Kent Nagano tiene (como director, educador y comunicador) una carrera tan larga como fructífera. Su rigurosidad, en pos de salvar siempre la calidad de las obras, es una clave que lo ha llevado a lograr sensibles y estudiadas interpretaciones en las orquestas que dirigió.
Hablamos con él sobre sus proyectos, y sobre el presente y futuro de la música clásica.
Virginia Chacon Dorr.
En primer lugar me gustaría preguntarle: en este momento tan complejo de la historia, ¿cuál considera que es el papel de la música?
La música siempre ha sido la expresión del humanismo y humanidad. La música siempre está ahí, pero cobra vida cuando se puede compartir. Poder tocar música para uno mismo es algo muy importante, pero se torna especialmente significativo cuando lo compartís con otras personas. La música nutre al encuentro entre las personas, particularmente en este momento difícil para todo el mundo.
¿Encuentra útiles las nuevas tecnologías y posibilidades que han dado, de alguna manera, respuesta a las necesidades actuales?
Es un momento interesante de innovación y creatividad en el campo de la tecnología, especialmente el de las redes sociales como una forma de llegar a las personas. Pero creo que la mayoría de la gente estaría de acuerdo que, cuando media una tecnología, la música no es realmente música: es solo una representación. Es como una fotografía de alguien, no es lo mismo que tener a la persona real en frente. Creo que es interesante observar cómo la creatividad se ha invertido en usar las redes sociales para compartir música, y esto es bueno siempre y cuando no nos confundamos y pensemos que eso es realmente la música. Eso es solo una representación de ella.
Es una idea muy platónica, como si estuviéramos viendo sólo proyecciones de la música mediada por la tecnología. En su vida privada, ¿cómo salva esa distancia entre la representación y la esencia de la música?
Para mí es muy importante sentarme al piano, solo o con mi esposa. Si podés hacer música en vivo, cantar, tocar solo o tal vez con miembros de tu familia, eso ya es algo muy significativo. Refuerza las cualidades humanísticas de este arte, que todos esperamos volver a compartir en los conciertos. Creo que esa es realmente la base de la comunicación.
“La música siempre está ahí, pero cobra vida cuando se puede compartir”
A parte de ser un gran director de orquesta, Ud. también tiene un gran éxito como educador y comunicador, ¿cuáles cree que son las claves para llegar al nuevo público y a las nuevas generaciones?
No existe una forma secreta o especial de llegar a un nuevo público. Creo que los problemas vienen cuando no se toma a la gente en serio, o de alguna manera se subestima su capacidad para comprender la música, sentirla y entender su calidad. Es necesario mantener la mente abierta, no aferrarnos al status quo. Es importante ofrecer la mejor calidad posible, respetar realmente la inteligencia y la sensibilidad del público. En base a esto, nuestra experiencia nos demuestra que las nuevas generaciones se acercan a la música, son profundamente solidarias y entusiastas. Lo pude ver en Berlín, en Hamburgo, en Montreal… lo encontramos en todas partes. Es necesario ser honestos y nunca subestimar la capacidad del público.
“La pieza es mucho más que simples fuegos de artificio técnicos, lo central realmente es su expresividad y espíritu humano”
El repertorio también es una clave en su trabajo. Usted grabó junto a la Orquesta de Montreal y al violinista Andrew Wan un CD con tres compositores americanos: Ginastera, Bernstein y Moussa. ¿Por qué eligió obras de estos tres compositores para grabarlas juntas?
Yo le sugerí a Andrew trabajar conmigo y la orquesta el Concierto para violín de Ginastera. Esta es una obra maestra, es un concierto extraordinario que no es solo sofisticado, sino también muy poderoso desde un punto de vista emocional y humanista. Es un verdadero desafío técnico, y es necesario trabajar profundamente en este aspecto para transmitir su expresividad. Es una escritura que no sólo exige virtuosismo al solista, sino también a la orquesta.
Junto a Andrew, que es un gran violinista, nos propusimos focalizar nuestro trabajo en esta obra no sólo por un par de ensayos, sino por el término de un año entero. Entonces pudimos grabar la obra con el cuidado que merece una pieza maestra, que fue la base del CD. Después le pregunté a Andrew qué le gustaría grabar junto a este concierto, y su idea fue hacer todo el repertorio con compositores del continente americano, por eso eligió obras de Bernstein (Estados Unidos) y Moussa (Canadá).
