
Como parte de su ciclo anual de óperas, el Teatro Roma de Avellaneda presentó la célebre obra de Giuseppe Verdi. Una verdadera noche de excelencia gracias al gran trabajo del Ensamble Lírico Orquestal.
Por Iván Gordin.
Desde su remodelación en 2015, el otrora relegado teatro municipal de la localidad sureña ha recuperado su mejor forma y compite mano a mano como una de las mejores (y más accesibles) ofertas culturales de Buenos Aires. En esta oportunidad, los encargados de honrar esta creciente reputación son los integrantes del Ensamble Lírico Orquestal, que con colaboración del director Gustavo Codina y la Orquesta Sinfónica de Avellaneda, llevaron a cabo la nada fácil tarea de plasmar en escena El trovador (Il trovatore).
La ópera de Verdi fue estrenada −de manera casi epifánica− hace 250 años en la ciudad italiana homónima del teatro avellanediense y, pese a lo tradicional de su estructura dramática aristotélica, todavía mantiene el impacto y la sorpresa que la hizo una de las obras definitivas de la lírica mundial. El trovador es una ópera fácil de disfrutar pero difícil de interpretar. Su exigencia vocal, plagada de artilugios propios del belcanto, puede achacar la confianza de la más experimentada cantante. Por suerte, esto no fue lo que pasó con dos de las grandes estrellas de la noche: María Luján Mirabelli y la joven Rocío Cereceda, quienes darían performances de alto rendimiento en sus encarnaciones gitanas. Por el lado de los varones, se debe destacar la labor de Enrique Gibert Mella como el Conde de Luna y, especialmente, la del protagonista Andrés Novero como Manrique, quien cantó con aplomo la demandante partitura del compositor italiano.
Con respecto a la puesta en escena, y entendiendo que el tamaño del escenario y el presupuesto no es el mismo que el de otras compañías y teatros, debe decirse que pudo haber contado con algún recurso o vuelta de tuerca para contextualizar un poco más una obra que ocurre originalmente en la España del medioevo pero que recientemente ha sido actualizada a la Guerra Civil del mismo país. Un pequeño detalle que no disminuyó la altísima calidad del reparto y la interpretación de la orquesta municipal.
A veces se tiene la falsa impresión de que la ópera es un arte de elite, cuando en verdad, su genealogía indica todo lo contrario. Muchas veces, se quiere asociar al espectador de ópera con un gusto refinado y ostentosos palcos dorados. Sin embargo, la historia de El trovador es simple, llana y entretenida, como puede ser Shakespeare o un novelón mexicano. Tiene sangre, venganza, guerra, romance y mucho más. Es un arte popular, y por la módica suma de 100 pesos, el Teatro Roma de Avellaneda nos hace recordarlo.