Recibió su primer bandoneón de la mano de su padre, un músico aficionado. A los 15 años quedó fascinado con la música de Piazzolla tras escucharla en la radio y se propuso tocar como su ídolo, sin saber que muchos años más tarde terminaría tocando a su lado en el mítico sexteto, última formación de Astor.
Antes de eso pasó por la orquesta de Osvaldo Pugliese, su “segundo padre”, de quien aprendió mucho más que tango. Empezó a componer desde muy joven y nunca dejó de estudiar y ser “curioso” con todo lo que pasaba en el mundo musical.
Este viernes 24 de agosto estrena, junto a destacados solistas y a la Orquesta de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”, su obra “Ciudad Caliente”. En esta nota charlamos con el gran músico argentino Daniel Binelli sobre este y otros temas.
Por Maxi Luna.
Contanos un poco acerca de la obra “Ciudad Caliente” que se va a realizar en el CCK, ¿se trata de un encargo o de una elección tuya?
Esta obra fue escrita por encargo de Ted Viviani, un hombre que no es de la música en general pero al que le gusta financiar grabaciones, obras, ayudar a los artistas. Es un norteamericano que vive en California. La realicé en el marco de un CD que Ted editó el año pasado y del que participan también una obra de Carlos Franzetti y otra de Emilio Cauderer.
¿Cuál fue su inspiración y cuáles son sus características musicales?
Está escrita para 4 solistas. Creo que en el mundo de la música contemporánea clásica no hay registro de este tipo de obra para orquesta de cámara y 4 solistas en escena, en ese sentido es bastante novedoso. Esta obra previamente se grabó en EEUU pero no se estrenó en escena, o sea que el estreno mundial va a ser aquí el 24 de agosto.
Es una obra de 25 minutos escrita en 3 movimientos. El primero está vinculado de alguna manera al tango pero también a la música contemporánea. No tampoco al tango tradicional, tiene mucho más que ver con la música contemporánea y con el lucimiento de todos los solistas. Es una obra bastante comprometida desde el punto de vista técnico para el piano, que en esta oportunidad será ejecutado por Viviana Lazzarin; el violoncello, a cargo de Eduardo Vasallo, y el violín, Sofía Luque. Más mi participación en bandoneón. La obra estará luego sostenida por la orquesta “Juan de Dios Filiberto”.
Como decía, el primer movimiento está dedicado de alguna manera al tango, el segundo es un Adagio muy cantabile con gran lucimiento de los solistas y el tercero tiene rasgos de milonga al principio y al final con partes muy comprometidas para el piano. Hay un gran momento de cuerdas también.
Es una música tremendamente ciudadana, es reflejar la ciudad de Nueva York o la ciudad de Buenos Aires, las grandes ciudades en general. De ahí el nombre que es bastante representativo. Es una obra muy agitada, con ritmos sincopados, y creo que la inclusión del bandoneón no es invasiva ya que no está permanentemente tocando, hay intervenciones pero no permanentes.
Escuchando tu música se puede percibir que hace tiempo lograste encontrar tu propia identidad compositiva… ¿Qué tan difícil resulta hacer tango después de Piazzolla?
El hecho de hacer tango después de Piazzolla no es nada sencillo, pero evidentemente tiene que ver con los rasgos y el estudio que yo tuve. Uno de mis grandes maestros en el tango fue Osvaldo Pugliese, de quien fui arreglador en más de 10 o 12 obras entre 1968 y 1982, periodo que estuve con él. En el año 89 estuve con Piazzolla con tres giras muy grandes: una en Brasil y dos en Europa.
Pero en realidad nunca tuve la dificultad de hacer tango después de Astor, yo abordé la música desde mi perspectiva, aunque reconozco que la música de Piazzolla le dio jerarquía al tango, no la perjudicó. Al contrario, le dio otro impulso.
