Intensa y pareja versión de Lucia en La Plata.

Imagen de Intensa y pareja versión de Lucia en La Plata.

 

Siendo la primera ópera de repertorio en la temporada 2017, había cierta expectativa acerca de cómo sería esta Lucia di Lammermoor en el Teatro Argentino. Un elenco de cantantes locales con más que probada trayectoria en este tipo de títulos se encargó con mucha integridad de cada uno de los personajes. Vocalmente fue una labor prácticamente sin fisuras, y la puesta, que sin ser particularmente transgresora, sí rompió con lo esperado, aportó una lectura personal, pero no por eso inválida, del argumento.

 

Teatro Argentino, función del 04/06/2017

Por Pablo A. Lucioni

 

Como inevitablemente ocurre, y dado que hasta el título así lo determina, hablar de esta ópera es hablar de la protagonista. Oriana Favaro viene desarrollando una carrera prolija y en ascenso, habiendo tenido varios protagónicos en teatros de tamaño mediano, en los que siempre ha cumplido bien vocalmente, lo cual sumado a una buena presencia escénica y a un muy natural manejo actoral, la han hecho lucirse. La dimensión de la sala del Argentino, y en alguna medida su acústica, imponen una exigencia importante, y su voz no es particularmente caudalosa. Se puede decir que pasó algo que podía esperarse: varios fragmentos con orquesta y en particular los concertantes le han costado, y su voz no llegaba a tener la presencia que una ópera de belcanto con tanto espíritu dramático como esta parecen necesitar. Sin embargo eso no es todo, y dado que en lo demás cumplió holgadamente, su Lucia fue convincente y dramáticamente potente. Fuera de la mención del caudal, cubrió perfectamente el rol en lo musical, con detalle y calidad, dando además el personaje de manera perfecta en cuanto a su presencia juvenil, siendo muy creíble como la muchacha atormentada por el mundo de intereses y disputas familiares en que está atrapada. E inclusive cuando no tenía competencia instrumental, como en la escena de la locura, que a cappella o en el juego con la flauta, su voz supo también llenar el teatro y transmitir con intensidad lo terrible del momento.

Su contrapunto fue el sólido y confiable Fabián Veloz, haciendo un personaje que ya ha cantado en varios teatros del exterior, y que evidentemente domina a la perfección. Su presencia vocal y su estampa constituyeron de manera acabada al odioso Enrico Ashton, que inclusive se adaptó muy bien a las propuestas de la dirección escénica, con toda una especie de permanente conspiración con la doncella de Lucia, una primera escena tremenda durante la obertura, en que hasta parece insinuarse una relación incestuosa, etc.

Darío Schmunck dio una de las más intensas y convincentes interpretaciones suyas de los últimos tiempos. Vocalmente estuvo en muy buena forma, con la voz que fluía perfectamente sobre la partitura de Donizetti, y tuvo el slancio que este rol para tenor lírico con compromiso dramático necesita.

También estuvo bien Emiliano Bulacios encarnando amplia y convincentemente a Raimondo, como así el resto de los comprimarios.

La puesta de Rita Cosentino decide llevar la acción, originalmente situada en la Escocia de fines del Siglo XVII a algo que se ve como un Siglo XIX avanzado, con armas de fuego y una visual con una aparente fuerte inspiración pictórica. Este ha sido un camino bastante utilizado por Cosentino, y para esta Lucia pareciera que el homenaje es a Vilhelm Hammershøi y sus interiores. Escenografía, manejo de la luz, vestuario siempre negro excepto el de Lucia, todo remite al pintor danés. Lo primero y más llamativo es que toda la referencia a la naturaleza, y a ese espíritu escocés de provincias, desaparece. Así se vuelve un drama enclaustrado, que resuelve medianamente la mención de elementos o lugares al aire libre por ubicarlos afuera sólo en la mirada de los personajes. Sí en la escena del cementerio, el espacio se abre como para generar un camposanto al lado de las mismas edificaciones de los actos anteriores. Esta opción general, claramente innecesaria, es acompañada por un espíritu y pulso teatral muy determinado, que logra sostenerla en base a una integridad conceptual y a un buen trabajo de dirección escénica. Ya desde el principio, durante la obertura, se muestra un cuadro que termina siendo como una pesadilla de Lucia, y todo está cargado de un fuerte sentido teatral, reforzando la tesis de la puesta, por la cual la protagonista es oprimida por su hermano y por toda la atmósfera masculina en la que debe vivir. Entendida la obra como una especie de drama de género, según los comentarios de la directora escénica en el programa de mano, la reubicación temporal estaría asociada a ilustrar lo que sufría la mujer en el Siglo XIX.

La labor del maestro brasileño Silvio Viegas fue buena en la concertación de la obra. Su manejo de tiempos y trabajo con la orquesta fueron un permanente aporte al argumento. Más allá de algunas imprecisiones en el sector de bronces, la labor instrumental fue buena en general, lo mismo que el coro preparado por Hernán Sánchez Arteaga.

En definitiva es una buena e interesante propuesta de Lucia di Lammermoor, escénica y musicalmente potente.

 

 

© Pablo A. Lucioni

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