Juan José Rezzuto es un pianista y compositor argentino nacido en Mar del Plata. Fue discípulo de Elsa Púppulo y Bruno Gelber, a quien considera un maestro de la vida. Desde el año 2010 reside en Inglaterra, donde desembarcó luego de obtener una importante beca. En el año 2010 fundó WKMT, una de las escuelas de piano más importantes de Londres y con la cual difunde la técnica de Vicente Scaramuzza.
En esta entrevista nos cuenta acerca de sus inicios, su pasión por Haydn y su actualidad como pianista, educador y compositor en Londres.
¿Cómo estás Juan?¿Estás en Londres o en España?
En este momento estoy en España, en Santa Emilia, en mi casa en Mondoñedo y vengo de un mes de muchos viajes porque el mes pasado viajé al norte de Italia, donde también resido circunstancialmente. Luego me fui a Londres para ver cómo estaba el estudio después de un año y medio de no volver por la pandemia. Como no se podían hacer conciertos, festivales, ni nada, estuvimos haciendo todo online.
También estuve en Lisboa, donde conocí ni más ni menos que a Alexandre Delgado, uno de los mejores compositores vivos hoy de Portugal, que ya va por su tercera ópera.
Bueno, estuviste ocupado… Contame un poco más cerca de tu formación. Empezaste en Mar de Plata, pero después tomaste clases con Elsa Púppulo y más tarde con Bruno Gelber. Has tenido maestros de renombre, ¿qué rescatás de cada uno de ellos?
Esa formación no fue solamente pianística, fue una formación de vida. Sobre todo Bruno me definió como “persona que toca el piano”, no solamente como pianista. Me dio la garra para hacer todo lo demás. Pero vamos por el principio, porque no me quiero olvidar de nadie: empecé en el Conservatorio Municipal Luis Gianneo, con la señora Silvia Banco, que me dio todas las bases, después de una breve tutoría muy informal con Gabriel Paulino.
Luego entré en la fase más importante de mi formación pianística que fue con Eugenia Rosenthal, egresada del Conservatorio de Bucarest en los años 60, en la época de oro de Bucarest.
En mi interpretación pianística, ella me formó hasta que pude tocar un concierto con orquesta de Haydn, dirigido por Mariela Barone, con músicos de la Sinfónica Municipal de Mar del Plata y de la Sinfónica Académica. Ese fue el primer concierto para piano que hice a teatro lleno y fue lo que me definió completamente, porque después me dediqué a Haydn de lleno hasta el día de la fecha.
Cuando me mudé a Buenos Aires, estudié con Elsa Puppulo, trabajando obras como la sonata No. 3 de Prokofiev, un concierto de Liszt. Trabajé repertorio de fondo. Luego, motivado por ella, me decidí a abordar a Bruno Gelber, quien iba a Mar del Plata cada cierto tiempo a dar clases. Y eso fue lo que me cambió la vida, porque yo estaba estudiando economía, por consejo de mi padre, a pesar de que yo no tenía nada que ver con eso vocacionalmente.
Entonces le envio una carta a Bruno y finalmente no me la contesta,sino que me llama por teléfono y me dice: “te voy a pasar a buscar, y vamos a conversar a ver qué pasa”. Yo estaba en shock realmente.
Bruno me organizó una audición, justo un mes antes me había lastimado la mano, así que tuve que estudiar bastante apresurado para llevar ese material. Era la sonata Patética de Beethoven. Él estaba en el hotel Habana y, lejos de encontrarme con un piano de concierto, me encuentro con un piano digital de lo más básico. Entonces claro, me vio la cara de asombro, y me dijo: “Pichón, ¿no te es suficiente este piano? Porque yo estoy estudiando acá todos los días, pero tal vez para vos no es suficiente…” (risas). Así que di la audición y me dijo que no tenía que hacer otra cosa que tocar el piano.
Luego me articuló una especie de beca, para que pudiera ir a Buenos Aires a estudiar mientras hacía también la universidad. Fueron 6 meses de estudios específicos de la técnica de Scaramuzza que realicé sin ningún problema, y que aseguraron mi capacidad para interpretar.
Para aquellos que no saben de qué se trata, ¿por qué es tan importante la técnica Scaramuzza?