Pero el tango tiene más de 100 años de historia y en todas las épocas hubo grandes creadores, desde el 1900 a nuestros días. Por nombrar a algunos: Vicente Greco, Pedro Laurenz, Pedro Maffia, Aníbal Troilo, Horacio Salgán. Toda esa gente ha aportado hasta 1950 muchísimo con su talento y yo mamé todo eso, estuve prendido en todas las orquestas que tocaban esas manifestaciones, también la de Atilio Stampone, donde fui primer bandoneón, la de Osvaldo Requena, acompañé a todos los cantantes habidos y por haber y también he hecho experiencias con diferentes guitarristas, porque para mí la guitarra y el bandoneón tienen dos sonidos muy atractivos.
No me ha resultado difícil seguir trabajando y componiendo después de Piazzolla.
Vamos para atrás… Tu primer bandoneón te lo dio tu papá, ¿por qué? ¿Recordás tus primeras sensaciones con el instrumento?
Mi primer instrumento me lo compró mi papá. Me compró un bandoneón porque había sido bandoneonista aficionado y me lo inculcó desde chico. El bandoneón es un pariente del acordeón pero no tiene el mismo sonido, es un instrumento que tiene más riqueza desde el punto de vista tímbrico. El acordeón tiene un sonido más femenino y el bandoneón más masculino, desde mi perspectiva, por supuesto.
Mis primeras sensaciones con el instrumento fueron muy motivadoras. Fue el instrumento que me impulsó a que yo fuera profesional en momentos difíciles, ya que estudié en momentos donde el tango estaba muy invadido en Buenos Aires por el Club del Clan y por figuras norteamericanas y la juventud no tenía en ese momento la mínima intención de estudiar el instrumento, sentían que no los representaba. Algo muy distinto a lo que pasa ahora que hay un montón de jóvenes que tocan el bandoneón.
¿Fuiste autodidacta? ¿cómo fue tu formación y evolución?
Estudié y a la vez fui autodidacta. Creo que para componer hay que ser medio autodidacta para encontrar las sensaciones justas. Fijate que hay gente que tiene su propia armonía cuando empieza a trabajar y eso no se lo enseñó nadie, son cosas que se perciben en el aire. De ahí que soy también autodidacta, pero siempre estudié composición, forma musical, investigué en partituras de los músicos clásicos y contemporáneos. Siempre tuve grandes inquietudes con la música y me considero una persona curiosa por lo que hacen los demás, no solamente lo vinculado a la música argentina sino a la música del mundo.
¿Cómo llegaste al tango, fue algo natural por el instrumento? ¿Recordás cuál fue el primer tango que voló la cabeza?
El tango se escuchaba en mi casa desde muy chiquito, mi papá era un hombre muy tanguero. El tango que me voló la cabeza fue Marrón y Azul de Piazzolla con la Orquesta de París, cuando tenía 15 años. Habrá sido tan fuerte mi emoción que le dije a mi papá que yo quería tocar como ese hombre y saqué del disco la parte del bandoneón completa porque me fascinaba.
¿Cómo llegaste a la orquesta de Pugliese y qué enseñanzas musicales y de vida te quedaron?
Tengo múltiples recuerdos de Osvaldo porque no solamente era una orquesta de música sino que también se hablaba de política y con él aprendí mucho. Fue casi como mi segundo padre, de quien recibí muchas enseñanzas, de la vida inclusive, y que me quedaron grabadas para siempre. En el término de la composición cuando trabaje con él, cada vez que llevaba un arreglo, sobre una melodía de violín que escribía u orquestaba me decía “Uy… que italiano que sos para escribir”” y me empezaba a sacar algunas notas para dejarla lo más diáfana posible. Eso considero que es todo un arte y lo pude aprender con él, y hacer una síntesis de cómo se hace un arreglo de tango. En una orquesta nada menos como la de él que es absolutamente artesanal, que tiene un trabajo desde los bandoneones muy especial.
Es una orquesta de bandoneones que tocan el ritmo de la yumba que es un sonido en masa. Rítmicamente se hace en 4 y en 2, entonces le da un impulso enorme. Además, si bien está escrita en 4 tiempos tiene una pequeña modificación en el ritmo, se toca el primero fuerte, el segundo débil, el tercero fuerte y el cuarto débil. Pero entre uno y otro hay un imperceptible rubatto.
