Fito Paez, Sinfonía para leyentes

Fito Paez, Sinfonía para leyentes

Fito Paez presenta el álbum Futurología Arlt, grabado con la Orquesta Sinfónica de Praga.


El compositor, escritor y director de cine argentino, Fito Paez, propone -en este completo y ecléctico cosmos musical- su mirada sobre un pasado tan presente como el que narra
Los Siete Locos, de Roberto Arlt, a casi cien años de su primera edición. El álbum fue grabado con la Orquesta Sinfónica de Praga.

 

Por Natalia Cardillo – PH: Seba Arpesella.

Quiero dejarte un beso, una palabra, un poco de pan, un cielo antiguo. Quiero mostrarte un cubo de los seis lados, luego elegirás dónde acostarte”. En concordancia con lo que dicen estos versos de A quien sea mi hijo, escritos por él a pocos años de su adolescencia, así de variada es hoy la paleta de colores creativos de Rodolfo «Fito» Paez; la música, el cine, la literatura, su discurso.

Cada discurso, como tal, es subjetivo y siempre autorreferencial. Eso es inevitable, por fortuna. La propia existencia es tan rica como necesaria en cada inspiración. Y aquí se repite ese milagro de la mirada sobre la mirada, al igual que en estas páginas. Sólo se tiene esa antena que transmite lo que decir, casi parafraseando a un acertadísimo Charly García; y es así, uno no hace más que reproducir lo que lo nutre. Futurología Arlt es la demostración inapelable de esto. El cuadro que pinta la aldea de la obra del creador de canciones como Mariposa Tecknicolor u 11 y 6.

Alcanzando una madurez inobjetable, el clímax de su obra, tanto en complejidad como en completitud, este álbum pareciera ser el prólogo de su ya cuadragenaria carrera. Si alguien escuchara este disco instrumental hoy, sin conocer el recorrido musical de este artista, ganador de Grammys y premios Gardel, podría pensar que está compuesto por diferentes autores. Y es ahí donde comienza esa referencia fundamental que da paso al boomerang vital de la autorreferencia. Porque algo de esto sucede en los sentidos cuando el oído es acariciado por aires piazzolleanos, se vislumbran colores folklóricos (infaltable género que lo vio nacer como artista), y esto, a su vez, se fusiona con algo del romanticismo de Tchaikovsky, o algún aroma a Bill Evans, Aníbal Troilo o Sidney Bechet.

A su vez Roberto Arlt relató (a lo James Joyce o Herbert Wells, con una brillante capacidad de visión futurista y un sentido trágicamente poético) en Los Siete Locos la debacle que se apropiaría de Argentina hacia 1930, tan sólo un año después de su primera edición. Esta obra maestra de uno de los escritores más importantes del siglo XX en este país, pinta al individuo desolado en medio de una sociedad que sólo se degenera. Para sostenerse en esa insana cordura de vivir, es preciso hacer algo con este dramatismo que atravesó y atraviesa la vida de todos, también la vida de Fito Paez; pero no todos saben cómo lograrlo. Él toma esto y elige volverlo sinfonía. 

“La estupidez del mundo nunca pudo y nunca podrá arrebatar la sensualidad”, reza Fito en un primer acercamiento a esta obra de Roberto Arlt, pintado en la eximia composición que fue Cadáver Exquisito. Esta pieza se desprende de su álbum Euforia (1996) cuando el comienzo de un proceso, que hoy compone su nuevo disco, había sido abortado por motivos ajenos al compositor. Esta precuela musical fue parte de un pujo latente que hoy se advierte como el anuncio de la angustiante belleza que encierra la utópica cruzada de Remo Erdosain, protagonista de Los Siete Locos, volcada en 2022 sobre Futurología Arlt.

“A nadie le gusta el mundo, pero todos prefieren pensar que siempre será igual”, dice uno de los personajes del libro de Arlt;  Fito Paez, juega aquí a la latencia de lo diferente. Totalmente compuesto por Fito se concreta este álbum, en coproducción artística con Diego Olivero y con la interpretación de la Czech National Symphony Orchestra, dirigida por Ezequiel Silberstein desde Buenos Aires y Krystof Marek en Praga. Este es el segundo disco de la trilogía que Rodolfo denominó “Los Años Salvajes”.

Sobre una base sinfónica, no quedan separados de este gran telar de sonidos ninguno de los géneros principales de la música popular del mundo y la Argentina de los últimos cien años -y más también- que influenciaron a Fito. El romanticismo clásico, con algo de ópera, nocturnos, y melodías acompañadas, se dejan seducir por el tango, el jazz, la fanfarria, y el erotismo burlesqueano del cabaret de music hall y vaudeville; todos astral y magistralmente mezclados en el universo de la marca Paez, con su sello, indeleble.

En veintidós tracks puede apreciarse, como el mismísimo compositor decodifica: “el poema (como) la última forma del suspiro de cualquier posible futuro”.

El primero, Amor es Dinero / Remo Erdosain, es el único tema cantado de la obra. Un vals con predominio de cuerdas, donde se advierte que el amor siempre está presente, a pesar de que “todo se va y no vuelve más”.

