PH: Arnaldo Colombaroli
En el año 2018 el gran tenor peruano, Juan Diego Flórez, volvió a nuestro país luego de 13 años para brindar un concierto inolvidable en el Teatro Colón acompañado impecablemente por el pianista Vincenzo Scalera. Días previos a esa noche mágica estuvimos en los estudios de Radio Nacional Clásica en donde pudimos participar de una entretenida charla junto a Boris, Margarita Zelarayán y Juan Diego Flórez.
En el día de su cumpleaños recordamos algunos momentos destacados de esa conversación.
Por Maxi Luna.
¿Contanos cómo es esto de la música popular que regresa a tu repertorio en los Conciertos?
La música popular siempre estuvo presente, pero desde que nació Leandro, mi primer hijo en 2011, retomé la guitarra porque la había dejado. En mi carrera de cantante de ópera siempre estaba la guitarra ahí pero no la tocaba, entonces con los niños comencé a tocar para cantar, entretenerlos y llevarlos a la cama. De esta manera volvió a tomar protagonismo y así empezaron a llegar los boleros, las rancheras, la música peruana.
Ese fue el origen de que haya retomado la guitarra en los conciertos. Me parece que una de las primeras veces fue en Tenerife y canté una canción que se llama Islas Canarias con la guitarra y gustó mucho. Así repetí esa propina (bis) en otros teatros y ya se ha vuelto una especie de tradición donde es el presentador del concierto que pide que por favor saque la guitarra.
Hace poco me rompí el dedo jugando fútbol y no podía tocar fue una especie de tragedia: “qué pena, ¿cómo no va a tocar?” (risas). Se ha vuelto ya parte de los conciertos y de lo que la gente espera.
¿Y en tu nuevo disco Bésame Mucho?
El disco es producto también de esto porque hacía una o dos canciones con la guitarra hacia el final de mis conciertos y gustaba mucho y entonces la gente decía “¿Por qué no haces un disco con estas canciones?”. Así que seleccioné las que tenían más éxito y las incluí en este disco, que son prácticamente los bises.
Además lo quise hacer sin orquesta, algunas de las canciones son solo con guitarra, quise mantener la intimidad de la música popular para preservar ese feeling como si estuvieras sentado en el salón de tu casa o alrededor de una fogata en la playa. Esa era mi intención.
Es la cercanía que tiene la música popular pero con una técnica del canto lírico…
Las melodías son siempre melodías, ¿no? Y me ha pasado también cuando escuchamos a nuestros intérpretes latinoamericanos de comienzos del siglo pasado, donde todos tenían una técnica operística justamente porque no había micrófonos en todos lados entonces había que proyectar la voz en los cafés, en los salones, teatros. Se me viene a la cabeza Libertad Lamarque por ejemplo, Gardel, Jorge Negrete.
Te conocés todas las canciones de rock argentino…
No todas.. Sui Generis sí, por ejemplo. Tengo 45 años y eso era un poquito antes pero todavía estaba en mi infancia. Se escuchaba mucho porque en Perú había en esa época la onda de tocar la guitarra y todo el mundo se sabía más o menos las mismas canciones.
¿Hay un puente entre esa música popular y la lírica?
Que un cantante lírico haga estas canciones ya ayuda mucho porque escuchás la voz educada. Y eso puede acercar porque uno dice “ah, mirá, me gusta como suena, no suena igual que cuando un cantante tradicional de tango lo canta, suena diferente”. Entonces esto puede aportar, claro. Pero hay algunos boleros que quedan bien cantados con una voz impostada y hay otros que no quedan para nada bien.
¿Y al revés, para el que escucha música popular escucharte desde ese punto de vista?
¿Si la ópera puede acercar a la música popular? Claro. Eso es más fácil porque seguramente mis fans van a comprar este disco o se lo van a bajar de Spotify y se van a acercar a muchas canciones que no conocen. Todo el mundo conoce Bésame mucho, es un hit, pero hay muchas canciones que quizás no conocen y les podrían gustar. Solo le pido a Dios es una onda bastante rock, entonces quizás muchos de mis fans no han escuchado nunca eso.
