La última Giselle antes del covid-19 en la Ópera de París

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En Febrero de este año, justo antes de esta pandemia mundial en la que prácticamente el globo entero quedó confinado a la reclusión en sus respectivos hogares, tuve el honor y la suerte de encontrarme en Francia, en el mismo momento en que en la Ópera de París se daría (sin que supiéramos aún) una última función de ballet, en esta oportunidad se deleitó al público asistente con la magnífica obra Giselle. Al día siguiente de la función me recibió en su camerino Ludmila Pagliero, la Étoile elegida para dar vida al rol principal. 

Por Luz Lasalle.

Me contó que llegó en el Metro como cualquier otro ciudadano, y ante mi primera pregunta de cómo se lleva con la fama me respondió, que allí son un ballet en todo aspecto, que si bien ella es Étoile no hay nombres o figuras que sobresalen en demasía, porque son todos parte de un mismo ballet, pertenecen a “el ballet de la Ópera” -Salvo algún “balletomano” que me pueda llegar a reconocer pero si no, puedo moverme tranquila por cualquier rincón de la ciudad-. Lamentablemente una sustracción de todo mi material de trabajo dos días después de este maravilloso acontecimiento en la capital parisina, me dejó sin posibilidad de transcribir la entrevista detalladamente y en su totalidad. 

El encuentro fue ameno y extenso, se tocaron varios puntos del pasado y el presente de la artista. No faltó en la conversación hablar de sus comienzo en el fantástico Teatro Colón y su pronta primera gran decisión cuando eligió dejar aquella carrera para instalarse en Chile y pertenecer de esta manera al ballet del Teatro Municipal del país hermano con las ventajas y dificultades que esto implica, teniendo ella tan solo 15 años y toda su familia a kilómetros de distancia. 

Revisamos también ese gran momento en su carrera artística en el 2003 cuando después de ganar la medalla de plata en la competencia internacional de NY y obtener así un contrato con el ABT por un año, se presenta en una audición para la Ópera de París sin mayores expectativas, y días más tarde preparando su visa para viajar a los EEUU, una mañana de mates con su madre, la llaman de la mismísima Ópera para ofrecerle una suplencia por tres meses. Nuevamente una decisión que la pone en jaque tiene las dos puertas abiertas y una determinación que tomar en tan solo algunos minutos. 

Cuando pregunté cómo fue tomar esta decisión, me miró a los ojos y con total calma dijo. – Soy libriana y esta clase de decisiones las puedo tomar mejor cuando se me presentan de esta manera, inesperada y abruptamente, mi corazón me llevó hacia Francia – 

Otro momento muy intenso y con mismas característica fue en el año 2012 cuando ya instalada en el ballet estable y teniendo funciones en la Ópera Garnier se presentan desde la dirección y le piden hacer el reemplazo de Doroty Gilbert, quien iba a interpretar el rol de Gamzatti en la Bayadera esa misma noche en la Ópera Bastille porque se encontraba con una lesión y le era imposible llevar adelante la función. La directora de ese entonces puso en sus manos la decisión de llevar adelante la obra, si es que ella aceptaba hacer el reemplazo. Una función más que especial ya que sería transmitida en los cines de Europa. Habían pasado dos años desde la última vez que Ludmila había bailado en Bayadera. Una vez más con una gran decisión en las manos para tomar, con muy poco tiempo para entrar en grandes análisis, sin evaluar los pro y los contra de la situación y con un inmenso valor se puso la obra al hombro y se pudo llevar adelante con solo un día de ensayo. Hazaña que le valió esa misma noche, sin ella saberlo hasta el mismo momento, el nombramiento de Étoile de la Opéra de ParÍs “En reconocimiento por su talento y coraje artístico” Entregado por Brigitte Lefèvre directora de la Danza.

Luego de escuchar atentamente mi pregunta de si había logrado llegar a donde quería, contestó -Es un sueño superado absolutamente, es más de lo que  pude soñar, yo quería ser 1º Bailarina del Ballet del teatro Colón y en este momento me encuentro acá, en Francia como bailarina Étoile de la Ópera de París.-

 

 

Momento de la nominación.

 

14 de febrero del 2020 me encuentro ante el majestuoso Opéra Garnier, donde es inevitable no sorprenderse por su maravilloso diseño y estructura para el denominado Palais. Sus escaleras, los bustos, las arañas son dignos de agasajo a las auténticas Étoiles. Y es justamente una de las Étoile del Opéra, Ludmila Pagliero quien interpretará el rol principal femenino que lleva el mismo nombre que el ballet: Giselle. Gracias a la intervención de Carolina Ghiggino, la agregada cultural de la Embajada Argentina en Francia, obtuve un lugar en primera fila de la platea. La gran sala revestida en ocres y dorados en paredes y columnas, una araña contenida en una de las obras monumentales de Chagall que ofrece aire y frescura en contraposición del glamour que se manifiesta por doquier, y una sala colmada que comienza a latir a la espera del deseado comienzo.

Luego del ingreso del maestro Koen Kessels y la obertura de la obra, se abre la gran pana para dar lugar a una escenografía tal que pareciera invitar al espectador a ingresar a un gigantesco libro troquelado. El lugar es apropiado para dejarse atravesar por la emocionalidad que contiene la obra. Se puede observar, cada suspiro, cada mínimo movimiento que hacen a la grandeza de un artista. Cada uno de ellos compenetrado en su rol; se los ve viviendo esta historia en carne propia a tal punto que se logra sentir desde la butaca.

Nos deleitamos con una Giselle fabulosa que logrará enamorar no sólo al elegido, con su esencia fresca y una técnica impecable, los movimientos sutiles delicados de sus brazos y las expresiones de su rostro; todo su ser está involucrado en este personaje. Luego Ludmila confesaría en una íntima entrevista “Me gusta vivir el momento, no me detengo en pensar en el después, en los pro y los contra. Tengo un espíritu muy curioso que me lleva a involucrarme con cada uno de los personajes que me toca bailar”.

