“La música es energía positiva”. Entrevista a Maxim Vengerov.

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El gran violinista ruso acostumbrado a los escenarios desde los 5 años, comenzó a estar en la mira de todos demostrando su talento con cada concurso y premio obtenido.

Pasó tres años sin tocar para tener tiempo, entre otras cosas, de dedicarse a su otra pasión: La Dirección. Ahora con una mirada más integral se siente más maduro como persona y con su estilo.

Como él mismo dice: “Más enamorado de la música y de la vida que nunca antes”. Previo a sus dos presentaciones en Buenos Aires para el Ciclo del Mozarteum Argentino pudimos charlar con él.

Por Maxi Luna.

¿Cuáles son tus primeros recuerdos relacionados con la música?

Me acuerdo de ir a ver los ensayos de mi padre con la orquesta (tocaba el oboe), yo tenía 3 años y realmente lo disfrutaba mucho. Luego recuerdo también ver a mi madre que dirigía un coro. Tuve la suerte de crecer en una familia muy musical.

Dijiste una vez algo muy lindo, que el violín puede cantar como un ave, llorar como un ser humano pero a la vez sonar enojado… ¿Qué fue lo que te atrajo?¿Por qué el violín y no el oboe como tu padre, por ejemplo?

El oboe no porque recuerdo ver a mi padre muy nervioso tratando de respirar y hacerlo sonar (risas). Para mí el violín siempre fue un instrumento cantante y sentía que además podía hablar a través de él sin decir palabras, a través de los sonidos.

¿Nunca te resultó una carga ser considerado un prodigio?

No realmente; los chicos se acostumbran a lo que sea que les tiren encima. Hay chicos en África que se mueren de hambre, hay algunos que tienen que trabajar muy duro en Tailandia  o en otros países, la vida es diferente en todos lados. Para nosotros en Siberia la vida se trataba de realizar tus talentos, cuales sea que fueran. Había una gran presión, algunos podían soportarla y otros no. Yo tuve suerte de poder soportar esa presión, esta fue mi vida, vi a otros chicos sobresalir en otras áreas y para mí fue la música. A los 5 años ya estaba arriba del escenario. Para mí eso era bastante natural.

Pasaste mucho tiempo sin tocar, ¿qué tan duro fue y qué aprendiste en ese tiempo?

No soy el único músico que tuvo que pasar mucho tiempo sin tocar, sólo fueron tres años, otra gente como Horovitz se tomaron más tiempo, la última vez fueron doce años sin tocar. Muchos necesitaban tiempo para pensar, reflexionar o aprender otras cosas. Yo aprendí a dirigir por ejemplo.

¿Qué te da la dirección a la hora de interpretar y viceversa?

Es una muy buena pregunta, cuando estaba creciendo no sólo me gustaba el violín, lo que más quería era dirigir como mi madre. Además mi padre estaba en una orquesta y me encantaba todo lo que pasaba en los ensayos, pero tenía que aprender algún instrumento primero. Después mi carrera se fue dando pero siempre estuve interesado en dirigir. Ahora tengo tiempo de estudiar el gran repertorio, me interesa mucho la ópera y tengo pensado hacer Eugin Oneguin de Tchaikovsky dentro de poco. Todo esto cambió mi forma de interpretar.

¿De qué persona has aprendido más en la música y en la vida?

Tuve la suerte de tener dos muy buenos Maestros de violín (Galina Turschanínova y, posteriormente, el distinguido pedagogo Zakhar Bron) También aprendí mucho de los músicos con los que toqué. Luego tuve directores maravillosos como Abbado, Zubin Mehta, Daniel Barenboim. Aprendí mucho de Rostropovich.

¿Qué es lo que más te gusta de enseñar?

Me gusta mucho transmitir lo que siento por la música, no sólo los aspectos técnicos sino todo aquello que la música transmite, las emociones. Es interesante y difícil tratar de explicar con palabras lo que una música quiere expresar. Además es muy enriquecedor porque enseñando uno también aprende mucho.

¿En qué ha cambiado tu forma de tocar en estos años?

Creo que tocar el violín es un poco como ser un pintor, los pintores cambian cada tanto su estilo y es bastante normal. Y eso pasa porque uno va adquiriendo experiencia en la vida, depende de lo que aprendés, a quiénes conoces, yo tengo una familia ahora por ejemplo. Como decía antes, también mi forma de abordar e interpretar una obra cambió. El hecho de dirigir me dió un conocimiento más integral de las grandes obras de Beethoven, Brahms, Tchaikovsky, por nombrar algunos. Me siento más maduro ahora como persona y mi estilo maduró también. Me siento más enamorado de la música y más enamorado de la vida.  Soy una persona mucho más feliz ahora que nunca antes.

 

¿Sos conciente de todo lo que generás en el público cuando tocás en el escenario? Cómo llegás a sus almas y a sus corazones…

No, porque yo estoy ahí arriba y no me doy cuenta. Estoy muy metido en mí, toco desde mi corazón y trato de llegar a la gente con mi violín, de enviar un mensaje y creo que esta es la misión de cada músico, la de crear energía positiva y quizás cambiar algo en la vida de las personas con la música. La música está altamente cargada de energía positiva y trato de lograr algo ya desde el momento mismo en que elijo mi repertorio.

Una de las grandes creaciones del ser humano es la música, obras como las de Beethoven, Ravel, Paganini. Son los grandes Maestros, son verdaderos profetas musicales, también ayuda a la gente a estar inspirada. La música hoy en día ya no es un lujo para algunos, es una necesidad para todos. Hoy sólo en un gran concierto la gente se puede desconectar de su vida cotidiana, relajar, apagar los teléfonos, olvidarse de sus problemas por un momento. Tenemos que usar este tiempo de ir a conciertos para sentir placer, es muy importante conectarse con la música. Hoy es un gran momento para hacerlo, para permitirse estar en contacto con la belleza.

Fuiste el primer músico clásico nombrado Embajador de Buena Voluntad de UNICEF, ¿qué me podés contar acerca de tu colaboración?

Trabajar con chicos en situaciones de riesgo, en África en Uganda, tocar para ellos en Tailandia, Harlem, chicos que no tienen agua, desnutrición, poder llegar a ellos a través de mi violín y de la música. Es una experiencia de mucho aprendizaje y muy conmovedora.

¿Sobre tus próximos conciertos en Argentina qué nos podés contar?

Los recitales de cámara son unas de mis formas favoritas de hacer música. Tocar mi violín con un gran compañero como Roustem Saitkoulov. Me tomé el tiempo de elegir muy cuidadosamente el programa para este recital, dos grandes obras del repertorio tradicional para violín: el gran dúo de Schubert y la magnífica sonata de Beethoven. Esas obras son muy diferentes en cuanto a lo dramático; Beethoven está muy cargado de dinámica y drama, luego una muy brillante y encantadora sonata de Ravel. “La última rosa del verano” de HEINRICH WILHELM ERNST es una obra muy especial para mí porque la toqué por primera vez cuando tenía 10 años.


 

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