Recuerdo también el concepto del arreglador “purista”. Porque él era de la misma época de Sebastián Piana, quien también era un purista, pero dentro del purismo que tenía Pugliese, quien además era un gran intérprete de Chopin, tenía toda un base en el manejo de la armonía muy interesante pero que no superaba la 7ª o 9ª porque más de ahí consideraba que la música se empezaba a complicar demasiado. Ahora que se usan armonías muy “picantes”, sin necesidad de recurrir a eso. Él igual lograba con la orquesta -a través de la forma y el ritmo- una tremenda originalidad, y la interpretación era muy rubateada. Digamos: ralentaba y luego aceleraba en las frases.
¿Cuándo empezaste a componer?
Empecé a componer a los 13 años instintivamente. Hice una obra sin conocer nada de armonía ni mucho menos, recién empezaba con el bandoneón. Arranqué con una orquesta de tango a los 15 años, luego seguí trabajando y cuando a los 23 años entré a la orquesta de Pugliese él me mandó a estudiar con un maestro que se llamaba Pedro Aguilar. También trabajé con Guillermo Graetzer, un gran compositor y maestro, y otros más: Sergio Balderrabano, Claudio Alsuyet, ahora estoy con Miguel Monte. Estudié toda la vida. En fin, cada uno de ellos me ha dado cosas. No quiero olvidarme de Rodolfo Alchourron, que me dio cosas de la música popular.
¿Con cuál obra sentiste que habías logrado tu propia voz?
La fui desarrollando a través de los años. Tengo una obra que se llama “Homenaje al Tango” que la hice para piano, bandoneón y orquesta. Es para dúo de bandoneón y piano. Mi mujer, la pianista Polly Ferman, fue la que me inspiró a componer esta y otras obras. Ella es de origen uruguayo y es como si fuera un poquito argentina también (risas) porque ha vivido mucho tiempo acá y es con quien comparto la música y también mi vida. Pero sentí que había logrado mi propia voz cuando empecé a componer obras como la que se estrenó hace dos años atrás con la Orquesta Sinfónica Nacional:“Alma Iluminada”, escrita para órgano, bandoneón, cuerdas y metales. Ahí ya empiezo a tener otra perspectiva de la música, no solamente a través del tango, sino a través de otras estéticas. Pero centralizar en el tango siempre fue, es y será una tremenda guía para mí y aprecio mucho que así sea.
¿Cómo llegaste a tocar con Piazzolla? Pasaste de ser un admirador a tocar codo a codo con él.
Su música me fascinó desde los 15 años que lo escuché por primera vez, y lo seguí durante toda la vida. Prácticamente cuando venía de afuera yo lo llamaba y lo iba a visitar a la calle Libertador donde vivía. Él me traía cassettes de lo que había grabado para que escuchara. Y esas novedades eran para mí muy enriquecedoras. Cuando logré entrar en el New Tango Sextet en 1989, además de admirarlo, para mí fue el espaldarazo definitivo a mi carrera, desde el punto de vista de estar al lado de un músico de su talla. Algo que no era nada fácil porque era un hombre con características absolutamente individualistas. Yo tocaba la segunda voz pero además sostenía con las armonías que él escribía todos los coros que él tocaba y las improvisaciones con ese tufillo de jazz, pero que fundamentalmente eran tango. Yo creo que eso fue porque él vivió también mucho tiempo de chico en el Bronx de Nueva York, eso lo llevó a tener esa tremenda visceralidad de creador.
En el sexteto convivieron, además de Piazzolla, tres grandes arregladores y compositores: Gandini, Bragato y vos, ¿fue casualidad o era algo que a Astor le interesaba especialmente?
Desde luego, eso tenía un sentido. Bragato era el amigo más cercano de él. El cellista hace poco fallecido. Fue un hombre que le escribió casi toda la música a Piazzolla. Cuando empezamos el sexteto él paso todas las partes de violín al cello, o sea que se convirtió en un grupo oscuro, pero ese sonido oscuro sin violín, fue absolutamente novedoso. Gandini aportaba su sapiencia también muy especial porque era un hombre que tenía un tremendo desarrollo de la música, un hombre que era un músico anfibio. Estaba en todas: hacía tango, hacia clásico, contemporáneo, jazz, conocía y además componía. No fue casualidad la intervención de Gandini, le interesaba a Astor especialmente.
