
Cualquier oportunidad es buena para recordar una de las personalidades más excéntricas, irreverentes y peculiares de la historia de la música: Erik Satie.
Por Iván Gordin.
Voy a aprovechar la introducción de este artículo para realizar un pedido público a la comunidad cinematográfica: por favor necesitamos una película de Erik Satie. Piénsenlo, es una buena chance para olvidarse un ratito de hacer biopics mediocres de Beethoven que no le interesan a nadie.
Acá va el argumento: la conmovedora historia de un hombre talentoso pero extraño, cuyo temprano fracaso y oscuridad condujeron a una celebridad tardía en la vida. A eso le pueden agregar algo de sexo acrobático (literalmente, su única novia había huido previamente al circo); lenguaje fuerte, violencia, escándalo y litigios (fue famoso por ser irascible y fue encarcelado por una disputa con un crítico musical). El glamour de París, 1885-1925; más papeles para personas como Stravinsky, Picasso y Diaghilev; la decadente escena del cabaret de Montmartre; Ah, y una fabulosa partitura preparada por el hombre principal y sus amigos Debussy, Ravel y Poulenc.
Si todo eso no les gusta pueden hacer un film sobre un músico que es el único miembro de su propia iglesia. Si no les convence, o no hay presupuesto, pueden hacer un trabajo colaborativo o experimental. Pueden hacer 840 versiones diferentes de la misma escena. De nada, solo les pido que cuando ganen el Oscar se acuerden de mí, o al menos de esta revista; una pauta no viene mal.
La historia oficial
Bueno, ya entendimos, Erik Satie era un tipo extraño. Vamos primero con la información de “manual”. Alfred Eric Leslie Satie (1866-1925) fue un compositor francés que, según los eruditos de Wikipedia, fue un precursor del minimalismo y el impresionismo musical. Es decir, hacía mucho con poco y exploraba una paleta de recursos ligados a la temporalidad y a la percepción tímbrica. Si no lo conocen por eso, tal vez lo conozcan por su “hit”: Gymnopédie N° 1. Quizás lo hayan escuchado en alguna película o por parte de algún sobrino que recién empieza a tocar el piano.
Aparte de ser un tipo “peculiar” (ya van a ver por qué), este compositor pasó a la historia por un simple detalle, que no es tan simple. Satie fue uno de los primeros músicos en cuestionar la direccionalidad y narrativa en la música. En otras palabras, en un contexto histórico donde los Wagner y los Mahler competían para hacer las piezas más largas, épicas y descriptivas posibles, el franchute fue a contramano y expresó la inutilidad de su pretensión.
En sintonía con el absurdismo francés, Satie le dijo a toda la comunidad musical (y más allá) que la vida es un sinsentido y que no hay un gran esquema racional que lleve hacia el progreso. La técnica es un peldaño más en este intento vano por darle forma a la fría indiferencia del universo. En fin, me puse poético, pero en pocas palabras esa (más o menos) es la filosofía de algunos loquitos parisinos como Artaud y André Bretón. No hace falta que les detalle mucho más, ya vieron Moulin Rouge.
La influencia de Satie la podemos encontrar posteriormente en autores como Beckett, Camus. En artistas plásticos como Duchamp y Man Ray. Y claro, en compositores revulsivos del siglo XXI como John Cage y Morton Feldman.
Una rutina absurda
Ahora que ya somos gente culta, vamos a lo que vinimos, historias bizarras Satie. ¿Quieren saber cómo era el día a día de un compositor del impresionismo? Ahí van, tomados de las memorias de Erik Satie.
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Me levanto a las 7:18. Estoy inspirado de 10:23 a 11:47. Almuerzo a las 12:11 y salgo de la mesa a las 12:14. Un paseo saludable a caballo alrededor de mi dominio es de 1:19 p.m. a 2:53 p.m. Otro episodio de inspiración de 3:12 a 4:07 pm. De 4:27 a 6:47 pm varias ocupaciones (esgrima, reflexión, inmovilidad, visitas, contemplación, destreza, natación, etc.).
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La cena se sirve a las 7:16 y termina a las 7:20 pm. De 8:09 a 9:59 pm lecturas sinfónicas (en voz alta). Me acuesto regularmente a las 10:37 pm. Una vez a la semana, me levanto a las 3:19 (martes).
