La presidenta de la Fundación Victoria de los Ángeles reflexionó sobre la figura de la notable soprano barcelonesa. A partir del lazo filial que mantuvieron, Helena Mora habló acerca de su labor al frente de la fundación y también se introdujo en los criterios musicales y éticos que guiaron la carrera de la cantante.
Por Javier Villa.
La estela que deja un gran artista puede llegar a ser inconmensurable. A través de fotografías, grabaciones, registros audiovisuales, libros y relatos, el imaginario social sigue custodiando el legado artístico de sus figuras más queridas. Si bien la admiración suele cimentarse en el reconocimiento de las cualidades artísticas, también es cierto que algunos excelsos artistas no solo fueron reconocidos por sus atributos o habilidades. Es como si hubiera algo más que los define y hace que sea inescindible de su manera de concebir el lazo con el arte.
La soprano Victoria de los Ángeles pertenece a ese selecto grupo de intérpretes que son admirados de un modo más integral. Su identidad artística no puede reducirse a la excepcional belleza de su voz o a la exactitud de su musicalidad. Hay otros aspectos constitutivos de su forma de comprender el canto que la han definido de un modo singular. Probablemente, el posicionamiento ético que tuvo ante el hecho artístico-musical sintetice cuál ha sido el horizonte que guio su trayectoria artística. Todavía hoy, la huella de su canto continúa inspirando a músicos y cantantes de todas partes del mundo.
- La Fundación Victoria de los Ángeles: memoria y legado
El origen de la Fundación Victoria de los Ángeles se remonta a muchos años atrás. En aquel momento, Helena Mora, su esposo y la propia Victoria conversaron acerca de la posibilidad de crear una cátedra para que la soprano continuara transmitiendo la experiencia y los conocimientos adquiridos a lo largo de su carrera artística. Lamentablemente, Victoria falleció y ese proyecto no pudo concretarse. Sin embargo, las situaciones dolorosas pueden ofrecer una oportunidad y, en este caso, Helena Mora, junto con su marido, advirtió que ese legado no podía quedar en manos de unos pocos. El sentido de responsabilidad los condujo a entrevistarse con numerosas personalidades del mundo de la cultura y de la política. El resultado arrojó una conclusión inexorable: crear una fundación que mantuviera viva la memoria de la cantante. «Decidimos que el propósito constitutivo fuese la conservación del patrimonio cultural de Victoria y que sirviera de ejemplo para nuevas generaciones. Este es el fin de la fundación porque creemos que es lo que a ella le hubiera encantado», destaca Helena con convicción. El inicio de esta charla parte de la esfera más personal de la entrevistada: su vínculo con Victoria de los Ángeles.
¿Cuál era tu relación con el canto lírico antes de conocer a Victoria de los Ángeles?
Mi padre era un apasionado de la lírica y un gran admirador de Victoria. Tuve la suerte de conocerla través de mis padres, al igual que a Alfredo Kraus, Teresa Berganza y tantos otros. Era habitual escuchar sus grabaciones en mi casa. Aparte, fui estudiante de danza clásica y allí nació mi amor por la música.
¿En qué circunstancias conociste a Victoria?
Fue en el año 1993 a través de su hijo mayor, Juan Enrique, con quien tenía una amistad; tiempo después él fue mi pareja. Con Victoria establecí una amistad personal, debido a que, cuando nos conocimos, yo estaba atravesando una situación similar a la que ella había sufrido en una época de su vida. Me dio unos consejos y desde el primer momento tuvimos una relación muy especial.
¿Cómo fueron construyendo el vínculo a través de los años? Porque, además, las dos tuvieron que atravesar el duelo por el fallecimiento de su hijo mayor.
El dolor nos unió más, si es posible. Cuando él falleció, me quedé al cuidado de ella y de su hijo menor, Alejandro, que tenía síndrome de Down. Nuestro vínculo no era de suegra y nuera, ella era como una madre, una amiga, una hermana. De hecho, me volví a casar y Victoria hizo de celestina. Era tan generosa, porque aun siendo su nuera, sabía que podía rehacer mi vida, y de hecho me empujó a hacerlo. Siempre decía que prefería a alguien «de casa» antes que a alguien que me llevara lejos. Mi actual marido era uno de los mejores amigos de Juan Enrique, y para ella era como otro hijo. Tenemos una hija que se llama Victoria y ella es su madrina.