Hay hasta hay una cumbia por ahí.
Sí, La pollera colorada (risas). He tratado de incluir algunos himnos de determinados países.
Tus primeros vínculos tuvieron que ver con esta música ¿no?
Sí, empecé con la música popular porque mi entorno era así. Mi papá cantaba mucho Chabuca Granda. En la familia también se tocaba la guitarra, se hacían peñas de música peruana, yo acompañaba a veces a mi padre a cantar en festivales o en el teatro. Él tenía una voz educada, había estudiado un poco de canto lírico, entonces solía cantar bonito y yo absorbía todo eso.
La guitarra siempre estaba en casa y empecé con ella a los 10 años. Ese era mi mundo, luego entré al Conservatorio queriendo estudiar música popular y encontré la música lírica. Me gustó y me metí a la lírica de lleno. Ahora la música popular ha aflorado más que en mis primeros años.
¿Sentís que te ha aportado en cuanto a lo que tiene que ver con la frescura y el espíritu más libre?
Ahora que canto mucho más música popular lo siento más. A veces al cantante de ópera lo ven como que se tiene que comportar de un cierto modo y no debe ser así, debemos ser simplemente músicos y personajes, roles que interpretamos.
Eso es muy importante porque el canto lírico es un esfuerzo muscular que no es el mismo de la música popular donde quizás cantas sentado; en cambio en el canto lírico tienes que pararte, trabajar y es un esfuerzo muscular como en un deporte. Tenemos que relajarnos mucho más y aprender a cantar, tener el training de cantar y relajarte dentro de ese canto atlético. Dentro de esa proyección de la voz y de ese fluir de aire con presión y todo, tenemos que sonar relajados y meter lo que es nuestra música adentro, lo que hemos aprendido. Eso es una gran ventaja.
Actuar es realmente un compromiso físico enorme y no siempre los cantantes o los estudiantes de canto lo tienen tan claro ¿Es necesario además del trabajo sobre la técnica entrenarse físicamente?
Es necesario que nos demos cuenta que es el cuerpo completo el que trabaja. Por ejemplo, cuando tú normalmente no sabes por qué hoy no te sientes muy bien y la voz no está tan alta o no funciona, corres tres o cuatro veces hacia arriba las escaleras por tres pisos y te pones a cantar y ya se arregló todo. Porque qué pasa: el cuerpo tiene que prenderse, encenderse y cuando comienza a encenderse los músculos se han activado, la trompa de Eustaquio se ha abierto y ¡pum! La voz sale.
Es que no podemos pretender cantar bien en cualquier momento. El cuerpo tiene que estar muy bien preparado, muy alerta para cantar. Hay situaciones en las cuales, por ejemplo, cuando juego fútbol, después la voz está altísima. Corrí una hora, jugué y después puedo cantar. Y no sientes nada acá porque el aire ha influido tanto corriendo que la voz ya está ahí arriba.
Hay un cantante, Luca Pisaroni, que tiene su soga y antes de cantar se pone a saltar. Y los mejores cantantes son aquellos, por ejemplo Piero Cappuccilli, la postura que tenían y ese control del respiro que te da después el legato, el agudo fácil. Pienso mucho también en barítonos, en muchos bajos que tienen ese control.
El canto atlético es muy relajado, hay veces que estoy en mi estudio y canto y es una terapia. Después de estudiar una hora, me siento como si hubiera hecho una clase de yoga o tai chi porque es eso: aire, energía que mueve y que cuando cantás gozando y te sientes bien porque el cuerpo está bien, no te duele nada, ni el estómago. Es una especie de terapia y en conciertos también debería ser así.
