Heterogénea propuesta la de este concierto 22 del Ciclo Sinfónico en el Auditorio Nacional. Lo que se ofrece es un abanico para todos los gustos: voz, gran orquesta y el disfrute escasamente incorporado en las veladas como ésta, de un instrumento acotado, el acordeón.
En el comienzo unos cuantos números del Retablo de Maese Pedro de Manuel de Falla, rico, colorista, ameno, pero que se quedó un poco escaso: cuando los cantantes tienen a punto la voz y el brío que produce el inevitable contacto con el público, tuvieron que dejarlo.
A pesar de ello estuvieron valientes y cálidos, esforzados y gozan todos de una historia vocal ya importante en su trayectoria artística. Mucho trabajo recorrido. Elena de la Merced, una soprano con una voz angelical, que se preocupó porque su dicción a pesar de la rapidez aplicada a la partitura por el director Juanjo Mena fuera posible y se le entendiera el texto. El tenor mallorquín José Manuel Sánchez, con una voz preciosa, de emisión fácil, aunque participó poco desgraciadamente. Lamento no haberlo felicitado cuando me lo encontré después en camerinos, espero que reciba ahora mis parabienes y el barítono Alfredo García, auténtico especialista ya en estas lides de caballeros y gigantes, donde siempre defiende las quimeras y a los buenos, dado que representa habitualmente al Quijote.
Alfredo García, en esa constante búsqueda que tiene de sí mismo en lo personal, lo teatral y lo vocal, siempre ofrece una visión diferente, puesta al día, del héroe manchego, aunque este siga siendo, esencialmente, esa figura caballerosa y gentil, como él mismo, con una tesitura que se adapta como una segunda piel a su condición de barítono con generosos agudos, bien timbrados, la potencia vocal y la expresividad y nobleza que suele exhibir en escena. Es importante recalcar la buena conexión entre los tres protagonistas del Retablo, pendientes unos de otros, aunque faltó y esto se comentó en el entreacto en todos los foros, que la orquesta diera un poco de aire y sobre todo bajara los volúmenes, porque por momentos, el esfuerzo de los cantantes para hacerse oír era ímprobo y podría haberse disfrutado así, más del texto y de la música.
Interesante y sugerente el Concierto para acordeón y orquesta de Jesús Torres, “localizado entre el público” por el director Juanjo Mena, como éste último mismo refirió, ofreció una partitura donde también podría haberse oído con más especificidad el instrumento solista. Iñaki Alberdi, el acordeonista, de prometedor futuro eso es seguro, recibió muchos aplausos y bravos, sobre todo cuando ofreció como bis una pieza corta de Astor Piazzolla, acompañado del concertino, una viola y un violonchelo. El acordeón no es el bandoneón, pero los cuatro instrumentos mencionados, sobre todo el color del violín emparejado con el acordeón, consiguieron la ilusión del instrumento típico del tango y de Buenos Aires, además, es el territorio por excelencia de la obra de Piazzolla.
Las Variaciones “Enigma” de 1899 culminó la velada después de una pausa, con “pompa y circunstancia”. A toda orquesta. Ahora sí el director pudo demostrar a su gusto y sin otro compromiso que la exaltación de la Orquesta Nacional de España, su sonido, su calidad, las habilidades de los distintos grupos instrumentales para una partitura portentosa, imperial, que Elgar dedicó “a mis amigos aquí retratados”, para mayor gloria de, pongamos por caso, la reina Victoria en su ostentoso y conocido apogeo colonial.
Distintos climas van subrayando una obra que sin embargo presenta una ligazón evidente entre sus diferentes números, para crear unos clímax y anticlímax exultantes y exaltados hasta un final apoteósico esperado pero no por eso menos vibrante y orgiástico.
Mucho público y entusiasta, entre los que destacaban a ojos vistas, amigos, estudiantes de escuelas y conservatorios, compositores famosos y premiados, mecenas de postín y melómanos entregados a una nueva ceremonia musical, disfrutable, un verdadero regalo de primavera, refrescante, perfumado.
Alicia Perris
ALFREDO GARCÍA, Don Quijote, barítono
JUANJO MENA Director