Llevar adelante un proyecto con el objetivo de difundir la experiencia artística de Victoria de los Ángeles no es tarea sencilla. Las crisis económicas golpean fuertemente este tipo de iniciativas y, por momentos, las dificultades son difíciles de superar. Sin ir más lejos, la pandemia del COVID-19 ha limitado las actividades de todos los estratos culturales. La fundación que preside Helena Mora impulsa diversas propuestas, entre las que se destacan becas, cursos, conferencias y conciertos. Todas ellas se inspiran en el desenvolvimiento de la soprano catalana.
Dentro de las diferentes actividades que propicia la fundación está la preservación del material sonoro y audiovisual de Victoria. ¿Se sigue encontrando material inédito?
Todavía tenemos material inédito valiosísimo, y nuestra intención es ir sacándolo poco a poco. De hecho, hemos editado catorce CD y tenemos que recuperar cosas de Chopin, grabaciones en el Teatro Colón que no se han editado nunca y un maravilloso registro de Schumann con Alicia de Larrocha. De cara al centenario de su nacimiento, nuestra intención es sacar más ediciones. Hay material que tiene la EMI que no ha visto la luz y está ahí olvidado. De alguna manera, nosotros tenemos que impulsarlo. Creo recordar que hasta hay una versión grabada de «Casta diva» cantada por Victoria. También hay grabaciones caseras, porque cuando ella ensayaba ponía su radiocasete y se grababa. Ese radiocasete tenía una calidad óptima. Con las maravillas tecnológicas que se pueden hacer hoy en día, como limpiar el sonido y mejorarlo, hemos podido sacar joyas de estos ensayos.
La voz de Victoria de los Ángeles –a través de un fragmento de «Sì. Mi chiamano Mimì»– se hace presente en la conversación. Este paréntesis musical nos permite compartir con la entrevistada quizá uno de los momentos discográficos más importantes del recorrido artístico de Victoria.
Probablemente, Mimí sea uno de los roles más emblemáticos de Victoria.
Ella era Mimí, así de simple. Además, era uno de sus personajes predilectos. De hecho, se fue de este mundo diciendo que era Mimí. Es un rol hecho a su medida, como si Puccini lo hubiera escrito para ella. Una joven enamorada del amor, que quiere que la quieran, sencilla, hacendosa, buena. ¡No creo que pueda haber más similitudes entre Victoria y Mimí!
Fue el primer personaje que interpretó luego de ganar un concurso de radio a los dieciséis años. Increíble…
Sí, fue casi predestinado. El premio era cantar La bohème en el Teatro Victoria. Cuando ganó ese concurso, la llevaron en volandas, en hombros, desde el edificio de la radio hasta su casa en la universidad. Escuchar La bohème y, sobre todo, si es en la voz de Victoria… es algo que me emociona muchísimo. Ese mundo bohemio, la buhardilla con jóvenes artistas… Es una ópera que representa muchos ideales que tenían que ver con Victoria. Entonces, pienso que trasciende más allá de que está interpretando un personaje, creo que francamente esa era Mimí.
¿Cuáles eran sus otros roles más afines?
Butterfly es un rol que sintió muy cercano. Suor Angelica es otro de sus personajes predilectos, aunque solo lo hizo en grabación, probablemente por las dificultades que había tenido para ser madre y los embarazos que perdió. Evidentemente, su Elisabeth y su Elsa también fueron personajes que la marcaron mucho. Victoria siempre decía que a ella no le iban los papeles de princesas ni de reinas, que eso era para la Callas [ríe]. Le gustaba interpretar a una chica sencilla o a una mujer que sufre por un desamor.
- El posicionamiento ético y musical
En líneas generales, una interpretación es el resultado de la síntesis que se produce entre el conocimiento estilístico-musical, los recursos técnicos y el gusto personal. Independientemente de los géneros y los estilos por los que se desenvuelva un intérprete, de un modo u otro, estos aspectos se ponen en juego al momento de abordar una obra musical. En este pasaje de la entrevista, Helena Mora expone cuál era la concepción ética y musical de Victoria de los Ángeles y cómo se reflejaba a nivel interpretativo.
¿Tuviste la posibilidad de conocer sus criterios musicales?
Tenía una intuición especial. Cuando se enfrentaba a una partitura, sabía entender perfectamente qué quería el compositor en cada momento. Nunca escuchaba los discos porque pretendía que sus interpretaciones fueran originales. Se metía en ese mundo y estudiaba el texto y el contexto de la situación de cada obra, para entender más al personaje. También, era una gran lectora, leía muchísima poesía. Además, tenía un trabajo de dicción muy cuidado. Una vez fue muy divertido porque contrató a un profesor polaco para preparar los lieder de Chopin, y venía a casa para hablarle en polaco todo el tiempo, aunque ella no entendiera nada [ríe]. Victoria necesitaba comprender la melodía de cada idioma.
