Tomando en cuenta esos fundamentos, sin dudas iniciar  el Ciclo con La historia del soldado de Igor Stravinsky es más que acertado. Esta obra fue compuesta hacia el final de la primera guerra mundial, en un contexto tumultuoso con un profundo impacto en la vida de la población europea. Y esto, por supuesto, no excluye a los artistas: en 1917 Stravinsky enfrentaba problemas económicos graves. Con su pragmatismo siempre presente, el compositor decidió un plan junto al escritor C.F. Ramuz y director de orquesta Ernest Ansermet: «Ramuz y yo nos hicimos con la idea de crear una especie de pequeño teatro ambulante, fácil de transportar de un lugar a otro y de mostrarlo incluso en pequeñas localidades.» 

Así surge La historia del soldado, con un argumento accesible de raíces faustianas, y una combinación infalible de artes entre la música, la narración y la danza. Los contextos complejos precisan de la belleza, y en esta obra se encontró una manera práctica de llevarla a todos lados. Sobre la ineludible belleza de la música la régisseuse nos dice: “Nuestra propuesta es Música y Teatro, porque creemos que allí donde las palabras pueden perder su peso narrativo y no ayuden frente a lo que no podemos comprender, la música aparece transformándolo todo en belleza, esa belleza que te arrastra a un lugar nuevo donde jamás hubieras imaginado estar.”