Gustavo Dudamel es, sin dudas, uno de lo directores más requeridos y celebrados de los últimos años. La presencia de su nombre en la cartelera de cualquier teatro del mundo es garantía de tickets agotados. Alejado ya de su imagen de joven arrebatado y arrollador, todos los críticos coinciden en que estamos en presencia de un director equilibrado y experimentado. Y así quedó demostrado en su visita a nuestro país con la Orquesta Filarmónica de Viena, en la que director y orquesta, deslumbraron al público con sus interpretaciones de Brahms y Tchaikovski.
Por Maxi Luna – Entrevista completa en la edición #8 de la revista Música Clásica BA, publicada en junio de 2018.
¿De qué persona aprendiste más en la música y en la vida?
Creo que de José Antonio Abreu, que fue mi maestro directo. Evidentemente de mi padre aprendí mucho, pero digamos que la mayor influencia dentro de toda mi formación musical fue sin dudas el maestro José Antonio Abreu.
Crees que tu vida, tu carrera, hubiera sido distinta sin haber estado en contacto con el maestro?
(Lo piensa y se toma unos segundos para responder) No lo sé. Yo creo que Abreu forma parte esencial, primordial, de mi desarrollo como artista y también como ser humano. Sabés, desde niño estuve bajo su abrazo, siempre allí presente, y aprendí muchas cosas. No imagino que hubiera sido igual.
¿Sos consciente de todo lo que generás en el público? porque convengamos que te van a ver a vos…
(Risas) No, mirá, yo creo real y sinceramente, que lo primordial es la música y lo que yo pueda decir a través de la obra que estoy interpretando junto a una orquesta. Creo que la reacción del público corresponde a lo que tú le estás entregando. Es una dinámica energética. Esa entrega a la música, y la energía del público que llega también a la orquesta, al intérprete, al escenario. Eso es lo que yo veo. No lo concientizo realmente como una cuestión personal, lo concientizo sobre todo como la música misma. La música es la razón fundamental de todo lo que se hace en el escenario.
Esa empatía que generás con el público ¿Con las orquestas también resulta natural?
Gracias a Dios, sí (risas). Siempre he tenido mucha empatía, siempre ha habido mucha conexión, desde que era muy pequeño cuando comencé a dirigir la “Orquesta de Cámara Amadeus”, siendo un niño de 11 o 12 años, desde allí tenía algo. No sé cómo se llamará, pero siempre he tenido una conexión maravillosa. Y desde que trabajo con las grandes orquestas ha sido lo mismo. Por ejemplo, ahora con la Filarmónica de Viena me siento parte de la familia, porque ya son doce años dirigiéndola, y así también trabajando en Berlín; Los Ángeles, que es mi orquesta; la Bolívar; Gotemburgo; La Scala. En todos estos sitios he creado, o mejor dicho hemos creado, una dinámica de trabajo, una familiaridad, una conexión humana y artística muy especial.
¿Nunca has tenido que pagar un “Derecho de piso”, como lo llamamos acá?
No, por suerte, nunca. Me contaron que cuando reemplacé a Zubin Mehta en Israel pusieron en la cartelera algo así como “traen a un director de 23 años” y tal cosa… un poco como subestimándome. Además era la 5º Sinfonía de Mahler, pero inmediatamente en los primeros compases -yo pasé el primero y el segundo movimiento, lo recuerdo perfectamente- (hace el gesto de tomar la batuta y comenzar a dirigir) hubo un silencio y una concentración absoluta, y luego más nada. Ahí se acabó todo tipo de prejuicio por la juventud y cualquier otra cosa que pudiera existir, y hubo una conexión inmediata.
Lo mismo con la Filarmónica de Viena, yo a los 24 años dirigí por primera vez a esta orquesta, con la 1º de Mahler y Daniel Barenboim de solista y fue muy especial, fue único y el resultado es este: que después de 12 años, llevamos más de 70 conciertos juntos, el concierto de año nuevo. Hay una relación maravillosa y única. Lo mismo con la Orquesta de Los Ángeles, que al año de haberla dirigido por primera vez me propusieron como director musical. Es decir, siempre he tenido la dicha de tener una buena conexión con las orquestas y con toda la gente que trabajo.
Has ganado numerosos premios y distinciones, dirigido a las mejores orquestas y solistas en los mejores teatros del mundo, ¿qué metas te quedan por cumplir?