Cuando Albrecht; Mathias Heymann, irrumpe en la escena plenamente deleitado por la grandeza de este pequeño pueblo, le lleva sólo algunos compases quedar completamente enamorado de esta campesina, olvidando su vida como príncipe y su real compromiso, detalle que omite exponer a su nueva enamorada. La escena del encuentro de estos dos personajes contiene una connotación clara y sencilla propios del libreto, pero cargada de una especial encanto. “Fue una función muy especial la de ayer con Mathias” supo aclarar al otro día Ludmila con un brillante semblante.

Volviendo al 1º acto, las amigas de Giselle dejan entrelazar esa cuota de gracia, acompañando la escena desde la pantomima hasta la perfección técnica que requiere un cuerpo de baile. El Pas de deux des paysans interpretada por Bianca Scudamore y Thomas Docquir en agasajo a la corte del duque de Courlande, que casualmente pasaba por ahí con su hija Bathilde, la prometida de Albrecht, es realmente encantador con un despliegue técnico acertado para la escena, preciso, musical, fresco y alegre.

La historia sigue, y relata cómo toda esta alegría se transforma en una verdadera pesadilla que se puede percibir en la mirada atónita del público. Un desengaño de amor que lleva a nuestra Giselle a la locura e inmediatamente a su trágica muerte, con tanta excelencia en la interpretación que logra estremecer el corazón de quien tuviese la suerte de estar presente.

En el 2 ºacto, el famosísimo acto blanco, donde se hacen presentes la Willis se desarrolla por supuesto en un bosque tenebroso esos que logran estremecer la piel, una cortina de humo que baña el escenario y cae como una espesa cascada sobre la orquesta, la música inmensa avasallante del emblemático Adolphe Adam invitan a sumergirse en la espesura del bosque. No se dejan esperar las mágicas primera apariciones espectrales que le dan a la escena un misterio único y surrealista. El cortejo de las Willis maneja una sincronicidad a la perfección, desde las distancias entre cada una de las bailarinas, los arabesques exactamente a la misma altura, la posición de la cabeza y los brazos. Todos estos detalles transfieren a este acto una magnitud única, con un gran agregado hipnótico que mantendrá a los allí presentes en un unánime inspiración simultánea más larga de lo habitual. La aparición de Myrtha,  Reina de las Willis, espectro de una mujer imponente, inmensa dirige a su séquito y condena a aquellos hombres que fueron capaces de arruinar la vida a alguna mujer llevándolas incluso a la muerte. El rol fue interpretado por Sae Eun Par, con una calidad artística inmensurable, una presencia escénica fuerte y la potencialidad para sostenerla durante todo el segundo acto.

Un Albretch desolado en la tumba de su amada, la cual no supo cuidar, característica particular de las obras de ballet del siglo IX junto a una Giselle sublime impecable envueltos en este doloroso amor sembrado pero a la vez imposible de cosechar. Ambos llevaron adelante un hermosísimo pas de deux con la sazón justa de dulzura, dolor, arrepentimiento, y el amor eterno no consumado. Y, si hablamos de la altura artística y técnica, ya no hay palabras que puedan describir tal escena.  

En este mismo acto podemos disfrutar a Ludmila Pagliero sumergida en el nuevo aspecto de su personaje, el espectro de una mujer dolida pero que sigue entregándose por amor: es, sin lugar a dudas, uno de los emblemas de los ballet románticos del siglo IX. El pas de bourrée couru con que se desplaza sobre el escenario, suave, ligero, ligado a la sutilidad de sus movimientos y la delicadeza entera de su cuerpo, en contraposición con el personaje terrenal de Mathias Heymann, consiguieron abordar, estos dos grandes bailarines, un encuentro dotado de una esencia escénica emotiva, que lleva a un disfrute tal, que es percibido desde los sentidos cuando uno se deja envolver en la gloriosa música, la mágica escena y la emoción brotando por los poros. Ellos lograron generar la adulación por parte del público expresada en un sin fin de aplausos que no dejaban de sonar en agradecimiento a tan maravilloso momento.

Luego del formal saludo característico del ballet, en donde no decayó el aplauso ni por un solo instante, hubo tiempo para ese infomal y ameno saludo personal de los bailarines principales que salen al proscenio con telón ya cerrado. Se podía observar a Ludmila con la mirada plena a la sala entera, con la mano clavada en el pecho dejando entender a los allí presentes que el agradecimiento es recíproco: es agradecer al público, al Teatro, a la función, pero también a la vida, a los momentos concretos, a las decisiones que muchas veces tuvo que tomar precipitadamente pero que hicieron llegar a esta libriana a ser una de las Étoile de la Ópera de París.


Ballet de L´Opéra

GISELLE

Ballet en dos actos.

Musica: Adolphe Adamas.

Dirección Musical: Koen Kessels.

Libreto: Théophile Gautier, Jules – Henri Vernoy de Saint-Georges.

Coreografía: Jean Coralli, Jules Perrot (1841)

Transmitido por: Marius Petipa (1887)

Adaptado por: Patrice Bart, Eugène Polyakov (1991)

Decorados: Alexandre Benoise

Realizado por: Silvano Mattei

Vestuario: Alexandre Benoise

Realizado por: Claudie Gastine

Giselle: Ludmila Pagliero

Albrecht: Mathías Heymann

El Pas de deux des paysans: Bianca Scudamore y Thomas Docquir

Duque de Courlande: Gregory Dominiak

Bathilde: Émilie Hasboun.

Myrtha, reina de Willis: Sae Eun Park.

 

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