Yo la definiría como la única verdadera técnica del piano. Me parece que es la única que realmente tiene un análisis concreto de la anatomía y su integración con la interpretación de manera clara, sistematizada, aplicable y repetible. Que también se conecta con el método del pensamiento científico, no solamente por cómo está construida, sino por el resultado que dio. Porque es muy notable que Vicente Scaramuzza haya sido, ni más ni menos, que el maestro de todos los grandes pianistas argentinos, los que verdaderamente llegaron a algún lado. La técnica Scaramuzza es muy concreta, es un patrimonio educativo nacional argentino e internacional.
Una escuela pianística cohesionada, totalmente uniforme y con una columna vertebral es muy difícil de encontrar. Por ahí en Rusia, en algún sitio existe una práctica común, no lo sé, pero nosotros estamos llevando esto a un extremo, que creo que es nunca visto en ninguna parte del mundo y por eso que en nuestra escuela, WKMT, tenemos inclusive, más alumnos que la Royal School of Music en este momento.
Aprovecho para preguntarte, ¿cómo y cuándo llegas a Europa?
Llego a Londres después de tener éxito en mi audición para la Royal College of Music, después de haberme graduado en tiempo récord en la Universidad Nacional de las Artes, el antiguo conservatorio López Buchardo, donde estudié con excelentísimos profesores.
Entonces apliqué a la beca de la Escuela Real de Música de Londres, que me acepta en el año 2010. Cuando llego me doy cuenta de que el programa que se iba a estudiar yo ya lo había estudiado en la carrera de 5 años en la Argentina. Carrera que yo hice en tres por una razón económica, en tiempo récord, pero no porque quise demostrar nada. Entregué la tesis y me fui a Londres, básicamente no tenía otra opción.
Todo esto gracias a la flexibilidad y apertura de Cristina Vázquez, que era la decana del Departamento de Música, que confío en mí ciegamente y me dejó ingresar en el Conservatorio sin dar examen de ingreso siendo que yo no tenía mi información terminada en el Conservatorio Municipal de Mar del Plata. También gracias a la recomendación de Bruno, por supuesto.
Así que llegué a Londres, y empecé a trabajar y estudiar y me dí cuenta que no valía la pena, pues ya había estudiado todo eso en Buenos Aires. Entonces lo que hice en su lugar fue rendir una especie de diplomatura de manera libre.
Al llegar trabajé en una de las mejores casas de piano de Londres, a raíz de eso conocí a gente que me contrató para una serie de conciertos, y di mi primer concierto importante en Londres en New Border Castle. Fue para el cumpleaños del diseñador de ropa de Lady Di, el famoso Jasper Conran, para quien además escribí una obra específica. Para esto convoqué a una gran bailarina argentina que en ese momento vivía en Londres.
Antes de eso, escribí una obra para la apertura de las transmisiones del Metropolitan a Buenos Aires, cuando el Teatro Colón estaba en reparaciones y se hacía todo en el Teatro 25 de mayo, que se llama “Gracia Máxima” y que hicimos con “Fuerza Bruta”. Ese fue también mi primer evento importante en Buenos Aires.
¿Cómo surge la WKMT, tu escuela de piano?
Gracias a diversos trabajos junté dinero y empecé a dar clases en mi estudio de West Kensington. Era un estudio de una habitación en un departamento compartido, un horror, un lugar que en Buenos Aires no me iría nadie a estudiar. Pero bueno, el paradigma era bueno, la técnica era buena, me llené de alumnos y logré irme a donde estoy ahora, en mi primer estudio de Londres, que es en el paradigmático Kensington Hall Gardens, un edificio victoriano elegantísimo, con jardines, uno de los edificios más bellos de West Kensington.
Monté un estudio como el que vi en la casa de Bruno. Bueno, el maestro cuando yo iba a estudiar me envolvía en esa realidad en la que era todo lindo; era lindo lo que estábamos estudiando, era divino el edificio, eran divinos los muebles, lo que comía, era era todo un sueño. Y yo quise crear ese mundo para mis alumnos. Así monté el estudio en Kensington y fue un éxito total, porque la gente llega a un espacio muy especial, que es como un estudio vienés, y ya tiene 11 años de trayectoria.
Luego la traje a Gisela Paterno, que es mi compañera de trabajo, de vida, de todo, sistematizamos la metodología de trabajo y rápidamente superamos los 150 alumnos. Tenemos un sistema muy firme, integrado con Argentina, trabajamos con psicólogas argentinas, con egresados de la Universidad Católica Argentina que forman parte del comité examinador. Tenemos una beca de la que muchos argentinos han participado, puedo nombrar al pianista Álvaro Sisti Ripoll, por ejemplo, que es egresado del Conservatorio de La Plata, a quien hemos llevado a Londres.
