Nacida en Rosario, Jaquelina Livieri ha cantado roles como Adina, Giulietta, Papagena, Pamina, Zerlina, Oscar, Micaela, Susanna, Norina, Lucia y Gilda en los principales teatros del país.
Nos reunimos con ella para repasar su carrera, y donde nos brinda además su mirada sobre la profesión de cantante y la situación de la ópera en Buenos Aires.
Por Lucila Bruno.
Podemos decir que tu carrera arranca a tus 16 años en el teatro El círculo de Rosario, ¿qué recuerdos tenés de ese momento?
Sí, tenía 16 años. Era muy chiquita. Hice el rol del paje en la ópera Rigoletto, un papel muy chiquito pero para mí fue súper emocionante. Siempre recuerdo una anécdota que cuenta mi papá: como yo estaba feliz de la vida de participar de una ópera le dije a toda la familia que venga a verme y le pedí a él que fuera con la videograbadora y me filme. Mi papá estuvo toda la ópera preparado, estático para poner Play en el momento justo. Pero cuando me vio, entre que prendió la cámara y puso play, ¡yo ya me había ido! No me pudo firmar y básicamente ni me pudo ver. Hasta el día de hoy se acuerda y se ríe con ternura.
Otra recuerdo significativo que tengo de esa puesta es que la soprano que interpretaba a Gilda en ese momento tenía diez años más que yo, es decir veintiséis años. Ella me contó que también había debutado diez años atrás haciendo el rol del paje y me dijo: “Mira si tenés suerte y en diez años te toca esto” Finalmente, casi 10 años después, se me dio la oportunidad de cantar Gilda. Fue como un presagio
¿Cómo fue tu formación? ¿Cuándo empezaste a cantar?
Empecé a cantar a los nueve años en el coro de la escuela. En principio porque me invitó una compañera, y ya a las tres clases el profesor la citó a mi mamá y le dijo que yo tenía condiciones para cantar. Le recomendó que estudiara y mi mamá, por suerte, le hizo caso. En ese momento empecé a estudiar piano porque en Rosario (que es de donde yo soy) la carrera de música se comenzaba a partir de los diez años pero, particularmente, la carrera de canto no se podía empezar si no tenías 16 años por una cuestión de desarrollo vocal, cosa que me molestó pero dije: “bueno arranquemos con algo”.
Desde el piano me empecé a vincular con este mundo de la música, empecé a frecuentar otros coros de adolescentes. Mi mamá se enganchó también y empezó a ir un coro de adultos. Y entonces por un lado o por otro siempre estaba presente la música clásica. Porque además en el coro de la escuela aprendíamos canciones clásicas. Lo primero que me enseñaron fue “Va pensiero”, el coro de Nabucco de Verdi.
Cuando tenía trece años empecé a estudiar canto de manera particular con una profesora y mis catorce ya estaba en el coro de la ópera, pero como todo chico no tenía ni idea de qué iba a cantar. También fui pianista acompañante pero no sabía qué era lo que me gustaba más. Tenía idea de estudiar otra carrera porque siempre está la pregunta de: ¿Qué vas a estudiar? ¿Vas a estudiar algo en serio? (risas). Es más, estudié un par de años de licenciatura en economía que quedaron en el recuerdo. Hasta que un día me encontré viviendo de esto casi sin proponérmelo. Algo que me encanta
¿Cuándo te “convertiste” en una cantante profesional?
Cuando tenía veinte años. Venía estudiando un poco en cada lado, participaba en coros, no hacía nada puntual pero me mantenía en el medio. Pero en un momento me empezó a llegar, gracias a internet, información de las cosas que pasaban en Buenos Aires. Me llegaban concursos y audiciones. Eso me estimuló y decidí presentarme. Hablé con un profesor porque era un concurso donde había que presentar repertorio de música clásica argentina.
¿Tenías algo de repertorio argentino preparado?