Con respecto a esto que hablábamos del disco, pienso que siempre es un riesgo para los cantantes líricos cuando incursionan en la música popular, porque quizás el público popular dice “Está demasiado impostado” y el público del lírico dice “Es demasiado popular” ¿Vos cómo lo vivís?
Uno debe pensar y grabar como se siente. A estas alturas de mi carrera he tomado muchas decisiones: los discos que quiero hacer, las óperas que quiero hacer, proyectos, estrategias y todo eso.
En el disco pensé solamente en cantar porque si piensas “está muy impostado esto o muy popular” no llegas a ningún sitio, no eres verdadero contigo mismo, no eres fiel a lo que quieres. Quería cantar y transmitir; y repito: si no hubiese habido esa experiencia de los bises después de los conciertos quizás no habría disco y no hubiese encontrado esa forma de cantar menos impostada, más popular. Después de los conciertos fue como un estudio para hacer ese disco, fue una razón, una consecuencia. Si haces las cosas así, naturalmente, ya hay una razón para hacer un disco mejor que si no lo has vivido y no lo sientes.
Hay una versión de Volver, que sin ser una versión tradicionalmente tanguera, es muy buena ¿Hay algún disco de tango en el futuro?
Me encantan las canciones de Gardel porque tienen unas melodías y letras súper lindas. Mi siguiente disco popular tendrá que ser de música peruana ya que comienza el bicentenario de la Independencia que es en 2021. Me encantaría hacer un disco de Gardel, pero claro, el tango es también como la ópera, como Rossini o Verdi, donde hay toda una serie de leyes, convenciones y gente que dice “no, no se hace así” y entonces es también un terreno difícil y complicado. Hay que entender y saber.
¿Cuáles son los principales desafíos que encontrás con un instrumento como el tuyo, con tus características, con esa facilidad para los agudos y el desarrollo de un centro también muy interesante?
En el canto todo es milimétrico: si cambias una cosa demasiado acá, se escucha, Tiene que ser todo muy mental. Los cambios son casi pensados y ahí un poco está haber encontrado toda la facilidad del mundo, en mentalizar casi todo, pensarlo.
Cuando hago un rol nuevo siempre es una incógnita. Werther es una ópera que han cantado todos los grandes tenores y nunca hubiese pensado años antes que la iba a cantar. Primero la hice en París, pero en forma de concierto para estudiarla y poder tenerla en garganta. Las críticas fueron muy buenas y eso me dio alivio porque no sabía cómo reaccionarían los parisinos. Después la hice en Bologna y ahí me sentí más inseguro porque los italianos tienen la última palabra en el juicio sobre los cantantes. Me dije: “aquí voy a actuar, haré Werther, no me importa el público”. Y en esta interiorización terminó la ópera y hubo un gran aplauso.
Después pasó lo mismo con Hoffmann que es un poquito más complicado. Entonces, pasar por todas estas óperas y después volver a Rossini, que es más encantable, es bonito porque siempre fue mi sueño: seguir cantando Rossini y cantar este repertorio romántico que normalmente no se ha hecho.
Dijiste en una entrevista que la “ópera era algo más bien restringido a la gente que estaba acostumbrada a ir al teatro, pero hoy ya es más conocido el género” ¿Qué se puede hacer para acercar al nuevo público?
A quien le gusta la ópera, le gusta o no. No necesariamente si llevas al joven al teatro le va a gustar, es algo que tiene que ver con tu sensibilidad. Nunca la había escuchado en mi casa y cuando entré al Conservatorio dije “esto es lo que quiero hacer”, pero no siempre pasa así.
Me gustó, me conquistó inmediatamente y no tiene que ver con tu nivel social, económico o educacional. Lo importante es que el joven tenga un contacto para ver si le gusta o no. Llevarlo a la ópera. Hay funciones en teatros donde se invitan a los colegios, en distintas universidades, programas donde la ópera puede ir a colegios para representaciones, actos, conciertos. Todas estas cosas ayudan, como los programas de comunicación y marketing de los teatros que incentivan, hacen campañas. Está en sus manos que la ópera llegue y el joven tenga un acercamiento, un primer contacto.
