
En esta conversación exclusiva, Federico Fernández —primer bailarín del Ballet Estable del Teatro Colón y director artístico del Buenos Aires Ballet— expone con claridad las deudas estructurales que arrastra el sistema laboral de los bailarines.
Por Carolina Lázzaro / Luz Lassalle
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Con más de dos décadas de trayectoria, Fernández detalla las gestiones en curso, la urgencia de una jubilación diferencial y las consecuencias anímicas que enfrenta el cuerpo artístico ante la falta de soluciones.
-Contanos cómo están las gestiones sobre el encuadre laboral y las solicitudes que hace el ballet.
-La problemática es de antaño. Es una herida abierta. El problema jubilatorio del Ballet Estable es tan terrible que ha generado un desgaste histórico entre compañeros, directores, gestiones.
Con Telerman habíamos tenido un inicio de conversaciones; se nos había hablado de números y ya supuestamente estaba planteado a la ANSES. Luego cambió la gestión, no se habló más del tema. Ahora Gabriela Ricardes, la Ministra de Cultura, tomó nuevamente nuestra problemática; estamos teniendo reuniones, donde todavía no hay nada concreto. Pero las reuniones existen.
-¿Tienen esperanzas de que esta vez se escuchen los reclamos?
-Es difícil tener esperanzas. Yo llevo veintiún años acá y no hubo ni un granito de resolución. Pero bueno, apostamos que de la mano de Julio Bocca se haga.
Nosotros desde el año ´94 tenemos la jubilación ordinaria: un bailarín se jubila a los 60 o 65 años. Si bien el cuerpo del bailarín ha cambiado mucho y hoy puede estirar su carrera, no es posible llegar a bailar hasta esa edad. Por eso se necesita, no una jubilación especial, sino una diferencial. La diferencia está en el trabajo que nosotros brindamos a la Ciudad de Buenos Aires.
Esperamos que de las charlas se pase a cosas concretas, donde la Ciudad pueda aportar la plata que necesita nuestra jubilación, crear una caja compensatoria, encontrar la vuelta.
-¿Te parece viable la ley 20/40? (20 años de aporte con 40 años de edad)
-Sí, porque existe acá a la vuelta, la tiene el Ballet Argentino de la Plata y otros del Interior. Es una decisión política y trabajo en conjunto. No puede ser tan difícil, son decisiones, compromiso y que no todo quede en el nombre de turno del Ministro o del director, si no que sea una política de estado.
-Teniendo en cuenta que la vida activa de un bailarín se ha extendido en estos últimos años, ¿sería algo revisable el tema de los 40 años?
-Sí, pero tampoco mucho más: 42, 44. Ya 50, no.
Yo tengo 38 y estoy hace 21 años en el Teatro Colón. Pero para llegar a ser bailarín del Teatro primero fui del Ballet Argentino de Julio Bocca, del Ballet Concierto de Iñaqui Urlezaga, del Teatro Argentino de La Plata. Llevo mucho más que 20 años trabajando. El bailarín no empieza de cero; acá tenemos que entrar sabiendo un montón de cosas, y cumplimos con más años que mucha gente.
-Desde tu óptica, ¿cuándo podría comenzar la vida profesional de un bailarín?
-Hay de todo, yo empecé a los 14, cuando me contrató Julio para el Ballet Argentino. Nadia Muzyca, mi compañera de toda la vida, también entró a los 14. Otros hacen su primera experiencia directamente en el Teatro Colón después de haber terminado en el Instituto, a los 18 años o antes.
-¿Qué pasa hoy con tus compañeros que tienen más de 50 años?
-Algunos están trabajando, haciendo personajes que pueden hacer bailarines de esa edad, otros han dejado de bailar porque sus cuerpos, sus rodillas, su físico no les ha permitido seguir arriba del escenario, pero no están jubilados justamente por estas problemáticas.
-¿Hay alguna re-adecuación de tareas para estos casos?
