Glenn Gould, Leonard Bernstein y la Filarmónica de Nueva York

Glenn Gould toca el primer concierto para piano de Brahms junto a la Filarmónica de Nueva York, dirigida por Leonard Bernstein.

Un día como hoy pero de 1962: Glenn Gould y Leonard Bernstein

 Glenn Gould toca el primer concierto para piano de Brahms junto a la Filarmónica de Nueva York, dirigida por Leonard Bernstein.

 

Relato de un inolvidable concierto ofrecido en el Carnegie Hall por la Filarmónica de Nueva York, el 6 de abril de 1962, considerado como uno de los más controvertidos de la historia de la orquesta neoyorquina.

El director sale al escenario unos minutos antes y habla al público:

No teman. El señor Gould está aquí. Aparecerá en un momento.

Saben que no es mi costumbre hablar antes de los conciertos, pero una curiosa situación que ha ocurrido merece al menos una palabra o dos. Van a escuchar una, digamos, poco ortodoxa versión del Concierto de Brahms en Re menor. Una versión distinta de todas cuantas han escuchado hasta ahora.

Que se diferencia incluso de las dinámicas indicaciones por el propio Brahms. No puedo decir que estoy totalmente de acuerdo con la concepción de mister Gould.

Y aquí se presenta una interesante pregunta: ¿qué estoy haciendo aquí, por qué me dispongo a dirigir la orquesta?

Lo hago porque mister Gould es un muy valiente y un sólido artista. Tengo que tomar en serio todo lo que él diga. Y su concepción es lo suficientemente interesante como para que yo deba escucharla también. Pero la pregunta axial aún permanece.

En un concierto: ¿Quién es el jefe? (Who’s the boss?) ¿El solista o el director? La respuesta es a veces uno o a veces otro. Eso depende de las personas involucradas en la cuestión. Hay formas de llegar a una performance unificada por el charme o la persuasión y hasta por las amenazas.

Sólo una vez me sometí a un pianista y esa fue la última vez que toqué con mister Gould. Pero en esta oportunidad las discrepancias entre nuestros puntos de vista son tan grandes que siento que debo hacer una aclaración. Me pregunto otra vez qué hago aquí conduciendo en lugar de llamar a otro solista.

Lo hago porque estoy fascinado, agradecido de tener una nueva oportunidad. Gould es un pianista intelectual. Hay momentos en que su interpretación emerge con una sorprendente frescura.

Todos podemos aprender algo de este extraordinario artista. Y finalmente porque existe en música lo que Dimitri Mitropoulus llamaba the sportive element. Ese factor de curiosidad, aventura, experimento. Y les aseguro que fue una gran aventura colaborar con mister Gould en este concierto de Brahms. Y es con ese espíritu aventurero que ahora lo presentamos ante ustedes.


La versión de Glenn Gould sobre lo acontecido antes de la función.

En un escrito inédito redactado en 1962, el pianista canadiense Glenn Gloud expresa respecto de lo sucedido en la mencionada función del 6 de abril de 1962, en el Cargenie Hall de New York:

“En un reciente, y ampliamente debatido testimonio, el señor Leonard Bernstein apuntaba hacia lo que, a su parecer, eran ciertas desviaciones de la norma interpretativa en mi idea del Concierto en Re menor de Brahms.

Antes de una actuación con la Filarmónica de Nueva York , insinuó que era la interpretación más pausada, en algunos aspectos la más intratable, que había escuchado nunca.

Como comentario descriptivo, ambas observaciones estaban muy justificadas – era (y es) una interpretación notablemente pausada, y se mantenía con fidelidad y tenacidad a la tranquilidad de su ritmo (y por tanto se hacía intratable) hasta el final.

Sin embargo, los caballeros de la prensa neoyorquina, siempre deseosos de encargar sus críticas a otros, tradujeron rápidamente pausa como ampulosidad, tenacidad como testarudez, e insinuaron que, sin duda, estaban ante una de las clásicas disensiones director – solista.

En realidad , no había nada de eso. El señor Bernstein , aunque discrepe totalmente de mi visión de la obra, se aventuraba con generosidad a apoyar mi representación, y así, el resultado, aun cuando pueda haber sido arbitrario, no fue, al menos, una actuación cuyos elementos estaban reñidos entre sí .

No estábamos de ninguna forma participando en uno de esos famosos duelos de «puedo hacer más despacio todo lo que tú hagas ».

Esta es una obra extraña. Siempre ha sido un niño algo difícil. Sus primeras encarnaciones como sonata para dos pianos y como fragmento sinfónico sugieren que, incluso para Brahms, a quien nunca se le dio con facilidad la escultura sinfónica, ésta fue un especial fastidio .

Y el resultado final, el concierto, es una de esas obras de las que se tiene la impresión de que no sale muy bien, de que no tiene un equilibrio arquitectónico completo.

Sin embargo, ninguna objeción puede poner en peligro la admiración por la increíble imaginación que concentra Brahms en esta obra. Con todos sus defectos arquitectónicos, es la más misteriosa de las partituras orquestales de Brahms”.

Fuente: https://mundoclasico.cienradios.com/quien-es-el-jefe-una-historia-de-la-filarmonica-de-new-york/


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