No, todo lo tuve que preparar de cero. Este profesor me contactó con otra pianista y nos pusimos a preparar un programa extenso, estudiamos mucho y nos vinimos a Buenos Aires. Nos alojaron unos tíos que yo tengo acá, porque no teníamos un peso ni nada y, finalmente, ¡ganamos el tercer premio! Después de eso recuerdo que el profesor me dijo: “vas a ser cantante” Yo no me lo había planteado como profesión pero en ese momento lo entendí. A partir de ahí fue crecer, crecer y crecer. A los pocos meses me presenté en otro concurso de la Scala de San Telmo donde los premios son becas para estudiar. Y también gané. Entonces empecé a venir a estudiar a Buenos Aires.
¿Cómo es la rutina en la vida de una cantante?
Es difícil, justamente, hablar de rutina para una cantante. No hay un día igual al otro. Cuando estamos en producción hay un primer período, que es anterior a la llegada al teatro que consiste en mucho estudio personal de la obra. Luego, cuando ya estamos en el teatro, generalmente, tenemos ensayos de seis horas pero también hacemos ensayos musicales, para lo cual, podemos llegar a estar desde las once de la mañana hasta las once de la noche. Cuando uno está en producción no podés hacer nada más. Además me ocupo de mi casa, mi hijo, la vida familiar, etc. Lo que trato siempre de hacer es ejercitarme, aunque sea en mi casa. Particularmente Don Pasquale es una ópera sumamente ágil, demanda mucha energía, tiene mucho movimiento. El estado físico tiene que estar a flor de piel.
Es una ópera muy dinámica en cuanto a su actuación…
Es como en el caso de la cantante pop que canta y baila. Si no estás en estado se te acaba el aire y no podés cantar. Necesitás estar físicamente bien para poder mantener el esfuerzo físico que demanda este tipo de partituras.
¿Crees que tu anti rutina también tiene que ver con que las mujeres generalmente estamos más exigidas respecto a las tareas domésticas?
Me siento afortunada porque con Gustavo (Gibert), mi pareja, todo lo que tiene que ver con la casa lo repartimos. Pero al mismo tiempo me doy cuenta de que la programación mental está en la mujer, es algo que está arraigado culturalmente. De las tareas de la casa nos ocupamos nosotras. Si la casa está sucia es porque la mujer no limpia. Nadie se pone a pensar que fue el hombre
¿Cómo lograste organizarte con tu profesión, tu hijo y la mudanza a Bs. As?
Soy mamá soltera, el papá de mi hijo nunca participó en nada. Además de eso, Franco (su hijo) tiene autismo. Obviamente que es todo más difícil, principalmente el hecho de buscar una escuela: una sola le dio vacante y ni siquiera era la que yo quería. Lamentablemente todo lo que tiene que ver con discapacidad es verdaderamente complejo. No es que uno va a un lugar y te dicen qué hacer, te vas enterando sobre la marcha.
¿No hay un camino a seguir marcado, no hay un acompañamiento?
Ni desde lo legal, ni desde lo administrativo, ni desde lo económico. Por eso siempre agradezco a mi familia que siempre me acompañaron, me ayudaron y confiaron en esta carrera. Porque por ejemplo mi abuela me preguntaba: “¿A la música te vas a dedicar? ¿Cómo vas a pagar el subte? A pesar de eso me apoyaron y sostuvieron todo el tiempo que fue necesario hasta que esto fue algo redituable.
En la música son muchos años de estudio y sacrificio pero son muy pocos los que llegan a vivir de eso. ¿Qué pasaría si se tomará el mundo del arte como un trabajo más? ¿Qué posibilidades se abrirían?
El arte tiene la particularidad de que por más que uno estudie toda la vida nunca sabes si vas a lograr tener al nivel necesario. Pienso que cualquiera que estudia una carrera de grado y la termina sabe que va a trabajar, mejor o peor pero va a trabajar. En el arte es todo mucho más subjetivo porque un título no te garantiza nada. Uno puede tener nivel pero no conseguir la oportunidad.
En una nota decías que para vos la ópera no es solo canto, entonces ¿qué es para vos la ópera?
