Graciela Jiménez: De Humahuaca al Mediterráneo

Imagen de Graciela Jiménez: De Humahuaca al Mediterráneo

En su último álbum, Obras para piano. Obras para piano y violoncello, la pianista y compositora cordobesa configura un paisaje sonoro que evoca un amplio registro de sonoridades y latitudes. 

Por Iván Gordin.

Para el filósofo alemán Walter Benjamin, el arte tenía la posibilidad de manifestar una “irrepetible lejanía”. Lugares, momentos, imágenes, aromas, emociones que no pueden ser revividos pero que siguen presentes en lo más hondo del ser. Sin duda alguna, Graciela Jiménez, que hace treinta años cambió las sierras de su Córdoba natal por aquellas que componen los contornos del reino español, sabe algo de esto. 

Obras para piano. Obras para piano y violoncello, primer trabajo de Jiménez para el prestigio sello Naxus y forma parte de la serie Classic from Spain (Clásicos de España). Título fácil de cuestionar no solo por su portada (la Quebrada de Humahuaca), sino por el conjunto de influencias y especies musicales que atraviesan esta obra. La nomenclatura ibérica recién se deja esbozar en la segunda parte de un disco conformado por catorce piezas originales producidas en un período de catorce años (1999-2013). 

Graciela Jiménez transfigura geografías pero en un proceso de reconstrucción donde no hay espacio para la cita obvia ni la melancolía barata. La pieza que inaugura el álbum, “En los ojos de las llamas”, conjuga el impresionismo con la pluma de Gustavo “Cuchi” Leguizamón y evidencia una cercanía entre dos estéticas erróneamente escindidas por el canon. Esta apertura, si bien funciona como esfera autónoma, encuentra su continuidad con “Tres piezas para piano”, un maridaje entre la poesía de Alejandra Pizarnik y Ana Ajmátova con pasajes oscuros, pero siempre matizados con delicados colores originados en el jazz.

Como cierre de un bloque dedicado exclusivamente al piano, encontramos “Baguala” y “En la Quebrada de Humahuaca”, ambas interpretadas por Dora de Marinis. Dos representaciones melancólicas, y hasta algo turbulentas de la Puna norteña. Los patrones rítmicos están ahí y el espíritu doliente de las canciones folklóricas también, sin embargo, el tratamiento heterodoxo inspirado en Ginastera lleva a estos segmentos a un lugar diferente, como un viaje problemático e inalcanzable hacia las cumbres jujeñas.

La segunda parte del disco, ahora con el violoncello de Matías Villafañe, está configurada por dos piezas, cada una dividida en cuatro movimientos. “La luz de enero”, es una adaptación de un ciclo homónimo que Jiménez compuso con otro literato en la cabeza: Federico García Lorca. Aquí se deja vislumbrar la angustia y el ulterior sentido trágico de la vida del poeta por medio de pasajes prestados de la Segunda Escuela de Viena y mestizados una vez más por el gusto jazzística que acompaña a la autora desde sus primeros trabajos discográficos. La línea temática que traza Graciela Jiménez en esta obra parece estar signada por la desolación y hasta por un cierto sentido de ominosidad, aunque nunca de una manera tremendista. Por cada momento de oscuridad, hay una respuesta cifrada en la belleza casi minimalista de sus frases. No es casual, entonces, la intromisión de escribas como Pizarnik, Lorca y Manuel Castilla.

A modo de corolario, Graciela Jiménez incluye “Mediterráneo”, música compuesta especialmente para la muestra homónima del fotógrafo Antonio Arabesco. Una vez más, la compositora encuentra vínculos obvios donde antes no los había. Las texturas ondulantes y colores cálidos del noroeste argentino ahora tienen su correlato en el suroeste moro de Granada. La estructura modal y melódicamente sobria de esta última pieza se distancia del dramatismo de los primeros compases del álbum pero sirven como un paulatino desvanecimiento de aquellos paisajes imposibles que la autora busca rememorar. Una imagen onírica que de poco desaparece y despierta a su imaginador con una repentina nota de un violoncello.

Obras para piano. Obras para piano y violoncello recuerda a sus oyentes que la espacialidad no es estática, depende del tiempo, depende de sujetos y sentimientos. Distancias inalcanzables a las que nunca se pueden volver pero permanecen en cada expresión humana, incluso aquellas más violentas y sufridas. Graciela Jiménez es una compositora de lejanías irrepetibles, de kilómetros infinitos sintetizados en pocas notas, de resonancias tímbricas ordenadamente caóticas, conectadas por el anhelo del regreso a una idea y un momento al que solo se puede llegar por medio de la música. 

 

Graciela Jiménez
(b. 1965)
Works for Solo Piano
Works for Piano and Cello

1 En los ojos de las llamas (2013)* 8:27
Tres piezas para piano (1999) 6:46
2 I. En lugar de un prólogo 1:47
3 II. Caminos del espejo 2:09
4 III. Silencios 2:46
5 Baguala (2004)* 3:55
6 En la Quebrada de Humahuaca (2009)* 9:52
La luz de enero (2006–12)* 22:29
7 I. Soneto de la guirnalda de rosas 7:11
8 II. Llagas de amor 4:06
9 III. El poeta dice la verdad 5:18
10 IV. Soneto de la carta 5:48
Mediterráneo (2014) 14:39
11 Despertar 2:13
12 II. Primer silencio 3:12
13 III. Como un espejo 6:45
14 IV. Ecos 2:21

* WORLD PREMIERE RECORDING

Matías Villafañe, Cello 
Dora De Marinis, Piano

 

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