Buenos Aires 20/30, es una pintura de esas décadas del siglo XX en las que transcurre la historia, con el lacre, indiscutible ya, del “nuevo tango argentino” de Piazzolla. Entre cuerdas y bandoneón, la sinfonía se vuelve un incidental elemento cinematográfico, con flashbacks y la locura de los años de la Depresión donde la vida va y viene como los pájaros perdidos.  

Sonidos espaciales en el Tema de Amor de Elsa y Remo. Un amor suspendido, pende un hilo, como todos nosotros en el universo. Se siente aquí el peso, la gravedad del ser y su insoportable levedad.

Volviendo a las referencias, en el siguiente tema puede advertirse un oscuro bandoneón troileano, mística celebrada también tanto por Piazzolla como por el mismo Fito. El personaje del Rufián Melancólico tiene su momento propio, donde se plantea una reminiscencia jazzística digna de un film de Woody Allen.

La pieza destila seducción y el glamour de los cabarés de las primeras décadas del siglo pasado. En Política y Locura, la fanfarria de una ciudad vertiginosa, el dinero, el tren como eslabón fundamental de la revolución industrial y lo que vendrá, se abren paso como la neurosis sistemática de la producción en serie y el advenimiento de los tiempos modernos. Un vals va renaciendo en Elsa y el Capitán / Sexo y Traición, dejando motivos de pinceladas musicales para una pasión inocente.

En La Cachetada de Barsut, la hombría de los gauchos de facón o de los guapos batiéndose en duelo deja oír la nostalgia de lo perdido y la tristeza del deshonor. Aires de la escuela de Tchaikovsky o Chopin hablan a través del piano en Amor y Redención / Nostalgia Argentina. Violines y teclados se intercalan y fusionan en Obsesión. Y una pieza que remite nuevamente al, tan preciado para Paez, mundo cinematográfico, cierra la primera parte de este disco doble.

Luego, La Caja Negra, una suerte de electro – ópera, pareciera llevar al oyente por unos minutos a los años ochenta, donde teclados ícono de esos tiempos del rock argentino, del cual Fito es un eslabón fundamental, se mezclan con instrumentos sinfónicos.

La Logia, podría ser en su arranque, un guiño de Fito a otra parte de su histórica obra, con esos conjuros balbuceados en idioma casi indescifrable, pudiendo ser propios del final de Tumbas de la Gloria (de las principales canciones de El Amor Después del Amor, uno de sus discos más aclamados), trayendo un suspenso que describe perfectamente la oscuridad de esa parte de los personajes del libro de Arlt.

Tintes medievales se presentan en La Rosa de Cobre, donde juglares se mezclan con cuerdas que iluminan la escena y el aire de una flauta japonesa shakuhachi, que con su sonido también podría, por momentos, traer al auditorio a la tradicional música andina.

Para seguir paseando por este acertado eclecticismo, en Hipólita Baila en La Caverna, vientos de big band fusionan jazz con rock sinfónico, con un suave acercamiento al primer track, tal vez para, con el baile de la eterna prostituta, refrescar la idea “sieteloquística” de que el “Amor es Dinero”.


En
La Revelación se alcanza un punto de elevación, etéreo, sublime, de las cuerdas que parecieran plasmar un manifiesto de Romanticismo en toda su expresión. En La Farsa, guitarras acústicas le prestan su melancolía a un cello decepcionado, para después aceptar el in crescendo que impone un bandoneón envalentonado por el vértigo de redoblantes, tambores militares, campanadas y un piano, que denotan un tango más para pintar esa Buenos Aires atribulada.

El Amante Asesino se viste también con un piano pero que recuerda el encanto de una de las joyas de la cinematografía mundial como lo es “Cinema Paradiso”. Luego se fusionan sintetizadores, órganos y cellos, para seguir probando que las músicas académicas y populares, como sus respectivos instrumentos, ya son parte también de este mundo que aspira a ser inclusivo; un mundo en el que casi todo podría convivir en armonía con sólo intentarlo de verdad.

El Ángel de la Avenida de Mayo propone otro aire de bandoneón y cuerdas cinematográficas, un melancólico espejo donde mirarse y contemplar el compartido anhelo de un país mejor, aunque inevitablemente trágico.

En La Toma del Mundo, se percibe en el arrebato de su musicalidad casi circense, la voracidad, el avance militar, el cercano golpe de estado y sus futuras continuaciones, el encantamiento de las masas entregadas, el imperio dominante, el capitalismo como incipiente pero imparable dueño del mundo. Ante este incesante dramatismo llega el propicio cierre a lo Paez: El Guiño, algo inevitablemente “beatle” con una liviandad vestida de early jazz, tal vez en un mundo de “Medianoche en París”, donde todo tiempo pretérito siempre será mejor (¿?).

Dando lugar a esta futurología de un pasado tan presente, lo que no se puede dejar pasar es este viaje musical que regala al oyente su reflejo; ese sitio donde recordar de qué está hecho y a dónde va; la rica posibilidad de conectar con este universo maravilloso de la música de Fito Paez, donde hay un gran lugar para lo onírico, para la propia rosa de cobre recién galvanizada, para el encuentro con la belleza de algún paraíso anhelado. 


Podés escuchar más nuevos discos en:

https://musicaclasica.com.ar/categoria/nuevo-disco/

Leer anterior

Una fórmula que sigue funcionando: La Bohème para el inicio de la temporada lírica del Colón.

Leer siguiente

Una gran noche para el pianista español Javier Perianes

Más publicaciones