mito es que cuando McCartney la llevó al estudio, Martin sugirió escribir una partitura de acompañamiento. Inmediatamente después, el bajista tomó una hoja en blanco y escribió “por Paul McCartney, John Lennon, George Martin y…Mozart”.

Esa aclaración le dio la pauta al productor para escribir un cuarteto de cuerdas que sirve no solo como acompañamiento sino como un hermoso contrapunto de la frase original.

 


Eleanor Rigby y For No One (Lennon/McCartney, 1966) – Octeto de Cuerdas y Bajo Alberti

«For no One»

https://open.spotify.com/track/1kDkaFlmkdEZiVUogaP9OZ

El término “barroco” acompaña usualmente al pop inglés de los sesenta. Generalmente, la palabra se usa para describir un sonido sobrecargado de arreglos e instrumentos. En Los Beatles, esa etapa no llegaría a su máxima expresión hasta 1967, pero un año antes con Revolver ya podemos escuchar los primeros indicios de esta estética. El segundo track de esa obra maestra es Eleanor Rigby, una canción que, a diferencia de Yesterday, no puede separarse del arreglo para octeto de cuerdas de Martin. En este caso, la idea original es un poco más contemporánea: Psicosis de Bernard Herrmann.

En la balada For No One, aparte de una instrumentación configurada por un clavicordio (barroco por excelencia) y una trompa (o corno francés), podemos escuchar en la interpretación de McCartney un procedimiento compositivo muy común en Vivaldi y Mozart: el bajo de Domenico Alberti. Este consiste en tocar la triada del acorde en corcheas en una secuencia grave-agudo-medio-agudo. Probablemente heredado de las pocas clases que tomó Paul en su infancia.

 


A Day In The Life (Lennon/McCartney, 1967) – Stockhausen, Berio y los 24 compases

Entramos a 1967 y ahora la sección orquestal se vuelve imprescindible. O al menos eso parece cuando uno escucha la canción apoteósica de Sgt. Pepper’s Lonely Heart Club. La génesis del tema empezó con dos estrofas de Lennon y dos estrofas de McCartney, el problema es que no tenían nada en el medio para unirlas. John, bajo la influencia de compositores contemporáneos como Karl Heinz Stockhausen, Luciano Berio y John Cage, le pidió a George Martin una sección orquestal que incrementara la tensión hasta que fuera “el fin del mundo”. El resultado fue una modulación de 24 compases con un crescendo infinito que explota en el Mi Mayor más famoso de la historia.

 


Because (Lennon/McCartney, 1969) – Beethoven y el coro Beatle

https://open.spotify.com/track/1rxoyGj1QuPoVi8fOft1Kt

Las armonías vocales son un sello distintivo de Los Beatles, y el octavo tema de Abbey Road quizás sea el mejor ejemplo de ello. La leyenda cuenta que John escuchó a Yoko interpretar la Sonata “Claro de Luna” de Beethoven  -incomprobable, por cierto- y le sugirió a su futura esposa que toque la melodía “al revés”. En el disco, se puede escuchar esta “ocurrencia” en el clave de George Martin, quien es acompañado por el coro tripartito de Lennon, McCartney y Harrison. Una inspiración romántica y una ejecución barroca.


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