La crítica siempre le ha elogiado mucho la facilidad que tenía para captar la esencia de cada lengua, sobre todo la francesa.
Sí, y también ha destacado su infinito respeto a la partitura y a lo que había creado el compositor. No añadía ni quitaba nada. La hija de Eduardo Toldrà, familiares de Mompou o los hijos de Montsalvatge me han manifestado que siempre encontraban en las interpretaciones de Victoria lo que los compositores querían. Creo que ella, además de ser un genio musical, tenía una intuición muy especial.
Sí, porque sus interpretaciones tienen una frescura muy palpable, no se escucha el cálculo o la premeditación.
Por eso no le gustaban sus grabaciones, porque no son espontáneas, son estáticas y quedan como te sientes en ese momento, pero después las escuchas y, tal vez, ya no lo harías así. Manuel García Morante, un gran amigo y pianista de Victoria, contaba que en muchos ensayos trabajaban una obra con un tempo y luego, cuando llegaba el concierto, ella lo miraba y él sabía que iba a hacer todo de otra forma. Tenían una comunicación muy especial. Ella intuía que en ese momento tenía que hacerlo así.
Con referencia al contacto con el público, hay una entrevista de principios de los años 80 en la que Victoria manifestó que un cantante se hace con el público, que se forma en la experiencia de cantar delante de otros.
La conexión que tenía con el público hacía que notara sus vibraciones y que supiera cómo enfrentarlo y cómo interpretar una obra en función de él. Cuando iba de gira, siempre ponía la condición de hacer primero un recital. Hay anécdotas muy bonitas, como un día que, también con Manuel, cambió un bis… Tenían preparado hacer la seguidilla de Carmen o algo similar, y de repente Victoria le dijo: «No, vamos a hacer el Kaddisch de Ravel». Y lo cantó mirando a una persona en el público, que no paró de llorar. Cuando acabó el concierto, esta persona se acercó a saludar a Victoria y le dijo: «¿Cómo sabía usted que esto me lo cantaba mi madre?» … Casi mágico, ¿no?
¿A qué creés que se debe la afinidad tan notoria que tenía con la canción?
Desde muy pequeña tuvo esa afinidad. A ella le encantaba el mundo del lied, ese mundo exquisito y selecto; le sentaba muy bien. La inolvidable Teresa Berganza decía que cada canción era una vida, y eso es algo que Victoria siempre tuvo presente y que, incluso, hizo que renunciara a cantar ciertos papeles; por ejemplo, la Ariadna de Strauss, porque no le permitía cantar Schubert de la misma manera. Victoria fue una cantante de ópera y de lied, y quería llevarlo al mismo nivel de excelencia. Después de que fue madre, no quiso estar seis meses fuera del hogar para hacer temporadas de ópera. El recital le permitió estar más tiempo en casa con sus hijos. Es un poquito la ley de la vida. Hasta la última grabación que hizo Victoria, con casi ochenta años, es una maravilla, no escuché cantantes de esa edad que pudieran tener esa voz, esa forma de cantar, esa musicalidad. Conservaba todas las cualidades. Tenía una gran inteligencia para saber qué iba bien para su voz, qué programa cantar, cuál no le iba a perjudicar vocalmente.
Cuando uno repasa su carrera, observa que antes de los treinta años ya había actuado en todos los teatros más importantes. ¿Cómo imaginás que vivió el éxito repentino que tuvo desde tan joven?
Hoy en día, no hay gente de esa edad debutando en todos los teatros del mundo. Además, en su época, la situación era muy difícil: la guerra civil y luego la Segunda Guerra Mundial. No estaba permitido viajar tanto. Cuando iba a América, tenía que mandar los baúles por barco y viajaba en estos aviones de elite. Recorría Estados Unidos en trenes de vapor, con lo cual las condiciones eran muy diferentes, y, a pesar de eso, uno mira el itinerario de sus actuaciones y le da vértigo ver que en un mes podía cantar seis roles diferentes.
¿Cuál era la relación de Victoria con la enseñanza?
