Fauré Quartett: dueños de la precisión y del espectáculo

La integración sonora y visual del Fauré Quartett encarnó los ideales de la música de cámara.

Función 2, temporada 2022, Mozarteum Argentino. Intérpretes: Erika Geldsetzer (violín), Sascha Frömbling (viola), Konstantin Heidrich (violonchelo), Dirk Mommertz (piano). Programa: Movimiento de cuarteto para piano y cuerdas en La menor (G. Mahler), Cuarteto para piano y cuerdas n.1 en Do menor Op. 15 (G. Fauré), Cuarteto para piano y cuerdas n.1 en Sol menor Op. 25 (J. Brahms). Sala: Teatro Colón, 13 de junio.

Por Julián Guzzo.

Aún persiste la sensación de reencuentro en la temporada del Mozarteum Argentino. La segunda función a cargo del Jerusalem Chambre Ensemble tuvo que suspenderse. Sin embargo, la música de cámara instrumental continuó presente gracias al Fauré Quartett. Con grandes expectativas producto del repertorio propuesto, el cuarteto demostró precisión y, también, un acertado sentido del espectáculo.

Fundado en 1995, el conjunto alemán ofreció una velada integrada por obras del siglo XIX para violín, viola, cello y el instrumento romántico por excelencia: el piano. El grupo cumplió la máxima camerística al mantener la unidad sonora de principio a fin sin dejar de exhibir el dominio técnico de cada integrante.

Para iniciar, interpretaron el movimiento de cuarteto de Mahler. Estrenada a sus dieciséis años (1876), es la única música instrumental de cámara que se conserva del compositor, quien se especializó en la sinfonía y el lied. El Fauré Quartett demostró un control expresivo que colaboró en la claridad del discurso. De esta manera, se apreciaron las graduaciones dinámicas, los tratamientos temáticos y una cadenza del violín a cargo de Geldsetzer muy bien integrada. Únicamente, el movimiento esencial del piano por momentos requería mayor presencia. La pieza, compacta, abrió el camino para las obras más extensas.

La coordinación del Allegro en el Cuarteto Op. 15 de Fauré fue impecable y realzó tanto los ritmos apuntillados como las diversas texturas. Si bien comparte época con la obra anterior, la escritura del compositor francés otorgó variedad al programa. En el último movimiento, el conjunto reservó su máxima amplitud sonora para los compases finales en modo mayor y así generaron inmenso impacto. La coordinación de las cuerdas se trasladó a los cuerpos de los intérpretes hasta acercarse a una coreografía pautada, sobre todo en los pasajes contrapuntísticos.

Para la segunda parte, las expectativas ya estaban colmadas. Aun así, el Cuarteto Op. 25 de Brahms consumó al ensamble. Entre los músicos se intercambiaron funciones en el marco de una obra con dinámicas expansivas. El violoncello de Heidrich envolvió a la sala a través del registro grave y se lució en pasajes con mayor movimiento.

Como respuesta a su público, ofrecieron dos bises: Faurétango de Eduardo Hubert (con reminiscencias a Piazzola) y un arreglo de la canción Après un Rêve que marcó el cierre con Fauré. «¿Qué más quieren?» nos preguntaron entre ambas interpretaciones. Y la respuesta obvia fue, es y será: que vuelvan cuanto antes.

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