Marcos Vives nació en Quilmes y se inició musicalmente en el conservatorio de la ciudad. Continuó su formación en EEUU donde obtuvo su Doctorado en 2013.
Desde su regreso a la Argentina participó en conciertos de cámara y con orquestas, destacándose actuaciones como primer cello invitado de la ONMA Juan de Dios Filiberto. Como docente se desempeña en la Escuela de Bellas Artes de Quilmes y el Polo Bandoneón.
Conversamos sobre sus inicios, sus maestros, su experiencia en EE.UU y su amistad con el gran violinista Ray Chen, entre otros temas.
Por Maxi Luna.
¿Cómo fueron tus inicios en la música?
No fue el inicio más romántico (risas). Siempre me gustó la música y sabía que iba a hacer algo con eso, pero mi primer amor fue el Rock´n Roll clásico. Cuando empecé quería tocar el contrabajo para ser bajista de una banda de ese estilo, pero como tenía ocho años me quedaba enorme…ahí aprovecho mi mamá y me dijo que empiezara con el cello hasta que creciera un poco (ese era su plan secretamente). Una vez que le tomé el gusto y conocí el repertorio del cello ya me quedé ahí convencido.
¿Qué enseñanzas te dejaron tus maestros?
¡Muchas! Tuve varios maestros en diversas etapas y cada uno me ayudó en distintas formas. Algunos me dejaron el apasionamiento y las ganas, otros la importancia de la disciplina y de la prolijidad al estudiar. Una de las cosas principales fue la importancia de entender exactamente lo que uno está haciendo en cada momento mientra estudia, qué procesos está usando, la física del instrumento y el objetivo musical, nunca hacer ejercicios vacíos de contenido. Eso es algo que trato de transmitir mucho cuando doy clases.
¿Cómo surge la posibilidad de estudiar en Estados Unidos?
Fue una mezcla de planes. En 2005 estaba estudiando con el gran Juárez Johnson y él me venía incentivando a que me fuera. Estaba en el proceso de aplicar a una universidad de la zona de Miami donde enseñaba una exalumna de él, cuando otro profesor de la Universidad de Wisconsin vino a Buenos Aires a audicionar gente para dar dos becas. Como él había estudiado en la misma universidad que Juárez, fui a la audición y resultó que gané la beca junto con un amigo. Fue una sorpresa porque de un día para el otro decidimos que íbamos a ir y estaba haciendo los arreglos para viajar.
¿Sentiste alguna dificultad o sentías que tu preparación en Argentina había sido lo suficientemente buena para encarar el desafío?
Dificultades no, son desafíos distintos. Me sorprendió que la universidad usaba una metodología bastante distinta, y desde lo cultural, el idioma y varios aspectos en ese sentido llevaron un tiempo de adaptación. Por suerte tenía la experiencia que llevaba desde acá: mi profesor conocía bastante de EE.UU. habiendo estudiado allí, y, a su vez, yo había ganado algo de experiencia orquestal haciendo suplencias en la Sinfónica Nacional. Todo eso me ayudó a encarar la nueva etapa.
¿Qué aspectos de la enseñanza que viviste en EEUU pensás que se podrían aplicar en nuestro país y en qué aspectos te parece que estamos mejor o que por lo menos son más interesantes en Argentina?
En mi experiencia, allí todo es bastante más metódico y eso me gusta. La universidad es bastante autocontenida, lo cual permite hacer todo tipo de actividades dentro del contexto de la universidad misma. Eso incluye el trabajo con los profesores, música de cámara, recitales, orquesta. Todo está muy interconectado. En mi caso estuve siempre en ciudades universitarias donde todo funcionaba ahí adentro. Quizá una de las ventajas de estar acá en Buenos Aires es que los estudiantes tienen acceso a las orquestas más importantes del país como la Sinfónica Nacional, tanto para ir a escuchar, tomar clases con los músicos de la orquesta o eventualmente entrar a hacer suplencias y tocar. Eso me parece muy positivo.
¿Y con respecto a la vida profesional?
La vida profesional allá es bastante distinta. Las orquestas grandes son extremadamente competitivas, a veces con más de cien candidatos para un puesto. La ventaja que tiene es que al mismo tiempo hay muchas orquestas part time e iniciativas privadas, además de escuelas y universidades de todos los niveles. En las ciudades más chicas es común que los músicos viajen a los pueblos cercanos para tocar en varias orquestas y dar clases.
En una entrevista contaste que en la universidad solían tener visitas de músicos ilustres como Yo-Yo Ma o Itzhak Perlman ¿pudiste tomar clases con ellos? ¿Qué otras experiencias recordás en especial?
Yo-Yo Ma vino a tocar con su trío junto a Perlman y Emanuel Ax, pero no dieron clases. Por otro lado, vinieron muchísimos otros que sí lo hicieron, y a veces era difícil de creer la suerte de tener tiempo mano a mano con esta gente. Me acuerdo de clases con el cuarteto Emerson, el Ying, el Orion, el Kronos y el trío de los hermanos Capucon entre varios otros. Era impresionante. También mientras estaba allí llevaron la orquesta de la universidad a tocar al Kimmel Center y al Carnegie Hall; ¡una seguidilla de oportunidades increíbles!
Sos amigo del genial violinista Ray Chan, ¿me podrás contar esa anécdota simpática de su última visita a nuestro país?
Con Ray Chan nos conocimos a través de un amigo en Florida y nos vemos cada vez que viene a la Argentina. La última vez fuimos a la esquina Homero Manzi a cenar y ver el show y quedó fascinado con la música, especialmente con los efectos tangueros que hacia el violín.
Esa noche me preguntó si yo le podía conseguir algún arreglo para tocar de bis en su recital en el Teatro Colón. Como yo estaba yendo a la Sinfónica esa semana, a la mañana siguiente le pedí a Luis Roggero que me prestará alguno de los de su papá Aquiles, y muy amablemente me los mandó ni bien salimos del ensayo. Para el momento que se los hice llegar a Ray, él ya estaba terminando de hacer un arreglo propio de “A Evaristo Carriego” que no era necesariamente sencillo, pero de alguna manera lo escribieron a la mañana, lo ensayaron en la prueba de sala a la tarde y lo tocaron espectacularmente ese misma noche… ¡me voló la cabeza ver ese proceso!
Escribiste un trabajo doctoral sobre cómo acercar al público menos “culto” o menos entusiasta a conciertos de la música clásica ¿Qué conclusiones sacaste?
Es un tema importante para mí, siento que de a poco se le ha dado un poco más de importancia, pero que siempre se puede hacer más. En el tratado que realicé para la universidad hice hincapié en los aspectos extra musicales que se podían mejorar para atraer nuevas audiencias. Siempre me dio la sensación de que cualquier persona que escucha las grandes obras del repertorio se conmueve y se interesa, así que la música no es el problema. Sí lo que previene que ciertas audiencias se acerquen a escuchar música clásica es el contexto, lo mejor es seguir explorando maneras no tradicionales de tener llegada a distintos tipos de público. Para mí esa es una de las misiones más importantes que puede tener un músico en estos tiempos.