¡Le encantaba enseñar! Su máximo afán era ayudar y ser útil para los jóvenes. No soportaba que por falta de dinero no fueran a sus clases e incluso ella dejó de cobrar muchas veces para becar a todos los alumnos y que nadie abandonara. Le apasionaba estar rodeada de gente joven. Recuerdo también las reuniones familiares, en el bautizo de mi hija o algo así, ella siempre me decía: «No me pongas en la mesa de los mayores, ponme en la de los jóvenes». Los mayores le hablaban del dolor de rodillas y los jóvenes le hablaban de ilusiones [ríe].
Las épocas cambian, las personas cambian… ¿Qué aspectos incidían antes para hacer una carrera en el canto y cuáles hoy en día?
Hacer carrera en aquella época era muy difícil, ahora hay muchos más estudiantes de canto. Quizás era más fácil reunirse porque eran menos, ahora hay muchísimos. Y también las condiciones son diferentes. Te requería un esfuerzo superior, ahora todo lo tienes más fácil: para buscar una canción solo tienes que entrar en Google y te la da al instante. Antes tenías que irte a muchas bibliotecas para conseguir traducciones y diccionarios, de modo que me imagino que había una tenacidad que hoy en día quizás… no. Confío mucho en los jóvenes, porque los hay y muy buenos. Te emociona ver que Victoria, a pesar de que pasan los años y de que ya no está, sigue siendo un referente musical para ellos.
- Victoria y su relación con Argentina
En 1952, Victoria de los Ángeles debuta en el Teatro Colón con dos de las óperas más famosas de su repertorio: Manon, de Massenet, y Madama Butterfly, de Puccini. En aquella oportunidad, el público local también pudo apreciar las cualidades de la soprano para el repertorio de cámara. La visión global que De los Ángeles presentó sobre el canto subyugó inmediatamente a quienes pudieron escucharla. El comienzo de esa admiración estaría marcado por un afecto que se prolonga hasta la actualidad.
Es sabido que Victoria cultivó lazos afectivos muy fuertes en Argentina. ¿Qué significaba este país para ella?
Argentina y «sus argentinos», como solía decir. A lo largo de los años, estableció vínculos de amistad con una serie de seguidores. Te diría que fue como un vínculo familiar, porque estuvieron pendientes de Victoria casi más que su familia biológica. Todos, de verdad, se convirtieron en parte de la familia.
¿Qué recuerdos tenía del Colón?
El Colón fue importantísimo en la carrera de Victoria, porque allí se sentía muy querida y esto era algo primordial para ella. Lo único que anheló en esta vida fue querer y sentirse querida, no deseaba otra cosa en este mundo. Confío y espero que en el 2023 la Fundación Victoria de los Ángeles pueda hacerle un homenaje en el Teatro Colón. Creo que sería un acto de justicia tanto por el público, por sus argentinos, como por ella.
¿Cuál es la historia de Victoria con «Alfonsina y el mar»?
Solíamos cantarla mucho en casa, nos gustaba especialmente. Yo canto fatal [ríe], pero cuando estábamos en el salón, ella se sentaba en el piano para acompañar. Es una canción que te llega al alma, una canción de desamor, de dolor, de belleza infinita. Recuerdo que Victoria dijo: «Le voy a pedir a Jorge que me traiga la partitura, así me puedo acompañar con el piano y la podemos cantar», porque la cantábamos como podíamos, con los acordes que hacía ella. Jorge Binaghi es uno de los grandes amigos de Victoria, casi un hermano. Él le compró la partitura, pero, lamentablemente, no llegó a dársela y la trajo cuando Victoria ya había fallecido. A Victoria la incineraron con la partitura de «Alfonsina y el mar», se la llevó… [se emociona]. Y creo que está bien porque también, en cierto modo, era como Alfonsina.
¿Qué significa Victoria de los Ángeles en tu vida?
Un antes y un después. He dedicado más de la mitad de mi vida a cuidar a Victoria y su legado. ¡Me hace muy feliz! Cada día descubro más motivos para seguir haciéndolo y me da más fuerza para continuar. He tenido la gran suerte de conocer a un ser especial y me siento obligada a compartir esa experiencia con todo el mundo. Merece la pena saber cómo era ella. Quienes hemos sentido los abrazos de Victoria no la olvidaremos. Para mí, Victoria es la calidez de un abrazo.
Recordar implica mantener presente aquello que ha sido significativo. En cierto sentido, también es una forma de resignificar su importancia. Así pues, la tarea de la Fundación Victoria de los Ángeles dimensiona la magnitud de los aportes de la cantante y los prolonga hacia el futuro.
Hay quienes afirman que la memoria no solo es un acto de reconocimiento, sino también un acto de amor. Sin lugar a dudas, haber conversado con Helena Mora refuerza esa creencia.