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Respiro con cuidado (un poco a la vez). Raramente bailo. Al caminar, cruzo los costados y miro fijamente detrás de mí.
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Mi expresión es muy seria; cuando me río no es intencional, y siempre me disculpo con afecto.
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Duermo con un solo ojo cerrado, muy profundamente. Mi cama es redonda, con un agujero para atravesar mi cabeza. Una vez cada hora, un criado me toma la temperatura y me da otra.
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Me he suscrito por algún tiempo a una revista de moda. Llevo una gorra blanca, medias blancas y un chaleco blanco.
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Mi médico siempre me ha dicho que fume. Parte de su consejo dice: “Fuma, querido amigo; si no lo haces, alguien más lo hará.”
A esto, sumémosle otros comportamientos algo “extraños” como, por ejemplo, andar siempre caminando con un martillo por la calle, o solo permitir visitas de perros callejeros.
La repetición como estilo de vida
Como anticipamos en párrafos anteriores, la direccionalidad y la acumulación no eran aspectos importantes para Satie. Su máximo estandarte fue Vexations. Esta pieza consiste en una sola frase de bajo para ser acompañada con acordes anotados encima. Se supone que la pieza fue escrita para instrumentos de teclado, pero el puntaje no específica. La instrucción de texto sobre el personal dice lo siguiente:
Para tocar el tema 840 veces seguidas, sería aconsejable prepararse de antemano, y en el más profundo silencio, a través de una inmovilidad grave
Y la iteración no solo se limita a su obra. Por ejemplo, su vestimenta consistía en 10 trajes de corderoy verdes idénticos, que vistió ininterrumpidamente por 10 años. Y si vamos a sus preferencias gastronómicas, el compositor tenía una muy particular:
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Mi único alimento consiste en alimentos blancos: huevos, azúcar, huesos desmenuzados, la grasa de los animales muertos, ternera, sal, cocos, pollo cocinado en agua blanca, fruta mohosa, arroz, nabos, salchichas en alcanfor, pasteles, queso. (variedades blancas), ensalada de algodón y ciertos tipos de pescado (sin piel). Herviré el vino y lo beberé frío mezclado con el jugo del fucsia. Tengo buen apetito, pero nunca hablo cuando como por miedo a estrangularme.
Ahora bien, como se podrán imaginar, la vida romántica de Satie fue bastante singular, digamos que bastante tortuosa y a contramano del hedonismo con el que se suele caracterizar a los músicos contemporáneos.
Mientras trabajaba en Le Chat Noir (el conocido café parisino de la pintura de Toulouse Lautrec), Erik Satie conoció a Suzanne Valadon, quien en realidad vivía en el departamento de al lado. Inmediatamente después de conocerla una noche de enero de 1893, Satie le propuso matrimonio a Valadon. Durante seis meses se pintaron mutuamente y navegaron juntos en botes de juguete en los jardines de Luxemburgo, todo mientras Satie se sumergía cada vez más en experimentos de post-tonalidad.
Suzanne Valadon dejó abruptamente a Satie mientras componía Vexations, lo que hizo que su espeluznante estructura cordal y su repetición fueran aún más inquietantes. Satie afirma que después de que Valadon se fue, no había «nada más que una soledad helada que llena la cabeza de vacío». Este sigue siendo su único romance confirmado.
Tu propio Jesús personal
De 1891 a 1892, Satie fue compositor en residencia para la Orden Mística de la Rosa y la Cruz del Templo y el Grial, una secta oculta fundada por Joséphin Péladan, un amigo cercano de Satie en ese momento. Durante su tiempo con la Orden Mística, Satie compuso varias piezas que utilizaban una armonía fluida basada en la naturaleza y la emoción. Esta era continuaría influenciando fuertemente el trabajo de Olivier Messiaen y otros compositores místicos.
Después de una pelea personal con Péladan, Satie fundó su propia secta de ocultismo en 1893 llamada Église Métropolitaine d’Art de Jésus Conducteur (Iglesia Metropolitana de Arte de Jesús el conductor. Hasta el día de hoy, Satie sigue siendo la única congregación de la iglesia.
Y esto es solo un fragmento de las locuras de Satie. En la eterna discusión sobre la distancia entre obra y autor, el compositor francés parece posicionarse en un lugar donde el arte no es solo una expresión más de su cotidianeidad. Todavía falta mucho para contar, pero algo tengo que dejar para el cine.
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