¿Qué fue lo que te atrapó puntualmente a vos?
Me gustaba lo que podía hacer con mi voz. Lo que me enseñaban lo ponía en práctica y me gustaba como sonaba en mi cara, en mi voz. Luego con muchos de los cassettes que obtenía de Pavarotti y Kraus, me preguntaba: “¿cómo se puede cantar así?”. Me gustaba el sonido de los agudos, los fraseos, ese sonido timbrado y bonito del canto. Eso me conquistó y quería cantar así.
Me acuerdo yendo al Conservatorio con mis audífonos y el walkman escuchando e imaginándome en el teatro cantando como Pavarotti, Kraus o Carreras. Fue el sonido de la música de ópera y de la música en general. Cuando entré al Conservatorio casi al poco tiempo después entré al Coro Nacional y empecé a cantar todas las canciones, las piezas corales más importantes, de Bach, Beethoven, Mozart y al poco tiempo empecé a hacer solos de esas misas y cantatas.
Eso también me conquistó, estar en medio de ese mar de sonido que es una orquesta sinfónica o con el coro o ser solista y estar ahí metido en esa belleza, en esa sopa.
¿Cuándo llegaste al teatro, a la primera ópera, recordabas esos momentos de estudiante, de caminar con tus auriculares escuchando ópera?
Sí, claro. En Perú estuve tres años. Pero en realidad todavía no sabía mucho de ópera ni tampoco aprendí demasiado, no era un fanático. Seguía en la música popular y sabía lo que hacía en el coro o lo que el coro cantaba en las óperas que se hacían en Lima como La flauta mágica, entonces estaba dentro de la ópera como corista. Luego, cuando fui a Filadelfia hacía las óperas que tenía que representar y conocí otras. La primera fue Capuletos y Montescos, luego el Barbero de Sevilla. Y como el ritmo ahí en Filadelfia eran tan frenético me dedicaba solo a aprender esas óperas y cantarlas.
Tenía 20 años e inmediatamente debuté en Europa sin todavía hacerme una cultura de ópera y empecé a cantarlas mientras las iba descubriendo. Mientras avanzaba en la carrera, las piezas me sorprendían y conquistaban. Es como si has vivido en una ciudad muy simple y de repente vas a Dubai o Sídney o New York. Así eran las emociones que vivía y siempre decía: “que privilegiado que soy de poder estar aquí”.
Cuando terminé el Conservatorio en Filadelfia en 1996 estaba en la Scala de Milán en un palco y dije, como una meta que me trazaba: “aquí cantaré en 10 años, vas a ver”. Y después de seis meses estaba debutando en la Scala y cuando lo hacía decía “guau, estoy aquí en la Scala”. Y luego vinieron otros grandes teatros. Así iba descubriendo estos mundos y esta belleza de la música adecuándome a cada situación.
Contanos un poco acerca de Sinfonía del Perú ¿Cómo surge este gran proyecto?
Fui a Venezuela porque me invitaron a hacer un concierto con Gustavo Dudamel en Caracas y ya sabía y tenía información sobre el Sistema de Orquestas porque me interesaba mucho.
Llamé a Miguel Molinari para que también viniese y de la mano de Dudamel fuimos conociendo diferentes núcleos y partes del país. Era una emoción después de otra. Eran golpes realmente porque nos mostraban cómo la música podía cambiar la vida de los más pobres comenzando por los niños.
Se podía transformar la sociedad y me dije: “esto es increíble”, porque a la música la conocía como difusión de belleza, como algo cultural. Canto, emociono a la gente y se acabó. Aquí no, era ver cómo la música puede transformar la sociedad, salvar, rescatar y proteger a los niños de las drogas, la prostitución, el trabajo infantil, etc. Y me dije: “esto lo tengo que hacer en Perú”.