¿Tenían participación en el armado de los temas o ya los traía totalmente cerrados?
No, no, Piazzolla los traía totalmente cerrados y en lo que único que había un poco de libertad y se podía hablar era la improvisación, pero con él vigilando todo. Si le tocabas una armonía o le hacías una armonía diferente te podía cortar la mano, porque él sabía muy bien lo que quería y en el momento que lo quería. Si escribía de tal manera y ponía unos acordes era porque él los necesitaba. Sino los sacaba de inmediato.
Se sabe que Astor era muy bromista (aunque no le gustaba que lo hicieran con él) ¿Tenés alguna anécdota en ese sentido?
Sí, era una persona muy bromista, hasta sus últimos días lo fue. Él tenía 69 años cuando yo entré al sexteto y su vida siempre fue un camino de ida, no de vuelta. Decía que un músico nunca tiene que estar cómodo, que los organismos estables no sirven, “achanchan”, y yo siempre seguí esta idea.
Volviendo a lo de la anécdota, una vez en Alemania salió a las 10 de la mañana a comprar algunos elementos para defensa propia porque decía que robaban bastante. Entonces compró líquido para los ojos y un talero y después nos corría a nosotros por los camarines. Era muy bromista hasta que decía “Se acabó la joda, vamos al escenario”. Pero antes de eso no se hablaba de música, se hablaba de cualquier otra cosa. Cada tanto se acordaba de alguna historia pasada y tocaba un tema o cosas así.
¿Qué te llevó a elegir Nuev a York cómo tu hogar?
Yo viví ahí durante 18 años y lo elegí muy influenciado de alguna manera porque había estado Astor. Es una ciudad que me fascina, pero ahora ya me voy a radicar en Europa junto a Polly Ferman, principalmente en España. Pero debo confesar que la ciudad de Nueva York es absolutamente energética, donde la gente tiene una tremendo impulso para crear y en todo sentido es una ciudad de primer mundo.
¿Qué te gusta hacer cuándo venís a Buenos Aires y qué es lo que más extrañas de esta ciudad?
Cuando vengo a Buenos Aires me gusta conectarme con mis afectos. Con mis hijas y mis nietos. Ahora estoy viviendo en la casa de mi hija menor que además es bailarina, Johana. Tengo un nieto que es clarinetista, al que yo voy respaldando, pero que ya tiene talento propio, se llama Camilo y se identifica con mi apellido. También mi otra hija es música, es percusionista, y además domina varios instrumentos, es muy abierta, es docente en conservatorios y escuelas de música.
La ciudad la extraño mucho. En realidad lo que mas extraño son las medialunas.
¿Cuáles son tus próximo proyectos?
Tengo conciertos con mi compañera de música y de vida, la pianista Polly Ferman, también con el guitarrista Eduardo Isaac y el guitarrista César Angelelli. Compongo música de cámara, tengo un quinteto también con músicos argentinos, dirijo una compañía llamada Tango Metrópolis, que ya tiene casi 20 años y que fundé con Claudio Hoffmann, Pilar Alvarez y Marijo Alvarez. Es una compañía de música y danza con la que llegamos hasta el Bolshoi, llevando el tango a Rusia.
Por Maxi Luna.
La Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto” ofrece un nuevo concierto en la Sala Sinfónica. Bajo la dirección de Francisco Noya, se estrena la obra Ciudad caliente, con su autor Daniel Binelli como solista (bandoneón) junto a Lucía Luque (violín), Eduardo Vassallo (violoncello) y Viviana Lazzarin (piano). El programa se completa con obras de Oscar Gullace, Juan Carlos Zorzi y Arturo Márquez.
Las entradas son gratuitas y estarán a disposición a partir del martes 21 de agosto, de 12 a 19, en Sarmiento 151, hasta agotar la capacidad de la sala. Se pueden retirar hasta dos entradas por persona. También se pueden reservar a través de esta página. Las reservas deben retirarse desde el mismo martes, de 12 a 19, y hasta dos horas antes del espectáculo.
Entradas: http://www.cck.gob.ar/reservas