Para algunos sí, para otros no. No cualquiera puede ser maestro, aunque haya bailado muy bien, por ahí no tiene la virtud o las dotes para enseñarle a un chico.
«El Colón es un lugar de pertenencia que genera identidad, genera recursos, genera producción. No hay forma que se construya si una persona está dos años y se va.» – Federico Fernández
-¿Sería una posibilidad trabajar en lo administrativo?
-Administrativo no me parece. Nuestro trabajo es artístico. Si hay alguna posibilidad de re-adecuación debería ser artístico. Nadia Muzyca por ejemplo, que está acompañando la asistencia. Y hay maestros que están en el staff que son ex bailarines de la casa.
Un trabajo administrativo tenés que aprenderlo y lleva su tiempo, nosotros no tenemos esa educación, Nosotros estamos recibidos de bailarines, estamos formados para ser bailarines, dedicamos las 24 horas a esto.
No es por despreciar lo administrativo, sino que está muy lejos del bailarín del Colón. No pasa un papel por nuestras manos, no existe una computadora, no hay nada que nuestro estudio que nos haya hecho pensar que alguna vez podíamos hacer un trabajo administrativo. Después está lo personal, si alguien lo quiere hacer, bueno, verá.
-¿Cómo es el aspecto anímico o psicológico de tus compañeros que están en ese limbo entre que no bailan pero tampoco se jubilan?
-Es horrible para todos. Es horrible para ellos y es horrible para nosotros, que en algún momento estuvimos muy lejos y hoy ya estamos más cerca. Cuando estábamos más lejos, pensábamos que esto ya iba a estar solucionado para cuando nos toque, algunos ya la vemos venir y nos va a tocar, y estamos en esa situación.
Es frustrante pero también humillante. Una especie de humillación a la hora de sentirte degradado dentro de la danza, cuando llegás a la edad de no poder cumplir con algo que no tenés porqué hacer. No me refiero a ponerse una malla blanca, al tutú, a unas zapatillas de punta, a saltar, a levantar una bailarina. En el ballet clásico está todo muy encuadrado en roles, personajes y edades. Si bien somos actores de la danza, podemos cumplir otras edades, podemos hacer un Romeo teniendo 38 años, pero no es lo mismo físicamente. Entonces es necesario que exista una revisión de nuestra jubilación urgente.
-¿Te parece que la modalidad que tiene el San Martín que son contratados, se podría aplicar acá?
-No creo en un funcionamiento de contratos en un país como el nuestro. No me parece que sea funcional para teatros públicos donde se genera una carrera con una identidad. Este es un Teatro de producción propia, no puede renovarse constantemente con gente que no absorbe el oficio. No hay forma que eso funcione en teatros de esta envergadura.
El Colón es un lugar de pertenencia que genera identidad, genera recursos, genera producción. No hay forma que se construya si una persona está dos años y se va.
Acá casi todos entramos por contratos. El tema es que se garanticen los concursos para cubrir los cargos estables a la brevedad. Desde el año ´92, ´94 no hay concursos para solistas ni para primeros bailarines,
-Sin embargo se están cubriendo esos roles
-¡Yo, por ejemplo! Mi cargo es bailarín de fila, o sea tengo un nombramiento como cuerpo de baile. En 2011 nos nombran primeros bailarines a Juan Pablo (Ledo) y a mí, pero en nuestro recibo de sueldo aparecen “servicios extras” no remunerativos para llegar al sueldo que debería tener un primer bailarín. Entonces si yo me jubilo hoy, me voy como cuerpo de baile.
Tendría que haber nombramiento oficial bajo decreto. Porque solo se llega a un cargo de mayor jerarquía por concurso internacional abierto por oposición. Ni Juan Pablo y ni yo estamos para hacer un concurso, no por una cuestión técnica, sino porque no correspondería que hagamos un concurso para cubrir un puesto que ya estamos cubriendo hace muchos años y hemos sido reconocidos por el medio por la prensa, por compañeros, colegas, coreógrafos, directores, ¡por todos!