Para mí la ópera fundamentalmente es teatro cantado. Nuestra prioridad es la voz, el decir, por algo tenemos un texto sino solamente alcanzaría con vocalizar. Más allá de poder cantar bien, de saber las notas que están escritas, de los ritmos, las dinámicas, los arcos melodiosos, lo más importante es poder contar una historia sea drama o comedia. Hay que estar en ese personaje y no ser uno, que sea ese personaje el que está en el escenario. Que cada vez que a uno le toca interpretar cosas distintas que se vean personas distintas. Que no se trate de si a Llivieri le tocó hacer de linda o le tocó hacer de mala, que sea un personaje eso es muy importante. También hace una diferencia para el espectador porque siente que uno involucrado con lo que está haciendo, uno lo recibe y el espectador lo devuelve. Cuando te lo devuelve uno tiene ganas de dar más y se produce una retroalimentación constante.
¿Hay algún rol de todos los que interpretaste con el que te hayas encariñado o recuerdes particularmente el trabajo que te llevó prepararlo?
Un rol que amo hacer es Violetta (La Traviatta), es el que más he hecho y pienso que puedo seguir haciéndolo porque pude ir creciendo producción a producción. Cada regie nuevo, cada teatro, cada experiencia, me va dando una concepción diferente y eso hace que sea interesante repetir. Me siento cómoda de todos los aspectos, desde lo vocal es un rol que tiene momentos de virtuosismo, momentos de mucha angustia, momentos de amor. Cuenta con todo.
También, hace unos años en el teatro Colón me tocó hacer el rol de Isabella de la Prohibición de amar (Das Liebesverbot) de Wagner. Es una de las primeras óperas de Wagner, tiene un tinte a belcanto pero con una orquestación un tanto wagneriana. La partitura era tremenda: 600 hojas. Es un rol protagónico y es una comedia de Wagner que es poco común. Desde lo argumental es divertidísima y desde lo vocal dificilísimo. Verdaderamente fue una prueba. No sé si lo repetiré, pero lo pude hacer. Salí viva y me di el gusto.
¿En qué momento de tu carrera considerás que te encontrás? ¿Estás conforme con todo lo que hiciste?
Hace muchos años que estoy completamente satisfecha con lo que he hecho. Es mucho más de lo que yo imaginaba y siento que todo lo que viene es un plus. Algo que todavía no hice es debutar en Europa. Es algo que, si todo sale bien, se dará el año que viene. Estoy programada con la Opéra Royal Wallonie de Liege Soy la cover de Alzira. En principio no tengo funciones programadas pero uno nunca sabe. Siento que es mi primer pie en una ópera en un país europeo. Tener el lujo y el privilegio de poder hacer lo que uno ama para mí es lo importante. Si uno lo hace en el mejor teatro del mundo o en el peor, pero lo está haciendo y le están pagando y reconociendo, para mí es lo mismo. Obviamente no voy a decir que si me llaman del MET me da lo mismo, va a estar buenísimo también.
Me siento afortunada porque más allá de que es una carrera que demanda un montón de esfuerzo, sacrificio y estudio hay un montón de cuestiones que no tienen nada que ver con eso. Tiene que ver con suerte, con momentos, con situaciones. Estoy súper agradecida a la vida y a la gente que estuvo alrededor y me ha sabido aconsejar: maestros, directores, gente del Teatro. En este punto yo no tengo más que pedir, más bien agradecer y seguir disfrutando de esta profesión que es hermosa.
¿Cómo ves la relación de la ópera con el público?
Yo no creo que se esté perdiendo el público porque si eso pasara dejaríamos de ver a la gente en el Teatro Colón y en todos los teatros. Pienso que las redes sociales y la nueva manera de promocionar las óperas ha ayudado muchísimo acercar a la gente. Instagram, Facebook, los spots publicitarios, los mini videos de cantantes, todo eso hace que llegue a montón de gente que de otra manera no sabría que todo esto existe. También todos los programas para escuelas y programación pensada para niños me parecen súper importantes. Por ejemplo, Guadalupe Barrientos cuenta que ella vio una puesta para niños de La Flauta Mágica y cuando escuchó a la Reina de la Noche se quedó como loca. Desde esa noche dijo que quería cantar.
Esta entrevista es un fragmente de la que se publicó originalmente para nuestra revista Revista Música Clásica 3.0 del mes de octubre 2019.