¿Cuál es la relación entre tiempo, trabajo y resultado en una orquesta?
La calidad es lo más importante, y es cierto que si no tenés suficiente tiempo, normalmente es lo primero que sufre. Es necesario tener tiempo para dominar los desafíos técnicos, es realmente importante profundizar en la obra y llegar a un entendimiento de dónde viene, qué significado tiene. La pieza es mucho más que simples fuegos de artificio técnicos, lo central realmente es su expresividad y espíritu humano. Para llegar a revelar la obra en este sentido es necesario una enorme cantidad de tiempo y de investigación. El concierto para violín de Ginastera lo estudié hace 40 años y lo dirigí por primera vez hace 25, pero el desafío realmente era encontrar un solista que estuviera dispuesto a dedicar el tiempo y la energía que precisa. Finalmente Andrew aceptó el desafío.
“Creo que se avecina una nueva y brillante generación, tanto de compositores como de intérpretes, así que el futuro de la música clásica es muy saludable”
Siguiendo esta idea de profundizar en la obra, es muy interesante su proyecto interdisciplinario sobre “El anillo del nibelungo” de Wagner, ¿podría contarnos un poco sobre esto?
La propuesta es investigar de manera científica, musicológica, cuáles eran las intenciones de Wagner al crear “El anillo del nibelungo”. Esta idea surge luego de muchos años de trabajo junto al ensemble Concerto Köln, un grupo de músicos de gran talento que también se dedican a la investigación. Se especializan principalmente en música barroca, yo diría que llegan hasta la época de Mozart, aunque también trabajan con música de la era del romanticismo. La discusión sobre esta obra surge porque, como director, he trabajado exhaustivamente en el repertorio de ópera, y Wagner ha estado en mi repertorio durante muchos años. He trabajado sobre “El anillo…” con algunos de los grandes maestros que han explicado la tradición popular. Pero para mi las preguntas rondan sobre el surgimiento de la obra a mediados del siglo XIX: ¿Cuáles eran las prioridades a mediados del siglo XIX? ¿Cuál era el contexto donde nació su música? ¿Cuáles fueron los estilos de interpretación? ¿Cómo usó Wagner el idioma alemán? ¿Qué estaba buscando en términos de texturas y sonidos? Estas fueron las cuestiones básicas sobre las que acordamos trabajar junto a Concerto Köln.
Me reuní para intentar hacer un proyecto de investigación de cinco años, estudiando los orígenes del estilo de canto, estudiando lo que Wagner ha escrito, los instrumentos que ha utilizado (incluso por primera vez), tratando de entender la revolución industrial y cuál fue su impacto en el desarrollo de los instrumentos musicales. Este proyecto ha llevado una enorme cantidad de tiempo, los colegas de Concerto Köln han encontrado instrumentos de mediados del siglo XIX, los han restaurado, aprendieron a tocarlos, y poco a poco vamos descubriendo el sonido original que Wagner trató de lograr.
Puede ser peligroso para nosotros como intérpretes hacer obras una y otra vez, sin referirse a los fundamentos, sin referirse a la intención del compositor, y sin referirse a la verdad de la partitura y lo que significa.
Estas cuestiones que pusimos en relieve realmente generaron discusiones muy interesantes, muy provocativas. Creo que uno de los puntos más importantes, a parte de llegar a una interpretación históricamente informada de la obra, es que nosotros publicamos nuestros hallazgos. De este modo nuestro trabajo tiene una base académica y científica, y la gente tiene una fuente de material para referirse.
Para cerrar la entrevista me gustaría que nos cuente sobre sus esperanzas y deseos con respecto al futuro de la música clásica ¿Qué cree que pasará cuando esta pandemia termine?
Por supuesto que la pandemia puede traer una gran preocupación sobre el futuro. Pero creo que es un momento en el que podemos encontrar optimismo también: durante este tiempo he conocido a muchos jóvenes músicos talentosos, solistas, nuevos miembros de la orquesta, compositores jóvenes muy interesantes que están empezando a aportar ideas nuevas y únicas. Puede ser que las grandes instituciones tengan que adaptarse al siglo XXI, y seguramente lo harán.
Creo que se avecina una nueva y brillante generación, tanto de compositores como de intérpretes, así que el futuro de la música clásica es muy saludable.
Esta entrevista se publicó originalmente para nuestra revista Revista Música Clásica 3.0 del mes de enero 2021.