Inmediatamente nos pusimos a trabajar y en 2011 fundamos oficialmente Sinfonía por Perú y hace poco hicimos un concierto por los primeros siete años. Siete siempre ha sido un número importante y demostramos y representamos en ese concierto, que lo tenemos grabado y saldrá en DVD, como los niños desde los más pequeños hasta los más grandes tocan.
Tenemos más de 7.000 niños y jóvenes en Sinfonía por Perú. Tenemos una orquesta juvenil que representa a todos los núcleos y tocan maravillosamente Mahler, Tchaikovsky, Beethoven, etc. Realmente han avanzado muchísimo, tocan en poco tiempo muy bien. No teniendo estima personal ni pública, siendo pobres y un poco abandonados por la sociedad, les das un instrumento, una familia, que es la orquesta y a ellos no los para nadie. Esa es la razón por la cual se vuelven también grandes personas y músicos.
Hay muchas cosas que no me esperaba, por ejemplo tener una orquesta así que dentro de poco va a empezar a viajar por el mundo representando al Perú y esta filosofía, contando de qué se trata esto.
Nos muestra cómo la música puede influir en la sociedad, cosa que no se creía mayormente y sin embargo es muy posible sacar a los chicos de lugares desfavorecidos y llevarlos a la belleza y la organización de vida de la música.
Sí, exactamente. La música clásica, en este caso, es parte de los chicos desde los cinco años. Voy al cliché de que la música clásica es para las élites y hay que ser educado, hay que haber crecido con la música clásica. Todo eso ha sido derrumbado con Sinfonía por el Perú porque para ellos es normal, como cualquier otra cosa. Han crecido con eso, viven esa realidad como si fueran suyas y tocan Mozart como Chabuca Granda, como un Huayno andino, para ellos no hay diferencia. Es lo mismo. Es otra concepción de la música que lo ha hecho crecer.
¿Cómo haces para congeniar tu actividad profesional como cantante y ese compromiso que tenés con el desarrollo de este proyecto?
Siempre estoy atento a todo lo que pasa en Perú. Tengo una fantástica oficina donde hay gente incansable que son una razón también del éxito porque se necesita un equipo de gestión muy eficaz y desde Europa trabajo también para captar fondos. He creado una asociación en Viena que se ocupa de recaudar en galas benéficas que realizo todos los años, y también estoy siempre buscando nuevos donantes, patrocinadores. En todos los conciertos, recitales que doy, en todo el mundo se habla de Sinfonía por el Perú, la gente se entera, lo conoce y el proyecto se vuelve más internacional, un poco porque lo relacionan a mí que soy el presidente y lo llevo por el mundo.
Hay que estar constantemente encima para que las cosas salgan. Y sobre todo siempre buscando nuevas ideas. Ahora, por ejemplo, obtuvimos que una universidad nos de títulos universitarios, porque ya nuestros chicos crecieron y nos dicen “maestro ¿Ahora qué vamos a hacer?”. Tendremos también una academia: nos donaron un edificio enorme y construiremos. Estamos buscando aliados. Eso pasará. Son sueños que los tenemos ahí.
Estás criando a tus hijos en Austria que es como la antítesis de Latinoamérica, pero asimismo estás muy comprometido con tu país y tus raíces, ¿qué no querrías que pierdan de su herencia latinoamericana y puntualmente peruana?
Ellos hablan español y alemán. Hablar español ya bastante, luego conocen la música latinoamericana porque se las canto y la escuchan también. Este disco seguro se lo van a escuchar todo. Los videos del concierto de Sinfonía por el Perú se los conocen de memoria, ven a los chicos de la orquesta que cantan El Alcatraz y entonces se saben esas canciones. Viven el mundo latinoamericano por mí. En casa comemos comida peruana, entonces ellos saben, están comunicados con mi familia. Eso no falta, hay gente peruana también en Viena. La música al final te da esa garantía para que no pierdas conexión con tu país.
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