La agrupación Juventus Lyrica abre su temporada cumpliendo 20 años con esta emblemática ópera de Verdi.
Por Sabrina Abalo.
Al entrar a la sala se puede observar acción en el escenario, el telón abierto y en el salón de París algunas personas mirando muebles listos para un remate, algo poco habitual.
El preludio del comienzo con un sonido muy convincente del violín, da lugar al clima dramático que se aproxima de esta obra inspirada en la novela “La dama de las camelias” de Alexandre Dumas (hijo). Consta de 3 actos, el segundo con dos escenas, pero aquí se representó con 4 actos que se desarrollan en la casa de Violetta en París, una casa de campo en las afueras de la ciudad, luego un escenario similar al primer acto, la casa de la amiga de Valery, Flora, y el cuarto en el dormitorio de la protagonista, en su lecho de muerte.
Se pudo ver y oír un trabajo integrador de Violetta Valery en la piel de Carolina Gómez, una voz con gran proyección, registro parejo en toda su extensión, muy agradable sus graves, sin golpes ni esfuerzos por llegar, un vibrato justo, poco excesivo y una emisión muy clara. Su actuación tan creíble en el escenario completa la exigencia de este rol y hace honor a su interesante currículum. Sin dudas, una soprano en franco ascenso.
No se pudo observar lo mismo en Alfredo, interpretado por Sebastián Russo, una voz delicada con una llegada cómoda a los agudos, pero con poco cuerpo y una línea de canto desdibujada, sumado a la falta de dramatismo sobre todo en los momentos donde expresa el amor por ella, el enojo, la ira… En fin, todos los sentimientos que lo arrastran a “actuar” de la manera que lo exige el rol. Falta actuación arriba del escenario.
Germont, a cargo del barítono Juan Font, estuvo a la altura del papel, una voz redonda, con buena emisión, prolijo en sus ataques y en sus finales, y una representación muy creíble de la escena. También sonó muy bien amalgamado los dúos entre él y la soprano. Resto del reparto vocal: Flora, Annina, Barón tuvieron una eficiente performance.
El Director Antonio María Russo, con una marcación precisa y muy puntilloso en sus pedidos, sobre todo en los matices, produjo en la orquesta un buen rendimiento sonoro, un conjunto prolijo, con buen “tempo” -salvo en el 3° acto, la escena de los bailarines interactuando con el coro, que se escuchó algo más lento de lo habitual-. Logró brindar la orquesta mejores momentos dramáticos que festivos.
Tal vez lo más flojo de la noche fue el coro, si bien tuvieron un correcto desempeño se escuchó pobre de voces, con falta de sostén en momentos tan brillantes como “el brindis”, si se duplicara cada registro seguro se afianzan las voces y el coro cobraría la presencia histriónica que le faltó.
Una puesta acertadamente austera, pocos elementos, una escenografía sencilla pero muy efectiva y un vestuario que completaba con equilibrio esta versión de una de las Óperas más atrapantes del compositor italiano Giuseppe Verdi.
Nota al pie: minutos antes del inicio, en la pantalla donde suben los subtítulos rezaba la siguiente leyenda: “desconectemos el celular y conectémonos con la ópera”. Lamentablemente esto nunca sucede y hasta hubo gente en platea que no solo le sonó el móvil, sino que lamablemente lo atendieron. Además esta función se vio teñida casi por completo con las interminables toses, carraspeos y estornudos, incluso en los momentos más sensibles de la ópera. ¡Increíble!