Bueno, siempre quedan metas. Los retos son permanentes ¿sabes? Hoy tengo un reto, que es dirigir a la Filarmónica de Viena aquí en el Colón. Y hay miles de cosas, ahora viajo a Los Ángeles y hago por primera vez, por ejemplo, “La canción de la tierra” que es una obra que sueño con dirigir. Hago el oratorio “Das paradies und die peri” de Schumann, con Los Ángeles Master Chorale dirigido por Peter Sellers y realizaré también las sinfonías de este compositor.
Siempre hay retos permanentes, estrenos mundiales de obras, y quisiera algún día hacer el Ring de Wagner. No sé, queda mucho todavía por hacer y es una maravilla porque inclusive las mismas cosas que ya he hecho, por ejemplo, cada vez se me hace más difícil dirigir la 5º Sinfonía de Beethoven. Y eso que por naturalidad ha sido una obra que me ha acompañado siempre y que puedo creer que me la sé, pero siempre es como entrar a un mundo completamente desconocido, sabiendo algunas cosas pero descubriendo que no sé nada. Entonces siempre el reto es permanente y espero yo de verdad, seguir compartiendo con la gente que trabajo.
¿Qué compositores actuales te resultan interesantes?
Bueno hay muchos, Esteban Benzecry de Argentina; John Adams, con quien tengo un maravillosa relación. Ahora estoy haciendo unas obras de un compositor venezolano llamado Paul Desenne, que están maravillosas y que está escribiendo para la Filarmónica de Los Ángeles. Esa-Pekka Salonen, de quien también ahora estreno una obra; Gubaidulina me gusta mucho. También hice obras de Arvo Pärt en estos días. Todos en estéticas y lenguajes muy distintos, pero maravillosos. Yo me siento privilegiado de poder trabajar con todos ellos.
Tambien componés un poco ¿Qué lugar ocupa en tu vida?
No soy un compositor como tal. Hice un banda sonora para una película y eso fue una experiencia. Si, me encanta, me atrae mucho la composición, y tengo un lenguaje muy simple, muy sencillo, pero no tengo el tiempo suficiente. Quizás en unos años me tome un tiempo para escribir…
En el verano como Mahler tampoco, porque trabajás…
(Risas) Siempre. Pero no, no me considero un compositor. He escrito música por proyectos específicos y también escribo porque me gusta. Escribo para mí ¿sabes? Escribo mucho en casa por placer. A veces escribo por amor…
¿Te ayuda a conocer cada vez mejor a la orquesta y a los compositores el hecho de hacerlo?
Sí, absolutamente. Ahora cada vez que te estudias un score, cada vez que te aprendes una obra nueva, ves las dimensiones de estos genios y ahí es cuando te frenas. Es por ello que no me considero un compositor en todo el sentido de la palabra.
¿Cómo elegís el programa para una gira? ¿Según las exigencias de los teatros, según las características de la orquesta, según tus gustos?
Es una combinación de todo y trabajamos juntos. Por ejemplo esta gira hemos hecho un repertorio ecléctico, porque hicimos la 2º sinfonía de Charles Ives, la 4º de Tchaikovsky, un programa dedicado a Brahms, que forma parte del ADN de la orquesta, el Adagio de la 10º sinfonía de Mahler, pero también la “Fantástica” de Berlioz. Ives lo hice porque de alguna manera representa el lenguaje norteamericano y todo lo que se fue desarrollando luego, todo lo que Aaron Copland conectó con el resto de los compositores de todas las américas. Ahora vuelvo y hago las “Canciones de la Tierra” de Mahler con la Filarmónica de Los Ángeles en un concierto en el que también hacemos un estreno mundial de Esa-Pekka Salonen, «Americ» de Edgar Varese, y la 5º de Shostakovich. El otro programa es “Los Salmos de Chichester” de Leonard Bernstein, celebrando el año Bernstein, junto con la 9º de Beethoven. Así me manejo ¿sabes? No es que se ecléctico, pero soy muy abierto, me encanta conectar, experimentar con todo tipo de repertorio. Quizás ya cuando me ponga más viejito decante el repertorio por algunos compositores.
¿Cuáles son tus expectativas por el concierto de esta noche en el Teatro Colón?
Enormes, el Colón siempre es un templo, además es encontrarse con un público tan apasionado, tan entregado. Estoy feliz, infinitamente feliz.
Para leer la entrevista completa:
https://issuu.com/musicaclasicaba/docs/mcba8_web
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