Tenemos, también, una beca constante para formar profesores de alto nivel. Actualmente tenemos tres internos: una chica de Indonesia, una chica inglesa y otro chico griego. Todo eso más los profesores que tenemos allí de manera estable y los festivales que realizamos.
Mantenés mucho contacto con la Argentina…
Si y me encantaría ir y hacer una masterclass gratuita sin ningún tipo de fin de lucro, para transmitir esta técnica, por ejemplo.
Contame tu faceta como compositor, ¿cómo definirías tu estilo? Vi en youtube una obra muy interesante realizada, que incluía un pequeño conjunto de cámara, una soprano y bailarines…
Me imagino que habrás escuchado “Gracia Máxima”, que es una obra muy temprana mía, de antes de irme de Londres. Yo evolucioné después de eso: escribo dos ballets para el Sadler’s Wells Theatre, y un tercer ballet que nunca se estrena porque hubo una cosa medio de policiales, en donde terminó preso el sponsor… una cosa de locos. Yo por suerte no quedé pegado (risas). Luego mi tercer ballet “Pancha”, que es mi obra más grande, la estrenó en el Brighton Hall en Birmingham, junto con mi obertura “Birmingham”.
Soy un compositor muy tradicional, trato de nutrirme de la música que siempre me gustó. No me gusta escribir cosas que la gente no disfrute. Me entramo en la manera de escribir de Rachmáninov, de Rimsky Korsakov, de los compositores románticos y postrománticos. Luego no elijo eso para tocar, me dedico a un repertorio más clásico. Pero cuando escribo, lo hago de esa manera, sin dejar de lado técnicas como el pitch class sets y una instrumentación que manejo de forma conveniente, basado en la tradición de Alfredo Casela. Me considero un compositor básicamente orquestal.
Últimamente me he dedicado a hacer las cadencias de los conciertos de Haydn. Todas las cadencias de los conciertos que toco son originales y tratan de refrescar la obra a través de este procedimiento. Son cadencias que están íntimamente relacionadas con el tema del concierto, sin embargo, explotando otras texturas que no tienen mucho que ver con las propuestas Haydn. Este último tramo me dediqué más que nada a eso, después del último ballet.
Brindé tres conciertos con el barítono Leopoldo Rojas O’Donell, los que me dediqué a arreglar también. He arreglado obras argentinas, como la zamba “Alfonsina y el mar”, trabajé la milonga “El árbol del olvido” de Alberto Ginastera.
¿Cómo surge y cómo es escribir una cadencia de un concierto del siglo XVIII en pleno siglo XXI?
Esta voluntad de hacer las cadencias surge porque soy pianista y compositor. Es muy difícil a veces sostener ambos perfiles, porque los dos consumen mucho tiempo. Entonces encontré en las cadencias, estos últimos tres años, la manera de relacionarme con mis dos facetas.
El lenguaje de los siglos XVIII y XIX es lenguaje clásico, por excelencia, hasta el caleidoscopio o paradigma compositivo del siglo XX, que ahora un poco se está revirtiendo. Siempre la música fue un reflejo de la sociedad. Todo el mundo escribía en el mismo estilo, era un lenguaje común que trascendía las nacionalidades. Era el lenguaje de las emociones, que la misma sociedad propuso, a través de la arquitectura, la pintura, etc.
Entonces cuando hago una cadencia, trato de hacer lo mismo, trato de reinterpretar el concierto del siglo XVIII en el lenguaje de lo que gusta hoy. Lo trato de decir de una manera que guste todavía, pero utilizando los motivos, el tema principal. Como si lo tuviera que traducir del inglés o del francés. Lo vuelvo a decir con un manejo del piano mucho más actual, con un manejo de la armonía y de las texturas mucho más cercano a nuestro tiempo. Pero no en un lenguaje de vanguardia para la élite, como era cuando estudié composición, sino para que cualquier persona lo pueda disfrutar. Eso es lo que estoy buscando con las cadencias.
¿Qué te llevó a especializarte en Haydn?¿Qué es lo que te atrae de su música?
Como te comenté, yo me formé como compositor y como pianista, y Haydn es una maravilla musical. No sólo porque escribió muchas sinfonías y sonatas, sino que además definió como se tenía que hacer. El trabajo de refinamiento de la forma sonata que practica Haydn define cómo se escribe una sonata y una sinfonía de los próximos 250 años. Así que a mí me atrae mucho como compositor, porque es un estudio y un proceso de refinamiento de lo que es el paradigma de la música clásica occidental. Entonces lo estudio de los dos lados: para tocarlo, pero también para entenderlo y poder enseñar a través de su obra, que es un libro de composición en sí mismo.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
En este momento estoy viviendo en España, en un edificio que tiene una historia muy particular. Se llama “Santa Emilia”, es un edificio de 850 metros cuadrados construido por un gallego que va a Buenos Aires a principios del siglo XX y luego vuelve y edifica este palacio veneciano en la campiña gallega, en Mondoñedo, ciudad histórica que fue la primera capital del Reino de Galicia. En ese momento esta casa se usaba para fiestas. Es una casa llena de salones y de habitaciones, en medio de un jardín amurallado. Y yo quiero que ahora sea un poco como la casa de Victoria Ocampo, es decir un lugar de reunión de pensadores y artistas, sobre todo de músicos.
Contamos con el apoyo de nuestro sponsor y ahora del Ayuntamiento de Mondoñedo y la Diputación de Lugo que está arreglando el salón principal de la casa. Es una sala de 180 metros cuadrados con techos de 6 metros de altura. La queremos usar para que argentinos puedan venir y quedarse en España, dar conciertos y aprender la técnica de Scaramuzza, compartir lo que saben y conocer a otros artistas de aquí.
Queremos integrar el arte al amparo de un edificio con una energía muy particular en una serie de conciertos que estamos desarrollando junto con acá con el Ayuntamiento de Mondoñedo, apoyado por la señora Elena Candia, ex alcaldesa y ahora diputada del Ayuntamiento de Galicia.
La idea es hacer un círculo de música de cámara que tenga repeticiones todos los meses, yo también tocaré, por supuesto, con la columna vertebral puesta en Haydn y luego también hacer cenas y otras actividades como masterclasses. Traer gente de otras partes de España y de Inglaterra, que los alumnos vengan a estudiar aquí también.
Una pregunta un poco fuera de libreto, ¿sentís que naciste en el siglo equivocado?
Si, totalmente, creo que me hubiese gustado más haber vivido cuando Bruno (Gelber) era joven, cuando Pepa Durín era joven. Me siento un desubicado cronológico (risas), no me entiendo con nadie, no entiendo nada, no quiero entender nada. Me siento totalmente a contramano de lo que hay, por toda está superficialidad, esta cosa de artistas que empiezan, tienen algo de éxito pero enseguida se retiran. Todo este tipo de cultura descartable.
Hay fabulosas excepciones con las cuales me llevo muy bien. El otro día la escuché a Martha (Argerich) hablar y dijo una cosa con la cual adhiero totalmente. Le preguntaron a Martha: “¿Te parece que hay algún pianista excelente hoy en día?” y ella dice algo como “Ahora hay muchísima gente que toca bien, más que antes, pero no hay casi nadie que sea excelente”. Esa cosa de la excelencia no existe más, yo veo como que somos todos individuos repetidos, que más o menos servimos para lo que estamos diseñados pero no somos nada del otro mundo.
También el hecho de que en las cabezas de los gobiernos se ha degradado un poco la pericia de apoyar lo que hay que apoyar.
¿Hay algo que te gustaría agregar?
Recientemente he participado como jurado internacional de la competencia de piano Bajic Memorial en Novi Sad.
La competencia reunió a siete jurados. Las pruebas duraron 7 días y en la categoría más alta hubo 52 competidores de 30 países distintos. En esta oportunidad representé a la Argentina -todos los jurados debíamos representar un país de nuestra elección-.
Siendo ciudadano italiano, argentino de nacimiento, residente Inglés y actualmente estando en España, el tema de a qué país representaba fue una cuestión a tener en cuenta. Sin embargo la elección para mi fue fácil.
Soy argentino y quiero estar en mi país. Quiero que me conozcan y conocer gente que está haciendo cosas. Quiero hacer cosas, pero también quiero ayudar a que se hagan. Quiero traer gente aquí y también poder participar en proyectos relacionados con la Argentina.